Alguien tenía que escribir este libro. Alguien tenía que captar el aliento vital de la época en estos versos inspirados que no se parecen a lo que conocíamos como poesía rosarina, y son mucho más poéticos y emocionantes, casi se diría edificantes: una palabra de honda tradición espiritual moderna que merece saltar del olvidado siglo XIX al siglo XXI. Metapoesía fractal, de Sebastián Muzzio, se presenta este viernes, a las 19.30, en El Trocadero (Santiago 989, Rosario), con Alejandra Bosch como lectora invitada y Juanchi Grandi regalando música en vivo. El nuevo poemario fue publicado en Buenos Aires por Rangún, un sello de Caleta Olivia ediciones. Cabe advertir que su lectura puede provocar estados elevados de conciencia. Es poesía ritual, donde convergen las estéticas marginales del tambor chamánico, el mantra religioso, la magia de la pócima y su alquimia.

Lo vegetal como paisaje a contemplar ha agotado su ciclo literario; parafraseando salvajemente a Adorno, no puede haber poesía burguesa después de Trump. Sebastián Muzzio, poeta y agricultor urbano, "fabrica poesía" con manos embadurnadas de savia, de tierra y energía vital. En estos tiempos de fascismo global en que "El día se pone nublado, dentro tuyo, dentro mío, / por el conjunto de energías que las fuerzas oscuras emanan", la respuesta política no puede ser sólo humana. Muzzio escribe Sauce con mayúscula porque es el nombre de un lugar, un experimento de utopía realizada y vivero de reservas en abundancia. El planeta Tierra es invocado por Muzzio con su nombre espiritual, Gaia. También lo nombra cariñosamente como Pachamama, y el amor adquiere una significación amplísima al situar a los amantes en el todo viviente que los abraza. "La mutualidad es una de mis piedras angulares", escribe Muzzio, y también: "el alma de las plantas pasa a través nuestro". El poeta trabajador practica el compostaje como crisol de transformación de desechos, densos o sutiles, y a la vez como ofrenda diaria a la Madre Tierra. Muchos hoy en día lo sienten así, pero hasta ahora nadie lo había escrito en castellano con tanta belleza.