Un video antiguo del actual ministro de Educación, Esteban Bullrich, dejó al descubierto una de las tantas tácticas usadas por el actual gobierno para sortear sus dificultades políticas. El titular de Educación admitió –cuando todavía ejercía en la Ciudad el mismo cargo que hoy ostenta en Nación– que en la disputa con los sindicatos cuando “el gremio focaliza en una, le abriste 12 (situaciones más), las otras 11 avanzan. Cuando se dieron cuenta de que había una que se implementó, van atrás de esa y avanzás en las que no habías avanzado”. Lo que Bullrich explica con inflexión presuntamente académica es lo mismo que en el barrio, en ciertos partidos de potrero o en las negociaciones sindicales se llama “embarrar la cancha”. 

Lo que en tono agrandado y socarrón admitió Bullrich es similar a lo que Cambiemos hace ahora en el gobierno nacional. Frente a cada “error técnico” propio se abren muchos otros frentes con la ayuda invalorable del aparato judicial y de los medios de comunicación adictos. Los mismos que en determinado momento instalan lo que favorece a la imagen del Gobierno o daña a los opositores, a renglón seguido guardan total silencio sobre cuestiones que afectan a la ciudadanía. 

Pretendiendo una inocencia poco creíble en quien a la vez presume de haber sido un empresario exitoso, Mauricio Macri alega en su favor que no es infalible. Tal declaración sobra frente a los “errores técnicos” (los mismos que serían “actos de corrupción” si se tratase de actores diferentes) cometidos en poco más de un año de gestión acompañado por el “mejor equipo” de gobierno de los últimos cincuenta años. Pero sirve para comprender la manera como el Presidente intenta justificar la estrategia de “prueba y error” con la que caracteriza su gestión. 

Todo esto, por supuesto, sin conceder que los llamados “errores técnicos” no son más que intentos para avanzar en la decisión deseada y que el recurso al “diálogo” y la “capacidad de rectificación” no son otra cosa que el reconocimiento de las resistencias que oponen los actores ciudadanos y que lo obligan a retroceder.

Sería interminable la lista de los desaguisados, comenzando por los cuadros tarifarios del ministro Aranguren, el fallido nombramiento por decreto de los jueces de la Corte Suprema y el más reciente recorte de recursos para los becarios del Conicet, o la pretensión de diluir la memoria del 24 de marzo convirtiendo en movible la conmemoración. A lo que ahora se suma el escándalo del Correo, el cálculo de las jubilaciones, la reducción de fondos del Consejo Nacional de las Mujeres destinados a enfrentar el problema de la violencia machista o la no homologación de la paritaria bancaria, entre otros. 

En todos los casos la táctica es la misma y se la podría denominar con la sigla PSP (Por Si Pasa). Son avances en el sentido de lo que el Gobierno quiere y propone (o que le indican que debe hacer, como en el caso del FMI con las jubilaciones). PSP... por si pasa. Si aparecen las resistencias habrá reconocimiento de “errores técnicos” o, en último caso, el lobo se viste de cordero para, desde la presunta humildad, reconocer su “falibilidad” y retrotraer la decisión. Eso sí. Nunca de forma definitiva. Si se avanzaron cuatro pasos nada volverá a cero. Apenas se recula un poquito para volver a situar todo al menos en dos o en tres. Es el caso de la reforma de la ley sobre Aseguradoras de Riesgos del Trabajo, para citar apenas un ejemplo reciente.

La PSP es una táctica que se apoya en la idea de una ciudadanía y de actores sociales distraídos o desprovistos, incapaces de defender sus intereses y derechos. Si pasa... pasa. Y si no... algo se avanza. Tuvo sus éxitos al comienzo de la gestión con la casi anulación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. No pudieron con la designación por decreto de los jueces de la Corte, pero instalaron el tema y luego avanzaron por otra vía. Lo intentaron con los bancarios. En este caso la lucha de la organización gremial lo impidió. Ahora pretenden hacer algo similar con los maestros.

La misma táctica PSP se usa para instalar temas como la pretendida baja de edad de imputabilidad para niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley o para desconocer, por boca de funcionarios del Gobierno, las atrocidades cometidas por la dictadura militar.  

El Gobierno que se ufana hablando de diálogo y de la institucionalidad atropella permanentemente derechos, encarcela por razones políticas y sin fundamento, niega el diálogo, amenaza de manera abierta y encubierta, y arrasa con las salvaguardas establecidas por la Constitución. Hasta la Corte de Justicia es tan “suprema” que se atreve a desconocer los tratados internacionales sobre derechos humanos incorporados a la Constitución. Es parte del mismo juego y de la misma estrategia.

“Hay que entender que este cambio tiene estas situaciones. Yo les dije desde el primer día que si querían magos buscaran a Copperfield”, dijo el Presidente que da conferencias de prensa, pero que no responde a lo que se le pregunta y sigue dando explicaciones insatisfactorias sobre cuestiones tan comprometedoras como las que surgen de los “papeles de Panamá”. “Cuando uno hace tantas cosas comete errores”, afirmó sin ruborizarse ni calcular los días de vacaciones que lleva acumulados. “Lo importante es no persistir, si me equivoco doy el paso atrás y lo corrijo. Pero vamos en la dirección correcta”, insistió Macri. 

Mientras tanto la prensa oficialista deja constancia de que Donald Trump ve en Macri a un hombre capaz de ejercer el “liderazgo regional”. También PSP. 

Como lo demostró el gremio bancario, esta táctica no prospera cuando hay fuerzas organizadas y ciudadanos convencidos de sus derechos y con decisión de defenderlos con integridad. Avanza, en cambio, cuando afloran las traiciones y claudicaciones a estos mismos derechos. Es la lucha por el poder que contrapone éticas, valores y prioridades plasmados en modelos políticos.