Aunque pareciera que muchos solo tienen para ofrecer su propia imagen, nadie se dedica a la actuación para hacer de sí mismo. Eso está claro. La actuación, al fin de cuentas, encierra la maravillosa virtud de escapar de la propia existencia. Pero pocas veces se percibe tanta distancia entre el off y el on, entre el actor y sus creaciones, como la que existe entre el Nicolás Furtado detrás de cámaras y el que asume distintos personajes cuando se enciende la luz roja. El creador de Diosito, ese zarpado y siempre al palo personaje de El marginal, lejos está de la incontinencia verbal y gestual del presidiario que es puro ello freudiano en la serie carcelaria que emite la TV Pública (martes a las 22) en su tercera temporada. Reflexivo y paciente, Furtado posee una distancia con el menor de los Borges que ni siquiera es pose ni mucho menos mecanismo de defensa. Más bien resulta ser la consecuencia lógica de un estilo de vida que no conoce de estridencias, pero sí de mucha observación. "La actuación es mi laburo, mi oficio, mi profesión y mi pasión. Ser actor es mucho más que una condición laboral. Es una filosofía de vida", subraya el actor en la entrevista con Página/12.

Guarecido detrás de un gorro de lana y anteojos de sol que no se quita ni adentro del bar en el que se realiza la entrevista, Furtado no pierde nunca la calma. Se toma el tiempo necesario para responder, ni siquiera el éxito de audiencia y crítica de la co producción entre Underground y la TV Pública lo corre de un estado que parece llevar el ADN prototipo de su uruguayismo natal. "Nací en La teja, un barrio populoso de las afueras de Montevideo, un barrio bien barrio, en el que jugabas y aprendías de todo", subraya el actor, hijo de una madre profesora de secundario y padre farmacéutico. "Crecí en la calle y en el club, jugando a la pelota, las escondidas... Soy muy culo inquieto. Hice muchos deportes, toque la batería y a los 16 empecé a estudiar teatro. Me llamaba la atención la actuación, empecé a probar porque no me gustaba ninguna cosa tradicional. Y cuando me di cuenta que me gustaba, comencé a tomármelo en serio y no paré de estudiar", reconoce. 

Luego de hacer varios papeles en la tele y el cine uruguayos, Furtado decidió cruzar el charco con la idea de poder vivir de la actuación. El primer paso de este lado del Río de la Plata lo dio en la novela Dulce amor, pero fue El bicho en Educando a Nina el personaje que lo convirtió en un rostro conocido entre los televidentes argentinos, al punto que luego asumió el co protagónico de la efímera Fanny la fan. Sin embargo, y paradójicamente, la popularidad no le iba a llegar en la comedia sino en El marginal. En esta serie de acción, su inestable y eléctrico Diosito terminó de torcerle el brazo, incluso, a los mismos autores, que inicialmente le habían planificado una vida de solo siete episodios al personaje y ya lleva tres temporadas.  "Es increíble -cuenta el actor- lo que pasa con El marginal, porque cada nueva temporada hace un nuevo récord de audiencia, pero porque también se nota en la calle cómo la serie se vive apasionadamente. No me sorprende, porque había visto algunos capítulos de esta tercera y estoy convencido de que va a ser la mejor de todas".

-¿Por qué?

-Es una temporada que reúne las mejores características de las anteriores. Lejos de repetirse, El marginal pule cada vez más sus virtudes. Tiene la potencia visual de acción de la segunda, pero a la vez recupera el desarrollo dramático de los personajes de la primera. Es un combo explosivo. Tiene una identidad muy definida, porque es una serie policial dramática, con desarrollo de muchos personajes, no sólo de los protagonistas. Hay varias líneas narrativas que se van armando y desarmando, según el tiempo que cuenta la serie.

-Es raro porque El marginal es una serie carcelaria, de nicho, que logró romper con el mito de que la TV tiene que hacer obras generalistas, para todo público.

-Me parece que cuando un producto tiene calidad, también tiene audiencia. El marginal tiene muchos condimentos atípicos para la TV argentina, ya que tiene mucha acción, dramatismo y humor. Esa combinación de factores hizo que sea vista por una gran audiencia. Sigo mucho las series argentinas. Desde Historia de un clan o Un gallo para Esculapio, pasando por El mundo de Mateo, El tigre Verón, El lobista o Sandro, las vi todas. La producción argentina de series acompaña al auge del género en el mundo. Hace tres o cuatro años que la industria nacional tomó conciencia de que hay que estar a la altura de lo que pasa a nivel mundial. El público hoy elige series de calidad. La TV argentina tiene muchos menos recursos económicos pero tiene una calidad enorme.

Un pibe chorro tras las rejas

-¿Cómo fue el trabajo compositivo de Diosito, teniendo en cuenta su personalidad y gestualidad?

-Fue todo un desafío. Si bien en Diosito se representa a un personaje que forma parte de un sector de la sociedad, intenté dejar volar siempre la creatividad, para poder darle alas más allá de la realidad. Partimos de una realidad, pero para hacer una ficción, que nos da la libertad de poder aportar y sumar cosas. Hay una mezcla de lo real y lo poético que la pone en un registro único.

-También es cierto que se trata de personajes que tienen un arco dramático amplio, que se desarrolla a lo largo de distintas temporadas, que además no se sucedieron en forma cronológica. ¿Es tu personaje más complejo?

-Nunca me había pasado de tener que encarar un trabajo así. Diosito me requirió tener en cuenta muchas más variables. Lo llamativo es que, inicialmente, Diosito iba a morir en la primera temporada, pero el personaje pegó tanto que decidieron modificar la idea inicial. Y eso es un mérito de todos. No es fácil su continuidad en el tiempo de la narración. Diosito tiene una ingenuidad en la segunda temporada, cuando todavía no había ingresado a la cárcel, que no la tiene en la primera, donde ya hace tiempo que está en San Onofre y está recontracurtido. En esta tercera, Diosito está madurando.

-¿Cómo encaraste la investigación para hacer de Diosito?

-Investigué mucho, tomé distintas referencias, fui a alguna villa, vi mucho material audiovisual y tomé contacto con presos. Soy un gran observador, bastante obsesivo. La investigación previa sirve para recoger el registro, pero después es la imaginación de uno la que termina aportándole un carácter al personaje. El material de cualquier prototipo de personaje está hoy al alcance de todos. Hay libros, series, documentales, declaraciones, imágenes crudas... El tema es qué hace uno como actor con todo ese material. Yo trato de no juzgar a los personajes. El mío tiene mucho temperamento, hace de la reacción una manera de ser, por eso tiene salidas peligrosas, locas, crudas o divertidas... Es un personaje que va a fondo con todo, que solo conoce los extremos. Es un personaje peligroso.

-La cárcel no parece ser el lugar para cambiar actitudes. Más bien lo contrario...

-En la cárcel se aprende un montón de cosas, el problema es que no todas son buenas. En ese encierro, Diosito tuvo pérdidas importantes, pero es un personaje que se adaptó rápidamente a ese lugar. En cierta manera, Diosito es un tipo optimista, dadas las circunstancias y todas las adversidades con las que se encuentra. Habrá que ver qué pasa cuando el personaje salga de la cárcel, si es que esa situación sucede alguna vez.... qué tanto aprendió y qué no. Lo que parece claro es que el sistema carcelario no contiene adecuadamente a todos los presos.

--¿Creés que Diosito no sólo es victimario, sino también víctima de la sociedad?

-Sin dudas. Tengo la idea de que todos somos originalmente víctimas del lugar que nos tocó. Nadie elige desde su nacimiento dónde vivir, cómo vivir, con quiénes y con qué posibilidades de desarrollo... En ese punto, todos somos inicialmente víctimas. Después, claro, la vida nos da la oportunidad, o no, de convertirnos en otra cosa. Uno puede seguir el camino más fácil, que es entregarse al mundo de la gente que lo rodea y en el que uno vive; o puede pelear para buscar otras realidades y reconfigurar su identidad. Estuve en distintas villas y ahí uno ve más gente honesta y laburadora que delincuentes. Tampoco es sencillo salirse de la realidad que les tocó vivir e ir por el camino del trabajo y la honestidad.

-La serie tiene altos niveles de violencia. Es el registro elegido para contar la historia, pero muchos se preguntan si es adecuada su estetización.

-Son decisiones de la producción, que eligió contar una trama fuerte y sin solemnidad. El marginal es una serie violenta. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no. Creo que lo interesante de El marginal, mas allá de la polémica, es que pudo plasmar un registro muy real y crudo, que puede resultar chocante pero que a la vez demuestra el nivel de producción alcanzado por la serie. Esa crudeza atrapa también a muchos espectadores.

La fama no es para cualquiera

Con 31 años a cuestas, Furtado hace siete que vive en Buenos Aires. A la desestabilización que provoca el desarraigo de su país natal, al actor se le sumó tener que lidiar en poco tiempo con las mieles de la fama repentina. “Para esta carrera soy un pendejo, me falta tomar mucha sopa todavía”, reconoce, entre risas. ¿Cómo se lleva con la fama? “Uno estudia para actuar pero no para manejar la popularidad. Hago lo mejor que puedo. Trato de no marearme ni perderme. El tema es que cambia mucho el entorno, por lo que se vuelve inevitable no cambiar en ciertos aspectos", confiesa, no sin dejar de transmitir cierta melancolía.

-¿En qué percibís ese cambio?

-En todo, en el día a día, en la gente que te cruzás, en los saludos, en que perdés el escudo del anonimato. 

-¿Sentís que quedó poco de aquél pibe que llegó de Montevideo?

-Yo no dejo de ser quien fui. Mi esencia está intacta. Por supuesto que, después, tuve aprender a acomodarme a la popularidad, a ajustarme a ciertas situaciones, personas y a un medio que no es igual a cualquier otro. La dificultad es seguir siendo el mismo habiendo adquirido notoriedad pública.

-¿Padecés la popularidad?

-Si pudiera elegir, elegiría no ser conocido. Me gusta pasar inadvertido. Ojalá pudiera actuar y ser un desconocido cuando se apaga la cámara. Me gustaría tener la vida que tenía antes. Nadie está preparado para la fama. La popularidad te cambia la vida. Uno es realmente aquél que fue.

-¿Le cuesta ver la realidad, sumido en el mundo artístico en el que vivís?

-La realidad la veo, la observo y la padezco. Todo el tiempo. No me puedo abstraer. Veo lo que pasa y hasta me siento a tomar un café o un jugo de naranja con algún vendedor ambulanteo. Mas allá de lo que digan los diarios y la tele, me gusta ver la realidad con mis propios ojos. No hay mejor termómetro social que el contacto con la gente. Cada vez me tomo menos el subte y el bondi, pero trato de ser consciente de lo que le pasa al otro.

-¿Le interesa la política? ¿Cómo ve la situación del país?

-No hablo de lo que no sé. No me siento capacitado para hacer públicamente un discurso político. Obviamente, que me interesa la política y creo que es una herramienta fundamental para cambiar las cosas. No me da lo mismo ni me es indiferente. Así como soy de obsesivo como actor, tiene que haber mucha gente que sea igual de obsesiva en la política, militando y perfeccionándose. Estamos atravesando un momento complejo, con mucha falta de trabajo, uno lo ve todo el tiempo. Me gustan los políticos que honestamente se comprometen, que trabajan por el bien de todos y especialmente de los que menos tienen.


Otro proyecto televisivo

  Mientras se lo puede ver en la tercera temporada de El marginal, Furtado ya está embarcado en otro proyecto televisivo. Por estos días, el actor está grabando Entre hombres, una producción original de HBO, realizada por Pol-Ka. “Es una serie de cuatro capítulos, basada en la novela de Germán Maggiori. Es un policial negro, fuerte, con una gran realización. Mi personaje se llama Mosca, hago dupla con Diego Cremonesi. Somos dos chorros, que andan detrás de tranzas y chanchullos arriba de una camioneta. La trama hace foco en estos dos chorros, pero para mostrar también cierta corrupción policial y política. Va a dar que hablar”, anticipa. En la serie, Furtado vuelve a interpretar a un delincuente, aunque esta vez suelto por las calles y no encerrado en un penal. ¿Le tiene miedo al encasillamiento? “No le tengo miedo -aclara- porque hay proyectos de todo tipo y Mosca no tiene nada que ver con Diosito, No me molesta hacer diez chorros, siempre y cuando tengan personalidades, gestualidades y tramas diferentes”. En unos meses, además, se lo podrá ver en la pantalla grande, en una comedia romántica llamada Amor de película, que protagoniza junto a Natalie Pérez. No será la única incursión cinematográfica: también se lo verá en Porno para principiantes, una comedia con Martín Piroyansky, que cuenta la historia de dos amigos que en los ochenta tienen que hacer una película condicionada. “Es el delirio de ellos intentando embarcarse en esa aventura”, señala.