Vallado y con custodia policial. Así amaneció la sala teatral Espacio Aguirre, donde se llevó a cabo la audiencia pública para evaluar el impacto ambiental del estadio cubierto Buenos Aires Arena, que se levanta en terrenos cedidos al club Atlanta, en el barrio de Villa Crespo. Si bien ya es una marca del larretismo sellar con fuerzas de seguridad los ámbitos de discusión pública cada vez que se trata de escuchar el reclamo de los vecinos, el hecho no dejó de sorprender a quienes se acercaron el jueves al mediodía al teatro. Gustavo Perrone, uno de los 65 expositores e integrante de Vecinos Autoconvocados de Villa Crespo contra el Megaestadio Arena, dijo minutos antes de ingresar que “no imaginamos que iba a haber un despliegue policial en una audiencia convocada para que los vecinos podamos expresar nuestras opiniones”. “Reclamamos que se disminuya el tiempo de concesión de 40 a 20 años, y que se realicen sólo espectáculos deportivos, como era el espíritu de la ley original”, agregó. Por ahora, no es lo que planea la empresa que desarrolla el proyecto: ya tiene contratados a Sabina, Chayanne y Calamaro, los tres con conciertos ya anunciados... en un estadio sin habilitación.

Pasado el mediodía, la sala de Aguirre 1270, con capacidad para 90 personas, estaba colmada por vecinos, funcionarios y representantes de la empresa Buenos Aires Arena S.A. para evaluar el impacto que tendrá en el barrio residencial el proyecto del diario La Nación y la multinacional AEG, que tiene capacidad para 15 mil personas.

El encuentro no fue un debate ni incluyó preguntas del público. Los expositores, con un máximo de cinco minutos y divididos en tres categorías,  expertos por parte de la empresa, participantes (vecinos y organizaciones) y funcionarios y legisladores de la Ciudad, se limitaron a expresar sus argumentos que serán incorporados al expediente del proceso, y que tendrán su versión taquigráfica para ser consultada en la página de la Agencia de Protección Ambiental.

Las primeras tres intervenciones estuvieron a cargo de representantes de la empresa, quienes, powerpoint mediante, expusieron las detalles técnicos del proyecto, mostraron estudios de impacto vehicular y sonoro. El gerente de relaciones institucionales, Dussan David Kipperband, sostuvo que la filosofía de la empresa es “establecer en Villa Crespo el primer centro de entretenimiento internacional integrado al barrio y respetuoso del medio ambiente”. Habló de movilidad sustentable y de que la capacidad total de espectadores sólo se utilizará en contadas ocasiones. En promedio, aseguró, habrá 6500 espectadores por show. Después, dos especialistas mostraron filminas con estudios hechos por la empresa sobre el impacto vehicular y sonoro. El cierre de las expositores fue acompañado por un silencio cerrado.

Los primeros aplausos vendrían después, tras cada intervención de los vecinos. “Soy Leila, integrante de Vecinos Autoconvocados, y vivo en esa parte de Villa Crespo que dicen que no existe”, dijo la primera expositora con referencia a lo que habían sostenido representantes de la empresa, que señalaron un área despoblada en el barrio para minimizar la categoría residencial del barrio.

Interpelando a los legisladores porteños, que en su gran mayoría aprobaron el proyecto para la construcción del estadio de 28.715 metros cuadrados y que extendieron el plazo de concesión a 40 años, la vecina se preguntó: “Quién necesita este megaestadio. ¿La empresa que va a ganar millones y está exenta de pagar el ABL durante 40 años?, seguro que sí. ¿La dirigencia del club Atlanta que dice enorgullecerse de su labor social pero que no duda en destruir el barrio para salvar su pellejo?, también. Los únicos que no necesitamos el estadio somos los vecinos”.

Y continuó: “No necesitamos una empresa que como acaban de reconocer contrata plazas en garajes del barrio para cubrir la falta de estacionamiento propio, desplazando los ya escasos espacios con que contamos los vecinos. No necesitamos calles valladas que nos impidan entrar y salir con libertad de nuestras casas. No necesitamos una multitud deambulando antes y después de los recitales. No necesitamos bares de todo tipo que van a aparecer”.

Otro de los expositores remarcó que el proyecto fue sistemáticamente ocultado a los vecinos y recordó que los habitantes de la Ciudad “tienen derecho a decidir en qué tipo de ciudad quieren vivir”. En ese sentido, sostuvo que lo que se hace en la Ciudad vulnera los interese de los vecinos, que están representados en la Constitución porteña. “Hay una ley que establece que los vecinos no sólo tienen que ser consultados sino participar del proceso de gestión y del cumplimiento de la misma. Y nada de eso ocurrió”.

“Se les escondió a los vecinos las características del estadio, no se les brindó información y cada cosa la tuvieron que pelear palmo a palmo, sacársela a regañadientes a las autoridades y a la empresa”, agregó, y  señaló el carácter absurdo del nombre de ‘Microestadio’ que le puso la empresa, al recordar que “ningún Arena (marca internacional) del mundo es un microestadio”. Alertó además, como otros expositores, sobre el peligro de gentrificación que se abrirá en el barrio, y advirtió que “si como arquitecto presento en la Ciudad un proyecto donde no tengo plaza de estacionamiento no puedo avanzar, acá se ha aprobado un estadio cuando están todavía discutiendo dónde van a poner los autos”.

Alberto Aguilera, vecino de Balvanera e integrante de la red de vecinos autoconvocados Manzana 66 Verde que frenó la construcción del estadio en ese barrio y consiguió hacer una plaza y una escuela inicial para 300 chicos, dijo a este diario, que entre los cien recitales anuales y los partidos de Atlanta “los vecinos se van a encontrar un tercio del año impedido de circular libremente  por la cuadra de su casa”, y agregó irónico que “en los folletos del estadio figuran que van a dar seguridad, iluminación y limpieza de veredas. Sólo falta alguna medida para los jubilados y habría que votarlos en octubre, porque lo que están haciendo es  remplazar al Estado”.