Por Juan Francisco Ruocco

En 2016, Andrew Fishman dejó la producción del programa matutino de la National Public Radio de Estados Unidos, con una audiencia semanal de 30 millones de personas, para unirse al sitio de noticias The Intercept (https://theintercept.com/ ) A cargo de este medio está Glenn Greenwald, quien dio a conocer el caso de Edward Snowden y todos los documentos filtrados de la National Security Agency (NSA). The Intercept se caracteriza por tener una línea editorial áspera, sin reservas, frontal y agresiva, y sobre esa misión vendrá Fishman a hablar en la próxima MediaParty, el encuentro que bajo el lema “Reiniciando el periodismo” (https://mediaparty.info/es/ ) reunirá entre el 29 y el 31 de agosto a programadores, comunicadores, investigadores, diseñadores, analistas y desarrolladores en la Ciudad Cultural Konex.

Fishman fue el responsable de sacar a la luz una serie de audios y documentos que mostraban al mundo la cara más oscura del Lava Jato. Alejado de su misión y sus competencias originales, el Tribunal encargado de desarmar el caso de corrupción más grande de la historia de Brasil evolucionó en un organismo con agenda propia. Así se convirtió en un actor político que tomó decisiones que marcaron el rumbo de la vida del país vecino: el juicio político a Dilma Rousseff, el ascenso de Michel Temer a la presidencia, la cárcel para Lula Da Silva y el ascenso de Jair Bolsonaro como presidente.

La aventura culminó con Sergio Moro, principal figura en el armado del Lava Jato, como ministro de Justicia de Brasil, y con una carrera política promisoria. Hasta que apareció Fishman. Las revelaciones de The Intercept dejaron a la luz que en el proceso Lava Jato violó sus competencias, rompió el principio de separación de poderes y favoreció a sus aliados omitiendo importantes pistas dentro de la investigación. Actitudes que no se condecían con la imagen de organismo tecnocrático y neutral que Moro instaló con la ayuda de los medios más importantes de Brasil.

“Algo que no tuvo mucha atención y que necesita ser entendido mejor es la suma millonaria de dólares que se gastó en campañas ilegales y clandestinas de fake news vía WhatsApp a favor de Bolsonaro, tal como reveló el Foro de San Pablo. Sabemos que fueron financiadas por empresas, líderes y millonarios, pero después la noticia murió”, retoma Fishman en diálogo con Página|12. “Es un escándalo inmenso y que tuvo una influencia masiva, pero no sabemos el impacto total. Ves a la gente por la calle repitiendo estas narrativas creadas con mentiras, que se esparcieron por redes sociales y sitios marginales. Y no es algo sólo de Brasil, sabemos que ya pasó en España dónde también usaron WhatsApp; en India fue super importante, en Myanmar... Y podemos estar seguros de que el resto de América latina aprendió la lección, lo cual lleva a que estos métodos se puedan volver a usar.”

--¿Es posible una democracia sin privacidad?

--Siento que cada día nuestras sociedades, nuestras instituciones y nuestras vidas se están volviendo más precarias. Pienso en cualquier persona sumergida en la nueva Gig Economy de plataformas como Uber, Rappi, que trabaja por un par de centavos, cuya vida es trackeada por completo; pienso en lo inhumano y terrible que es y no quiero que haya más de eso. Estos sistemas están haciendo nuestras vidas más difíciles, más precarias, porque la gente gana menos, la vida es menos estable y gobiernos como los de Macri o Bolsonaro intentan aprobar legislaciones que van a empeorar esto dándole más poder a estas compañías.

--¿Qué nota usted como reacción de los ciudadanos?

--Hay un entendimiento de que la cosa no va bien, de que no nos dicen la verdad. El Lava Jato nació como una fuerza anticorrupción, y combatir la corrupción se trata de transparentar a los poderosos, de llevar a la luz pública a las personas que abusan del poder o de las instituciones. Sin embargo, nosotros transparentamos el trabajo del Lava Jato y eso les creó problemas. Lo que mostramos es que hay que atacar la corrupción en un sentido amplio, incluso en el poder judicial de Brasil. Hasta ahora, las instituciones políticas y el propio poder judicial miran para otro lado, no tomaron acciones respecto de lo que nosotros informamos.

--Todo este asunto también pone de relieve la connivencia entre actores políticos, empresas de datos y medios de comunicación.

--Está claro que necesitamos más transparencia para saber cómo se manejan las corporaciones y el gobierno. Porque cuando ves cómo trabajan, podés llegar a conocer qué es lo que realmente hacen, cosas con las que uno no está para nada de acuerdo. El caso Snowden fue revelador. Entonces te das cuentas de que las instituciones están rotas, que no trabajan para vos, que no te están “protegiendo”. Cuando te das cuenta de eso, sos más consciente de que te tenés que proteger a vos mismo. Si Facebook le vende mis datos a gente que intenta manipular las elecciones en mi país, o les da acceso a mis datos a gente que quiere influenciar la opinión pública, entonces deberíamos tener a Facebook más a raya, exigirle más transparencia. O ni siquiera tener una cuenta en esa plataforma. Se necesita crear el momento propicio para empujar esta agenda.

--¿Tuvo problemas a partir del enfoque de esta investigación?

--Cuando molestás a gente con poder y estás en la primera línea tenés que aprender varias cosas. En principio sobre seguridad digital: encriptar tus comunicaciones, separar la información para limitar accesos externos y evitar riesgos de hackeos. Y además en Brasil necesitás seguridad física, porque es uno de los peores lugares para hacer periodismo de este tipo. Me encantaría no tener que preocuparme de estas cosas pero cuando hacés periodismo a la ofensiva necesitás tener esto en cuenta, más que nada porque The Intercept nació con los archivos de Snowden y lo aprendimos a la fuerza.

--¿Cómo ve el futuro en Estados Unidos, Brasil y nuestra región?

--Soy estadounidense y Trump es el presidente allá. Vivo en Brasil hace diez años y Bolsonaro es presidente acá. No soy muy optimista sobre el futuro, aunque creo que la juventud tiene una visión más positiva de todo esto y en general son más abiertos de mente que los adultos. Pero no tenemos mucho tiempo: tenemos un desastre ambiental a punto de golpearnos, la tecnología avanza más rápido de lo que podemos ajustarnos, estamos expuestos a todo tipo de operaciones de guerra psicológica que afectan elecciones. E incluso, en breve, por todo el tema de los deep fakes, no vamos a poder confiar en nuestros ojos para discernir si un video es falso o no. Y parece que la mayoría de la gente está como rendida, agotada de la política.

--El manejo gubernamental de nuestra información privada, ¿podría habilitar un nuevo tipo de autoritarismo?

--Nuestra privacidad está bajo un ataque constante y creo que esto se va a incrementar, y por cómo se están dando las cosas tal vez el futuro sea más oscuro y autoritario de lo que era hace poco. Y se viene una nueva recesión global, una depresión, la caída de las acciones. No sabemos cómo eso puede ser explotado tampoco. La única forma que encontré para lidiar con la ansiedad es haciendo periodismo, tratando de informar a las personas y crear más conciencia cívica en la sociedad, manteniéndose activo y esperando que la gente se informe y se ponga al día con estos temas.

--¿Existen las operaciones de guerra psicológica o son un mito?

--Se engaña a sí mismo cualquiera que no crea que hay operaciones psicológicas financiadas por el Gobierno o por empresas privadas, que afectan las elecciones o la opinión pública. No quieren creerlo, pero es verdad. Tenemos evidencia. Una de mis primeras historias del archivo Snowden fue en 2015: el grupo GCHQ, la agencia británica de vigilancia asociada a la NSA, tiene una división especial que trata sobre operaciones psicológicas. Y uno de los primeros casos que cubrí fue que estaban haciendo operaciones en Argentina sobre las Islas Malvinas, tratando de aumentar el apoyo a los británicos entre la población argentina. Era un un caso más pequeño, de prueba. Pero no sólo ellos, la NSA tiene un presupuesto de 40 mil millones de dólares, es ingenuo creer que todo este dinero que va a organismos opacos sin supervisión no termine en actividades de este tipo. El escándalo de Cambridge Analytica dejó todo bien claro: el principal objetivo es la opinión pública. Además están China, Rusia… y bueno, Israel, que es líder en esto.

Más allá de los recaudos a la hora de aceptar términos y condiciones y utilizar herramientas digitales, ¿cómo pueden protegerse los particulares de este avance?

 

--Lo importante es que una vez que la gente entiende que esto sucede es cómo el efecto de una vacuna. Estas operaciones son efectivas porque la gente no lo sabe, en cambio cuando la sociedad empieza a entender, a discernir lo verdadero de lo falso y ser un poco más precavida y desconfiada, esto pierde su efecto. No es un lugar fácil donde estar, pero cualquier periodista joven con ganas de tener un impacto real en la sociedad tiene que estar enfocado en esto, porque las implicancias son, por ahora, imposibles de imaginar.