Una pregunta que me hago siempre: ¿qué sería de uno (de mí, en todo caso), de haber nacido en una casa oligarca, de haber nacido heredero? ¿Sería uno de esos chetos angurriento y burro que han transformado esta maravilla de país en un páramo, o mantendría conciencia social y solidaridad ante los otros? ¿Hablaría de lucha de clases o estaría esquiando en Europa en verano? Hacerse este tipo de preguntas no es una tontería. Las respuestas te ayudan a saber lo que sos y hacia dónde vas. Y sobre todo, en qué compañía.

Así, a puras preguntas y respuestas, un día asumí que soy pobre. Eso me facilitó muchísimo las cosas. No es que duerma en la calle ni me hayan faltado viajes ni pagarme unos antojos (aunque si quieren donar algo, les mando mis datos bancarios). Pero soy de esa clase media que se balancea en el borde del barranco y que bastaría un viento fuerte para hacerla caer. O sea, pobre. Saber eso calma. Así uno evita cagar más alto de lo que le da el culo y entiende de qué lado de la trinchera está. O debería estar. Y que podés hablar de conciencia o de lucha de clases más allá de la teoría. Sos pobre.

Vea qué contradicciones nos muestra este sencillo plan de preguntarse y contestar, que además te ahorra el psicólogo. Si uno demanda que la gente tenga conciencia de clase, entonces está justificando a los chetos. La conciencia de clase de los chetos los vuelve inevitablemente nuestros enemigos. Su conciencia de clase los lleva a odiarnos y a ponerse en la vereda de enfrente. No hay otra, vea.

Pero las preguntas no se terminan acá. Me pregunto si esta historia que vivimos hoy se repetirá alguna vez, sea como tragedia, farsa o absurdo. Ya la vivimos al menos una vez, y la volvimos a vivir, ahora. La lógica indica que se repetirá. ¿Dentro de veinte años? Nada indica que no sucederá. Los ciclos políticos suelen darse así. Entonces, ¿no es posible evitarlo? ¿O, al menos, aprender la lección para que cuando suceda nos encuentre con los salvavidas inflados y una vianda para el viaje a las profundidades de la pobreza?

Las preguntas correctas serían: ¿por qué no sucedería? ¿Qué haremos para evitar que nos vuelvan a saquear? Porque si no hacemos justicia, los chetos se van a quedar agazapados ahí, con toda su asquerosa plata robada, comprando voluntades hasta que encuentren al gerente de turno que les permita volver. Porque si no rompemos esa estructura de poder creada a base de guita, medios y jueces nos van a poner palos en la rueda una y otra vez hasta que caigamos. Es más que obvio. Ellos tienen paciencia. ¿Sabe por qué? Porque no pasan hambre.

Otra pregunta, de las importantes: ¿cómo saldremos de ésta? ¿Habrá salida? Es obvio que con la deuda nuestra soberanía está comprometida seriamente. Ante teníamos un plan para poner satélites en órbita y hoy tenemos el emoticon de un mate. Cambiamos. Acá sería bienvenida una buena cuota de humor político a manera de respuesta. Pero mi horno no está para bollos, doña, aunque por estos días haya sonrisas de alivio y ganas de bailar para sacarse el entumecimiento y la represión. ¿Cómo saldremos de ésta?, es la pregunta.

Este latrocinio se contará dentro de doscientos años (el mundo explotará, pero los argentinos seguiremos estando allí), tal como nosotros contamos hoy la campaña del desierto. Aquello fue una masacre y un gran robo, del que los ladrones no devolvieron nada. ¿Será esto un robo de igual magnitud y sin culpables en cana? ¿Preguntas sin respuestas?

Me pregunto también si los argentinos cometimos algún error garrafal en el pasado y estamos pagando las consecuencias. ¿Quisimos construir la torre de Babel o nos morfamos la manzana del vecino que resultó ser la del árbol del conocimiento del bien y del mal? ¿Acaso Dios abandonó a los pobres, al Amazonas, a los refugiados, sólo para dedicarse a castigarnos a nosotros? Porque es inexplicable que nos meen los elefantes con tanta facilidad. ¿Será por los traidores internos? Pero otros países tienen traidores internos y no viven las mismas cosas que nosotros.

Y al final la gran pregunta: ¿ser o no ser? ¿Aceptar que somos lo que somos y chau, que vamos siempre a ser imperfectos, al punto que los diarios extranjeros titulan "Argentina otra vez en crisis" como si debiéramos repetir ese ciclo infernal, sí o sí? ¿O salimos a la búsqueda de un nuevo destino, algo como intentar ser Australia, Canadá, España, lo que hace lagrimear a los amantes de lo extranjero? Está difícil, ¿no? Para eso deberían cambiarse demasiadas cosas. ¿Es posible?

Algo deberíamos hacer con esa historia nuestra que se repite y nos deja secos como lengua de loro a nosotros, y más ricos a los chetos. Al menos deberíamos pensarlo, ¿verdad? Analizarlo, darle algunas vueltas, pensarlo, para que no se repita con tanta fidelidad.

Yo me comprometo a pensar algunas ideas para que esto no suceda. Tomo el silencio de ustedes como una forma de acompañamiento. Mientras tanto, a rodar, mi amor, porque no hay otra. Habrá que mendigar a los organismos internacionales y apretarse los cinturones hasta lo impensable. Para el primer compromiso de pago con el FMI ya tengo una idea: en cambio de guita, le mandamos unos peronistas para estudiar, como antes hicieron con los indios. Quizá con eso los mantengamos entretenidos. No deja de ser motivo de estudio esa gente que no se quiere morir así nomás y que, todo indica, sobrevivirá largamente a las cucarachas en caso de catástrofe mundial. El problema es que no van a poder diseccionarlo así nomás de la piel dura de tanto aguantar latigazos y el peso de la historia.

 

javierchiabrando@hotmail.com