“Fui violada por mis padres, que son pedófilos”, dice, con naturalidad y casi sin que se le desdibuje la sonrisa, la mujer que lleva adelante ante la Justicia una causa para cambiar su nombre y apellido de nacimiento por el de Mariposa Blanca. Ella afirma que su padre, que fue intendente de una pequeña localidad, es exmontonero, y que su carácter de funcionario lo ayudó a mantenerse impune hasta el día de hoy. “Las personas que me violaron lo hicieron durante dieciséis años”, afirma más adelante una chica llamada Mariana. “Éramos tres hermanas y nos violaron a las tres”. Una mamá que coordina grupos de concientización descubrió después de separarse que su ex, maestro primario para más datos, abusaba de su hija todos los sábados a la tarde, cuando la tenía con él. El caso de Sebastián es, si se quiere, más “clásico”. Exalumno de un conocido colegio religioso, un cura abusó de él a los 13 años. Y de varios más, según descubrió cuando empezó a averiguar.

Pocos temas revisten más urgencia -por el horror y sufrimiento que conlleva, por la desprotección en que se desenvuelven las víctimas, por la “simpatía” que el sistema judicial sigue teniendo por los culpables- que el del abuso de niñas y niños. Valeria Sartori, realizadora de La voz propia (ganadora de dos premios en el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos) reserva un espacio neutro, de paredes blancas, para las entrevistas más largas con víctimas de abuso. Aunque una chica, objeto de abuso paterno, hace una distinción tipológica. “No sos víctima, sos sobreviviente. La víctima es la que se resigna a cargar con el fardo que el victimario le impuso. El o la sobreviviente, en cambio, se rebelan contra su destino, buscan sobreponerse a él".

Tal como en cine enseñó el maestro Eduardo Coutinho (en películas como Jogo de cena, As cançôes y Últimas conversas), una entrevista de cierta extensión permite que las máscaras se debiliten. Y eso es lo que sucede aquí, en más de un caso. Quienes tienen el tema más elaborado hacen pensar, en cambio, en flores que crecen en los muros, con la máxima potencia.

Sartori dedica el resto del metraje a los discursos que atraviesan la problemática del abuso. Asociaciones o grupos que ofrecen la posibilidad de compartir el tema, un acto frente al Congreso exigiendo que se cumplan las pocas condenas de abusadores que la Justicia “accede” a librar, una breve intervención del periodista Marcos Mayer, autor de uno de los escasos libros sobre el tema (La infancia abusada). Y sobre todo, por la cuota de clarificación que conllevan, declaraciones de especialistas.

La psicóloga Beatriz Müller y el Juez Rozansky son seguramente quienes aportan los datos más precisos. Que de mil abusos se esclarece uno, que el abuso es el crimen más difícil de investigar (por la red de silencios que se teje alrededor), que las falsas denuncias que defensores y cómplices suelen alegar son casi enteramente inexistentes. “¿Alguien conoce algún abusador condenado?”, se pregunta por allí. Alguno hay. Pero sale a mitad de la condena, por buena conducta. Y conviene tener en cuenta que el abuso es un crimen, o una enfermedad, que no se reconoce a sí mismo, y por ende tampoco se cura.

LA VOZ PROPIA                       6 PUNTOS

Argentina, 2018

Dirección y guion: Valeria Sartori

Montaje: Iair Michel Attías

Duración: 71 minutos

Estreno en el Malba, los sábados 7, 14 y 21 de setiembre.