La postergación del debate ambiental en la Argentina, responsabilidad de todas las fuerzas políticas con algunas pocas excepciones, es el resultado de lo que fue una desaguisada gestión en el área.

Durante estos cuatros años de gobierno, vivimos una total incapacidad de ejecución que demostró que el macrismo no estuvo a la altura de las circunstacias, y es por eso, que ya en la retirada --y en medio de un notorio deterioro de su poder--, la gestión de Macri irrumpe en forma extemporánea con la desregulación de los controles y la facilitación del ingreso de distintos tipos de residuos (peligrosos para la conservación del ambiente y la salud pública).

La norma emitida, con carácter de decreto, estrangula los conceptos y nos pone a discutir muy atrás respecto al debate que resta hacer en la Argentina.

Convenientemente tratados los residuos con certificación en origen, y transformados así en mercancías, sería habilitado su ingreso a la Argentina. Veremos luego como el lenguaje comercial no es sólo un modo de expresión sino más bien de concepción general.

Pero si de aislar el problema productivo del reciclado de materiales se tratara, hay que aclararle al Presidente el primer elemento de la economía política del sector: se deben tratar los residuos que se producen en la Argentina, no hace falta importar residuos “transformados” en mercancías. Es algo tan básico, como que es mandato constitucional.

La destrucción del valor ambiental en vastos territorios del Amazonas repone una discusión central para les argentines: cómo equilibrar y hacer convivir protección ambiental, desarrollo y soberanía nacional. Mercantilizar decisiones de política ambiental lleva a engendros como este: el macrismo no puede dar la discusión pública sobre la preservación del ambiente. No llama la atención, casi no puede dar ninguna discusión pública.

La legitimidad de esta norma emitida por el Presidente es muy dudosa. ¿Cómo un gobierno que adelantó en forma irresponsable la transición política real en la Argentina se va a largar a facilitar el ingreso de basura al territorio? Es realmente insólito.

Las normas ambientales se piensan en el contexto de modelos de desarrollo, regímenes de acumulación y niveles de apoyo en la sociedad. En los tres casos se anotan fracasos del macrismo. Severos.

El modelo liberal desregulador empeoró la concentración económica y no promovió ningún impulso de inversiones. Salvo para los conspicuos operadores presidenciales que hacen negocios en sectores estratégicos, como la energía, la logística y el transporte aerocomercial, la mentada liberalización de mercados no produjo ningún rendimiento social y económico.

El régimen de valorización financiera termina con la Argentina arañando los márgenes del agujero negro de una brusca licuación real. El Presidente no puede ni siquiera sostener el apoyo de su núcleo rígido de votantes, en medio de una dilución de su poder, muy preocupante, que hace que propios y extraños le reclamemos responsabilidad y previsibilidad.

En materia ambiental, hay que sumar controles, no "menos controles”.

Confundido en ese cuadrante ultraideológico de la desregulación y los negocios todo fue a prueba y error. Por ejemplo, la iniciativa de incineración de residuos en la Ciudad de Buenos Aires fracasó... por no ser negocio.

La importancia del resultado electoral del próximo 27 de octubre queda resaltada en el terreno ambiental. Amazonas es un claro ejemplo; si el eje que va de Trump a Bolsonaro se extendiera hasta Macri el patrimonio estratégico de generaciones de argentines sería seriamente amenazado.


Eduardo Epszteyn fue ministro de Medio Ambiente de la Ciudad de Buenos Aires.