En Buenos Aires, un viernes cualquiera pasa de todo. Digan lo que digan los agoreros del rock argentino, la oferta musical suele ser abundante y variada, una demostración de los fértiles tiempos que corren en la escena independiente. Pero hay noches en las que todas las señales de tránsito apuntan al mismo lugar. El 2 de noviembre de 2018, ese lugar era Lucille.

Cualquier oportunidad es buena para experimentar en vivo a Las Bodas Químicas, pero la cita en el boliche de Palermo tenía un atractivo especial. No se trataba solo de la elegancia de los caireles flotando sobre el escenario, y la nada despreciable ventaja de un buen sonido: junto a la banda iban a estar amigos como Sergio Dawi y Richard Coleman, y ahí el asunto cobraba carácter ineludible.

Las Bodas Químicas nació como trío y como trío consiguió infinidad de matices: entre José Lavallén, Andrés Tersoni y Nicolás Daniluk construyen un universo que desmiente la supuesta modestia de un esquema de tres personas. Pero su entramado admite siempre nuevas pinceladas, y por eso se convirtió en cuarteto con el DJ Roco Collado, y por eso Dawi se fue convirtiendo en una visita habitual, y el cruce con Coleman dio resultados tan notables como “Revel”, el single lanzado el año pasado en el que demostraron la naturalidad de su relación.

Todo eso encontró un perfecto resumen esa noche de noviembre en Lucille, donde –por si faltaba mística- entre el público andaba un tal Skay Beilinson, que terminaría fundido en un demorado abrazo en camarines con su ex compañero Redondo. Lo que pasó en el escenario fue de esas cosas que hacen que uno después mortifique a sus amigos con el típico “cómo te perdiste ese show!”. Afortunadamente, la banda decidió publicar el EP Convite, cuatro momentos que sirven de perfecto ejemplo y demostración, puestos a disposición en las plataformas digitales.

Porque “El mismo enemigo” no es solo uno de los grandes momentos de Juguete de Troya, es también la apertura ideal para recordar la ligazón espiritual entre el público y la banda, esa afirmación fundamental de que “difícil es no simpatizar con vos: tenemos el mismo enemigo”. Es solo el aperitivo de tres de los platos más fuertes que hubo esa noche palermitana, que podría haberse lanzado completa si no fuera porque –entiéndase esto como una gran noticia- Las Bodas Químicas están a punto de editar su nuevo disco de estudio.

Para matizar la espera por esas nuevas canciones, Convite sigue con Dawi y sus seductores mundos oníricos para “Loser de neón”, que hoy parece haber estado siempre predestinada a que esta colaboración se produjera. Y el festín continúa con lo que fue una de las cimas de aquel show: Lavallén y Coleman arrancan en soledad con sus guitarras y voces rindiendo tributo a “Corre la voz” (gran momento de Incandescente, el segundo disco solista de Coleman), y de a poco se suman Tersoni, y Daniluk, y Roco y Dawi para agregar capas de sonido y sutilezas, para terminar edificando un monumento a la canción rock, un final épico que hace imaginar el sonido de las mandíbulas que pegan contra el piso. Como perfecto postre para la fiesta, la versión en vivo de “Revel” consigue mejorar aún más –si es posible- lo obtenido por la banda y Richard en el estudio.

Entonces: a pesar de que a veces las señales de tránsito parecen ponerse de acuerdo en señalar el lugar donde tocan Las Bodas Químicas, hay quien aún no los vio en vivo. El flamante EP es, precisamente, un Convite a que no dejen pasar la próxima ceremonia: el 9 de noviembre presentarán en el mismo Lucille su nuevo disco, y suena a cita de honor.