Hoy en día se pueden escuchar, en la diversidad ciudadana, conceptos que aprueban la exclusión social de las personas que portan determinadas características. Sea esta sobre su raza, su país de origen, si es de un país periférico asiático, sudamericano o africano, su color de piel, su clase social, su edad, si tienen ayuda social, el lugar donde y como viven, etc.

En otras épocas, se sancionaban estos pensamientos diciendo, en forma metafórica, que todos teníamos dentro de nuestro ser un “enano fascista”, como manera de expresar la posibilidad de que un ser cupiera dentro de otro y pedir perdón por la culpa. Lo nuevo, que contrasta con la década anterior, es que ahora estos conceptos son enunciados públicamente desde el poder Ejecutivo, Legislativos y el poder mediático avalando y provocando el reflejo en la población. Promoción que da sentido y desenmascara otro sesgo de la grieta.

¿En que nos basaríamos para juzgar estos pensamientos como indeseables, reprimibles, o que sea necesario transformarlos, en tanto son propios del humano, o al menos se tendría el derecho de poder pensarlas o imponerlas, si se tiene los medios por elección democrática? 

Uno supone que bastaría decir que son otros seres humanos pero esta visión parece que es considerada falsa, oportunista, partidaria, ideológica, etc., como manera de anularla.

En el diálogo con sujetos de dichas enunciaciones nos damos cuenta de que no tienen claro las raíces, las causas y consecuencias de este decir ni de las implicaciones culturales, sociales y económicas que dichas ideas trae aparejado. Tampoco son conscientes del perjuicio en su propia contra porque ellos también están incluidos en la exclusión. Negación que se sostiene en el acuerdo con ella.

También se observa el regodeo gozoso en la expresión pública de la desvalorización, desprecio y desestimación hacia las personas que se quiere excluir. Ideas que son presentadas como una verdad revelada de todos pero que solo ellos se animan a enunciar como un sentir íntimo que consideran suficiente para validar dichos actos del pensamiento.

Son expresiones que no están avaladas por ningún estudio social, ni psicológico, ni económico, que en general dicen lo contrario, o se refrendan en realidades construidas para cada acto de exclusión (conocer personas que cobra un plan en alguna de las formas indebidas que puede haber, delincuentes que nacieron en un país periférico o viven en una villa o son jóvenes, etc.).

Si profundizamos en su lógica de existencia vemos que son ideas pre-culturales y pre-sociales que nos llevarían a una lucha, no de clases, sino a una lucha cuerpo a cuerpo entre todos los seres humanos, porque la exclusión sería reglada por el capricho del poder y desencadenaría una mayor violencia, o sea que no sería posible construir el escenario de una sociedad cultural humana actual.

Estos pensamientos públicos se pueden definir como obscenos en tanto caen por fuera de la legalidad cultural. Esta actitud obscena de la política (la de la persona del político es otra) es posible porque el relato político permite que se sortee el cuestionamiento ético tras lo que ubica como autenticidad y espontaneidad propia, siguiendo el relato actual del sinceramiento individual.

Esta forma de apreciación de la realidad no escapa al mundo humano. Todas las patologías, como también las patologías de la discriminación, se constituyen en el ser humano sobre las formas en que se construye el psiquismo del sujeto. En amplio sentido, Freud ubica el campo de lo social como una consecuencia de la sublimación de la perversión estructural del sujeto.

El relato político, como discurso de la escena social, realiza un proyecto de país para todos los habitantes y la relación al mundo. Pero en este caso es el relato mismo el que promueve modalidades de expresiones concordantes con las formas lógicas que siguen los caracteres de la perversidad anulando los instrumentos que posibilitan la inclusión en la red social. La expresión pública, del goce personal de la exclusión, queda por afuera de la red simbólica de la escena social al no poder incluir a todo otro. Su decir responde más a la caracterología onanista o suicida en las actitudes sociales que se estimula en las personas.

La ideología de este relato apunta a valorizar el acto de exclusión autorizando a quien lo enuncia y, a través de la resignación, busca que se acepte ser un excluido. En forma psicopática justifica su mirada en la reacción posterior de los excluidos. Sin embargo el objetivo del relato es claro, sabe del perjuicio, por ello dicen que excluir es parte de la herencia recibida. El gobierno anterior lo tuvo que haber hecho y no lo hizo. El trabajo sucio: ¿para quién están trabajando?

¿Cuáles pueden ser los motivos por lo cual hoy encontramos una proliferación de estos conceptos, no solo en la población sino también en el poder gobernante elegido? 

¿Se puede culpar al pueblo que, en general y mayoritariamente, solo somos los reproductores y a través de lo que decimos se puede identificar el relato ideológico que desencadena los pensamientos y los objetivos que se persiguen?

¿El gobierno anterior solo pudo poner bajo una alfombra estas conductas? ¿Quiénes son los culpables de haber causado e impulsado a la sociedad a esta actitud? ¿Los que enuncian estos pensamientos se harán responsables de las consecuencias de sus decires?

El desconocimiento, la saturación, la rebeldía o el argumento de que es un fenómeno mundial no excluyen nuestra implicación ética al participar tacita o expresamente de estos actos y sus consecuencias. Mas allá del partido político o el poder de turno está en juego la trascendencia y la evolución de la dignidad humana.

* Psicoanalista.