Delfina Campos le dio un cierre a una relación muy larga, renunció a su laburo en una revista aburrida de distribución privada y se fue de viaje con sus ahorros. A comienzos de 2016 cayó en Nueva York, en la casa de un primo. Estuvo tres meses, sin demasiadas certezas pero con una misión clara: “Meterle mucho a la música”. Y animarse a defender esas canciones que cada tanto escribía pero que nunca mostraba. Hizo cursos full-time de composición, jazz, improvisación, pero la flasheó con un taller de escritura de canciones. “Me destrabó y me empecé a animar a mostrar mis temas. Me empezó a meter en un fluir de hacer, de productividad”, dice quien canta desde los 7 años pero siempre había tomado la música “como un hobby, de una manera muy caprichosa”. Ahora, con 29, las cosas ya no son así: en 2018 publicó el EP Aurora , este año sacó dos simples con identidad propia (Luminosidad y Ultravioleta) y mañana tocará en Niceto Club junto a la uruguaya Alfonsina y a Los Siberianos.

 

Encarar la música desde la presencia vital que tiene hoy en su vida es nuevo. Tuvo que atravesar un largo proceso para presentarse en público: romper mandatos, juntar coraje, amigarse consigo, encontrar su voz. “Empoderarse”, dice. “Agarrar tu intimidad y tus vivencias más subjetivas y proyectarlas hacia afuera es un acto de absoluta fortaleza. Me sentí liberada. Ahora que miro para atrás, todo tiene sentido: la música fue mi primer amor, siempre estuvo ahí. A los 12 empecé a escribir canciones en plan catarsis. Se las mostraba a mis amigos, pero las metía abajo de la alfombra. No me animaba a salir a tocarlas: eran muy íntimas y me sentía vulnerable. Encima iba a un colegio de Vicente López que no era del palo de la música, era católico y solo de mujeres. ¡Soy una sobreviviente!”, bromea.

En Nueva York, Delfina conoció a Joe Harrison, un productor “muy groso, que ahora es amigo”, y que trabaja en los Diamond Mine Studios, donde ha grabado, por ejemplo, Amy Winehouse. “Me invitó a conocer el estudio pero era todo un delirio: empezamos a joder ahí y me grabó algunas cosas medio clandestinamente, a la noche, cuando el estudio no se usaba. Y de ahí salieron tres temas, desde un lugar de juego”. El resultado fue su primer EP, Los valientes (2016), un disco medio folk, acústico y con influencias del soul que le dio la excusa perfecta para empezar a creer. “Llegué ese año a Buenos Aires, saqué el EP, armé mi banda y empezó otra etapa. El proyecto musical empezó a ocupar todo en mi cabeza; mi corazón está abocado ahí”, resalta esta cantante y compositora porteña, quien también es periodista y hace podcasts de música para La Nación.

¿Cómo fue que ese “encuentro” con tu voz determinó tu música?

--Uno va cambiando, y su manera de usar la voz también. Hice un camino que comenzó a los 7 años, cuando me mandaban a comedia musical. Más tarde empecé a cantar soul con el furor de Joss Stone y Amy Winehouse. Al principio te mimetizás pero después vas quedándote con lo bueno que te deja esa escuela o ese artista, y así vas armando tu estilo. Me gustan mucho las voces de Morrissey y Angel Olsen. Cada vez me gusta más ir a algo más crudo y despojado posible. Como premisa, algo que quiero que defina al proyecto es la voz como eje central. Y jugar con los matices. Me siento muy cantante. Quiero exprimir la voz como instrumento al máximo pero desde un lugar muy orgánico.

La actualidad de Delfina transmite entusiasmo e inspiración. Está en pleno crecimiento artístico y encontrando su estilo. El año pasado lanzó su segunda tanda de canciones en Aurora. “Este EP conecta con bandas que estaba escuchando en ese momento, como Pixies, Pavement o un Bowie más setentoso”, detalla esta cantante que se crió en una casa en la que se escuchaba por igual a Caetano Veloso, Mercedes Sosa, Genesis y Celine Dion. Este año lanzó Luminosidad y Ultravioleta. El segundo simple, además, es una especie de corto cargado de drama y oscuridad. “Ultravioleta tiene algo esotérico, me interesa lo que no se puede explicar con palabras. Es la canción con la que más orgullosa me siento a nivel producción, pude plasmar lo que sonaba en mi cabeza”, dice esta música de voz enigmática y nocturna.

 

¿Qué tenés en cuenta a la hora de lanzar simples? ¿Te interesa más que pensar en un disco?

--Por más que todos me dicen que no lo haga, estoy pensando en un disco largo. Está en crisis el disco, lo sé. De todas formas, los artistas que admiro y son contemporáneos hacen discos. Quizás es romántico a esta altura, pero no lo pienso desde una óptima de consumo o recepción. Me interesa mucho la idea de hacer un trabajo más conceptual, más ambicioso, que tenga transiciones y climas. Hay cosas que no podés hacer en tres minutos y medio. Saqué los simples porque todavía no tenía material para hacer un disco pero tenía algunas canciones que quería publicar.

Claro, hay que mostrar cosas nuevas y actualidad…

--Aunque es medio esclavizante, hay que mantener las redes y demás. Hay mucha neura, hay una cosa medio jodida que tenés que saber manejarla: “Siempre tengo que estar dándote una novedad, un caramelito”. Y me quiero cagar en eso un cacho. Los tiempos de uno son tan únicos y los del afuera están tan estandarizados, que en algún punto es absurdo obedecer a eso. Tengo momentos en los que me expongo y me abro hacia afuera, y otros en los que necesito replegarme y pasar días sola en mi casa tocando la guitarra en piyama y sin ganas de ver a nadie. Hay que respetar esos espacios, y más si estamos hablando de arte.

* Delfina Campos toca el jueves 19 de septiembre a las 20.30 en Niceto Club, Niceto Vega 5510. Junto a Alfonsina y Los Siberianos.