Después de seis años de sembrar misticismo y épica por los escenarios porteños, con shows más parecidos a un exorcismo o a un ritual chamánico que a un concierto de rock, Qome finalmente publicó su primer disco, el EP Wueya. El trío formado por Joaquín Gómez (voz y guitarra), Alan Suez (sitar y sintetizadores) y Joaquín Adler (bajo) inicia así una nueva etapa, con flamantes canciones en diferentes formatos, estrenos audiovisuales y una vuelta al vivo luego de casi un año de silencio. Es una alegría para los seguidores que llenaban casi religiosamente cada show de una de las bandas más atípicas e indescriptibles de la escena independiente porteña. La falta de un registro grabado solo enfatizaba esa condición: se llegaba por recomendación y para escucharlos había que ir a verlos. Y es casi un hecho: ir una vez daba ganas de volver. Y así.

 

Dejar de una vez el estatus de permanente work in progress no fue fácil: “Cristalizar años de trabajo en vivo en un disco de canciones genera sentimientos encontrados. Hicimos varias cosas que queríamos: yo me di el gusto de grabar todos los sitares acústicos, algo que en vivo es imposible dado el volumen de las otras cosas. Acortamos canciones, también, para que siga siendo un viaje pero un poco más conciso, y estas nuevas versiones también las vamos a trasladar al vivo. Pero podríamos haber estado un año más grabando... No somos buenos terminando cosas”, expresa Alan.

Con la producción general de Rodrigo “Roque” Cursach Hakinen, Wueya es una foto necesaria del estilo, el mensaje y la mística que los llevó a donde están, de eso que los vuelve tan difíciles de describir: una guitarra electroacústica que funciona también como percusión, un idioma inventado, sitar al frente, climas electrónicos. Un punto de encuentro entre la música india, el primer Fever Ray, el post rock y la música tribal. De la rave hipnótica al apacible paisaje sonoro. Una banda en permanente expansión, y ahora más que nunca.

“Este EP es lo primero que logramos, el Qome clásico. Si bien tiene temas de épocas distintas, sobre todo retrata nuestra etapa inicial: desde lo hindú a lo más electrónico, con bombo y voces armonizadas”, sigue y comenta que de la grabación se descartaron tres temas que integrarán el próximo registro, encarnando una faceta más rockera y violenta del trío. “En vivo también vamos a mostrar más eso, Rodo Ingaramo va a estar en batería, Joaco en un momento toca la guitarra eléctrica, yo voy a tocar más los sintes que el sitar. Tiene que ver con una etapa nueva, más canción. Esos temas están listos pero sentíamos que si metíamos todos en una misma ensalada no contábamos una historia concisa. Así que preferimos hacer dos ensaladas. O tres”, ilustra. También están en los planes próximos una gira de presentación por el país, editar singles y relanzar el increíble video de su canción Llamado –que tampoco está en el disco–, dirigido por Matías Alegre.

 

La música de Qome es, de alguna manera, un registro vivo, mutante, del camino recorrido: se conocieron en el secundario y ahora rondan los 30 años. Llevan toda una vida escuchando, tocando y experimentando juntos y, a esta altura, ya tienen un código sobre cómo hacer las cosas dentro de un caos cuyas reglas solo ellos entienden. Hay algo solitario y misterioso en esto de no parecerse a nada, no pertenecer a ninguna escena, no incorporar ningún elemento de moda, no ser vendibles ni intentar ser cancheros. De no adaptarse ni a los formatos ni a los canales de difusión ni a los plazos que la industria dicta. “No tenemos una fórmula y tampoco hay mucho referente del tipo de música que hacemos; no está ese camino marcado ni jamás lo estuvo, es un camino que vamos marcando nosotros y así nos volvimos mucho más fanáticos del proceso que de los resultados”, cuenta Alan.

Qome se mueve a pura convicción y es una banda que mira más hacia adentro que hacia afuera. “Hace falta una integración, agarrar los fantasmas y ponerlos a la luz. De las profundidades a la superficie, y hoy la industria propone lo contrario: ‘Pasala bien’. Se trabaja desde la superficie al cielo, ¡pero lo que está abajo también existe!”

¿Cómo es convertir en música esta visión sobre el mundo?

--Siempre hay un poder intentando hacer que muerdas el anzuelo y no preguntes, y nosotros a nivel político trabajamos más desde el inconsciente. Hay muchos artistas que admiramos muchísimo y que trabajan en un plano más literal, consciente, todo lo que por ejemplo habilita el freestyle. Nosotros hacemos política más desde la forma que desde el contenido. También por eso nos cuesta tanto cerrar procesos. Qome siempre fue un juego con hacerle acordar a la gente, incluso a nosotros mismos, que esa parte espiritual, más primitiva, visceral, está y no la podés negar. Tal vez no tiene tanto flow ni tanta onda, está más arraigada con algo animal, pero cuanto antes lo traigamos al consciente, mejor. Dejar de estar tan disociados es importante tanto políticamente como en cuestiones de género o ambientales.

¿Cómo se lleva una banda de estas características con el paradigma actual?

--Trabajamos una idea muy primitiva que responde a una necesidad nuestra, individual: necesito sacar esto porque me está carcomiendo por dentro. Y eso se ve en casi todas las obras que significan algo: en el trap también está, pero si bien nos encanta tal vez no sea la música que más nos interpela y nos haya llegado tarde. Somos muy sinceros a la hora de responder a aquello que nos sensibiliza: tal vez tiene que ver con que a los 14 estábamos escuchando Tool y Radiohead, a los 18 Fever Ray y después música clásica de la india, un sistema súper antiguo que tiene miles de años. ¿Cómo llevar este mundo ancestral al futurismo centennial de Buenos Aires? Ésa es un poco la búsqueda.

* Qome tocará este sábado 21 de septiembre en Estudio Nave, Av. Costanera Rafael Obligado 4899. A las 22.