Montada en la fantasía circular de los homenajes, la música de Luis Alberto Spinetta volvió a retumbar en el Pabellón 2 de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales el sábado por la tarde. A casi treinta años de aquellos conciertos que quedaron guardados en Exactas, disco al que el tiempo ungió de un aurea mítica y primer registro en vivo de su itinerario solista, la Federación de Docentes de las Universidades y la misma Facultad de Exactas organizaron “Hombre de luz” un concierto para recordar al Flaco. Javier Malosetti, Rodolfo García, Gustavo Spinetta, Daniel Ferrón, Leo Sujatovich, Baltasar Comotto, Daniel Colombres, Machi Rufino, Lito Epumer, Leo García, Claudia Puyó, Emilio del Guercio y Lisandro Aristimuño, se alternaron para dar forma a un nutrido y sensible recorrido por la producción de Spinetta, ante un auditorio colmado. El show fue a beneficio de la ONG Conduciendo a Conciencia, de la que Spinetta estuvo muy cerca en sus últimos años de su vida.

Desde temprano, un público variado en edad que había cambiado alimentos no perecederos por la entrada, hacía la fila bajo el sol amable de la primavera. Mientras, el airecito que soplaba desde el lado del río entibiaba la expectativa de lo que para algunos, los que estuvieron hace treinta años, era un “volver a vivir”. Y para otros, los más jóvenes, se presentaba como otra oportunidad para remontar capítulos de la historia de uno de los más trascendentales músicos argentinos. Poco antes de las seis se abrieron las puertas y el auditorio se fue llenando ordenadamente, mientras por debajo del murmullo se escuchaba la música de Bill Evans y Ryuichi Sakamoto. “Música ‘tranca’ que a Luis le gustaba”, señalaron desde la producción.

Un rato después de la hora señalada se apagaron las luces de la sala y un video montado con fotos de distintas épocas de Spinetta promovió el primer sacudión emotivo de la tarde. La celebración comenzó desde Almendra, con "El mundo entre las manos", "Hoy todo el hielo en la Ciudad" y "Fermín", en las voces de Del Guercio, Ferrón y Rodolfo García, con Comotto en guitarra, Malosetti en bajo y Colombres en batería. Llegaron después potentes versiones de “Tu vuelo al fin” y el blusero “Yo miro tu amor”, con Comotto encendido, y enseguida “Bajan”, con Gustavo Spinetta y Lito Epumer, y “Cementerio club” en la voz de Malosetti, que dirigió el show desde su bajo virtuoso.

Con más rigor afectivo que orden cronológico, el concierto trenzó buenos momentos. Entre temas clásicos del repertorio spinettiano y el rescate de algunas páginas, como la bellísima “Crisantemo”, que cantó Puyó, la sucesión de temas mostró la fuerza incalculable de la música de Spinetta, destinada a perdurar en el equilibrio que sólo se da en los elegidos: arraigo popular y vigor estético. Se escucharon también “Seguir viviendo sin tu amor” y “No te alejes tanto de mí”, con Leo García; la versión de Puyó de “Despiértate nena”, con un lúcido encuentro de guitarras del tándem Camotto-Epumer, y Aristimuño ante “La pared” y “Fina ropa blanca”. La nostalgia que se escuchaba en el respeto por los arreglos originales se disolvía en la actitud personal de los intérpretes, para dejar en claro que la misma canción no pasa dos veces.

Tras un breve intervalo, con un video de dibujos de Spinetta, la música volvió con Sujatovich, que interpretó “Vida siempre”, con música propia y letra de Spinetta. Enseguida, Machi Rufino personalizó uno de los momentos sensibles de la noche, con “Los libros de la buena memoria”, “Era de uranio”, con un grandioso solo introductorio de Sujatovich, y “Durazno sangrando”. En el segmento final, el gran aplauso de una tarde muy aplaudida se produjo cuando Rodolfo García se sentó en la batería para tocar “Habladurías del mundo”, luego una inflamada versión de “Ana no duerme”. “8 de octubre”, compuesta por Spinetta junto a León Gieco para recordar la tragedia del colegio Ecos –fecha que desde entonces el Día del Estudiante Solidario–, fue el final de una antología expuesta con admiración y recibida con afecto. El reclamado bis llegó con “Rutas argentinas”, con todos en escena ante un auditorio de pie, feliz de haber celebrado canciones compuestas por uno y cantadas por todos.