Es la persona con menos intimidad del mundo. O, también, el ser humano más filmado de la historia. Aunque nació, creció y se convirtió en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos en la era analógica, Diego Maradona es el Truman Show de carne y hueso, tan real como insoportablemente televisado. No existe vida con tanto registro audiovisual como la suya. Tal vez por todo ese material acumulado, tanto en grabaciones caseras de aficionados como profesionales, es que su vida fue contada miles de veces y siempre hay algo nuevo que mostrar, alguna situación o momento por revelar. La biopic Diego Maradona, que tuvo su avant premier en Cannes este año, ratifica la idea de que siempre hay otra manera de contar la vida de Maradona. Filmada por el británico Asif Kapadia, ganador del premio Oscar por su documental sobre Amy Winehouse, la película finalmente se podrá ver en Argentina, cuando el 2 de octubre DirecTV la estrene por su canal ONDirecTV, a las 21.30, en exclusiva para sus suscriptores.

Diego Maradona es una biopic que narra los años frenéticos del astro del fútbol en Nápoles, a través de un impresionante material audiovisual casero, filmado en esa ciudad en la que se convirtió en un “Dios” con pies sobre la tierra. A lo largo de las poco más de dos horas de duración, la biografía no deja de sorprender por imágenes inéditas que describen mejor que cualquier otra cosa la locura que vivió Maradona en esos siete años de gloria deportiva, rebeldía y oscuridad. La imagen del Diego de rulos ensortijados rodeado por la multitud, casi asfixiado por el amor pasional de la multitud y la prensa napolitana, es una constante en el documental. Lo abrazan, lo acarician, lo acosan, lo saludan, le gritan, se le tiran encima, le tocan el timbre de su casa, casi que lo auscultan a cada paso. Las imágenes ahogan de solo verlas. Un material que el director recogió de cintas guardadas en un viejo baúl que estaba en manos de Claudia Villafañe, de recuerdos de aficionados y de programas de la época.

Lejos de ser una biopic celebratoria, el trabajo de Kapadia muestra los claroscuros de Maradona, las cosas imposibles que hacía con la pelota y las largas noches de fiesta, las alegrías futbolísticas y la peligrosa relación que había cosechado con el clan Giuliano y la Camorra, como nunca antes se la abordó. Tal como hizo en los documentales sobre Amy Winehouse y Ayrton Senna, aquí también los testimonios de los periodistas entrevistados adquieren la voz en off, sin imagen. Incluso, la del propio Maradona, que se confiesa como nunca antes. “El domingo por la noche, tras el partido, nos íbamos de cena y de joda, y eso duraba hasta el miércoles, en que empezaba a limpiarme para jugar el siguiente domingo", admite Maradona, develando por primera vez la manera en que su adicción convivió durante años con el jugador profesional. “Nadie me quería. Mi etapa en Barcelona fue desastrosa. Me había quedado sin dinero. En Nápoles pedí una casa y me dieron un departamento; pedí una Ferrari y me dieron un Fiat”, cuenta Maradona, sobre su sorpresiva llegada al Napoli, en otro pasaje del documental que en el mundo entero se presentó con la bajada “Rebelde. Héroe. Estafador. Dios” y que aquí sufrió los embates de un ajuste marketing que eliminó al tercer adjetivo.

“Maradona es un personaje único, distinto a todos, siempre cambiante y capaz de recuperarse de cualquier cosa”, subraya Kapadia, en la entrevista con Página/12, en su fugaz pero intenso paso por Argentina, donde vino a presentar la biopic, tras haberlo hecho en Cannes y en la propia Nápoles. El reconocido director, que en sus dos documentales anteriores había centrado sus trabajos en la vida de Senna y Winehouse, cuando estos ya habían fallecido, tuvo en Diego Maradona el desafío profesional de diseñar una biopic sobre una personalidad viva. “Esa -confiesa el ganador del Oscar- fue una de las razones por las cuales hice el documental. Fue un desafío diferente, porque la vida de Maradona es tan prolongada y complicada, en comparación con la de Senna y Amy. Pensaba que si iba a hacer una tercera biografía, tenía que ser un trabajo distinto a los otros dos. La gran diferencia es que, en este caso, tuve la oportunidad de reunirme con el protagonista, conocerlo personalmente y entrevistarlo”.

-¿Cómo fue la relación con Maradona?

-Nos manejamos mediante un contrato. Habíamos hecho un arreglo con sus abogados, que estipulaba nueve horas en total de conversación con Diego. En principio, iban a hacer tres entrevistas de tres horas cada una, pero ningún encuentro duró tanto, por lo que tuvimos más encuentros más cortos a los pensados originalmente. A veces porque no tenía ganas de hablar; otras porque se enojaba con alguna pregunta. Parte del desafío fue conocer a Maradona. No lo conocía, no sabía cómo iban a ser esos encuentros, qué iba tener ganas de contar, si se acordaba de las cosas, si iba a ser agradable o difícil trabajar con Diego.... Tenía muchos interrogantes. Tomé la decisión previa de no llevar cámara, para lograr un mayor grado de intimidad con Diego. Fueron todas entrevistas de audio, además, porque tenía claro que no quería una actuación del Maradona público, sino una confesión del Diego humano. No buscaba grandes titulares sino honestidad, la mayor honestidad posible. Hice todo lo posible para construir, en aquellos encuentros de 2016 y 2017, un clima simple, relajado y sin presión, que es como me gusta trabajar.

-¿Encontró la honestidad que buscaba en Maradona? Por lo general, las personas públicas -aún con todo lo que se mostró de Maradona- suelen ser muy celosas de su intimidad y de abordar sus zonas oscuras.

-Creo que después de las primeras entrevistas pudo finalmente ser honesto. No es fácil que admita sus errores, pero sí que pueda hablar sobre diversas situaciones con libertad, con más sentimiento que raciocinio. De hecho, el eje de la película se fue construyendo a medida que lo iba entrevistando. El tono del documental no surgió de las investigaciones previas. No lo supe inicialmente. Sólo a mitad del trabajo entendí que esta película debía ser sobre su paso por Napoli, sus siete años en Nápoles. En las entrevistas hablamos sobre su infancia, su adolescencia, su tiempo en Cuba, sobre todo... Una vez que decidí que el eje del film iba a ser Nápoles, cambiaron las preguntas y todo el proceso previsto.

-¿O sea que modificó su idea inicial?

-No trabajo las películas con un preconcepto. La trama dramática de las biografías las encuentro, construyo y desarrollo a medida que el trabajo va avanzando. Es mi método.

-Diego Maradona hace foco en Nápoles. ¿Cuál fue el factor determinante para que decidiera concentrarse en ese período y no otro?

-Porque sabemos mucho más de Diego Maradona con la selección nacional, o de los últimos años, que de aquella época. Me resultó interesante volver a su tiempo como futbolista, recordar lo maravilloso que era como jugador y todo lo que vivió en Nápoles, donde marcó un antes y un después. Hubo más cobertura mediática sobre lo que le pasó después de abandonar el fútbol que cuando era jugador. Yo quería volver a mostrar al Maradona jugador de fútbol en plenitud, llevando a Napoli a lo más alto y siendo el mejor jugador del mundo con la selección. Temía que nos olvidáramos de lo que fue como jugador, que el Maradona acabara con Diego. Creo que así como Maradona cambió la historia del Napoli, Nápoles también cambió a Diego para siempre: todos los problemas que tuvo después nacieron o se profundizaron en esa ciudad. Además, pudimos rescatar cintas audiovisuales, material de archivo, que nunca antes se han visto. Que el film tenga como eje su vida en Nápoles fue una mezcla entre todo lo que vivió Diego allí y la posibilidad de hacer una película visualmente interesante.

-Cuando encara un documental, ¿su búsqueda es la descubrir quién se esconde detrás de la personalidad pública? ¿O hacer un film dramáticamente atractivo?

-Busco que la gente pueda conocer más profundamente a la persona y a su psicología. Lo que pasó con Senna, Amy y Maradona es que los tres eran muy jóvenes cuando alcanzaron el éxito, eran niños brillantes. En los tres casos sobrevuela la pregunta sobre lo que ocurre cuando uno es joven, exitoso y famoso, sobre cómo esa transformación los afecta psicológicamente. Nadie está preparado para ser el mejor. No me di cuenta en ese momento, pero Diego es parte de Ayrton Senna porque es el héroe latinoamericano deportivamente hablando, pero también en parte es Amy: sufre problemas de adicción, parece duro pero es vulnerable, casi un nene asustado, rodeado de tanta gente. Mi tarea es contarle algo que no sepan de la persona de la que creen saberlo todo. Mi deseo en Senna fue mostrarle a los brasileños algo que no supieran de su ídolo. Y ahora trato de hacer lo mismo con Maradona. Las biografías deben revelar algo nuevo.

-Esas son las características que acercan a Winehouse, Senna y Maradona, ¿pero qué diferencia a los tres?

-Hay un nivel que claramente diferencia a Senna de Maradona: el brasileño venía de una familia de un alto poder adquisitivo, formado, con mucha cultura, y Maradona de un lugar muy humilde, económica y culturalmente. No es causalidad que Senna haya sido una figura en un deporte caro como el automovilismo y la Fórmula 1, y Maradona lo haya logrado jugando al fútbol, que es un deporte que no se necesita de dinero para poder jugarlo. Amy era una joven de clase media, cantante de jazz, vivía en Londres, que no fue rica pero mucho menos pobre. Senna era una persona con una confianza muy grande en sí mismo, muy bien plantado, corredor, que tenía una gran espiritualidad, que eligió desde muy temprano qué hacer y trabajó para llegar a su objetivo. Amy era lo opuesto: era una nena muy vulnerable, confundida, que sufrió el maltrato de los medios de comunicación porque básicamente era una mujer joven y exitosa. Las tres películas, sin embargo, no por azar se anclan en las familias y las relaciones familiares, y del lugar del que vinieron y al lugar al que llegaron. Amy no tenía una familia que la apoyara, pero era ciudadana de Londres y de Camden, que en ese momento era un lugar bohemio del que quedó atrapada. Maradona viene de una familia muy pobre, casi como si fuera un chico de la calle, y jugaba al fútbol, que en todo el mundo es el deporte de los pobres y los trabajadores, y es muy popular. Maradona tuvo que sobrevivir a la fama sin estar preparado para tal cosa, porque no tuvo una gran educación más que la calle y la que le podían dar sus padres trabajadores. Maradona todavía está vivo porque es un chico de la calle. Es un luchador, un pelador nato: lo patean, se levanta; tiene una adicción, se recupera; está a punto de morir, y se recupera y hace un programa de TV. Maradona es capaz de sobreponerse a todo. Es una persona diferente.

-¿En qué sentido?

-Pensé mucho en estas tres personalidades. Cada uno me despertó una pregunta particular. ¿Senna pudo hacer algo diferente para no subirse al auto y correr esa fatídica carrera? Con Amy, ¿por qué no se fue de Londres para poder sobrevivir en otra ciudad, menos tóxica para ella? En el caso de Maradona, la pregunta que se me vino a la cabeza es: ¿por qué todavía está vivo? Creo que la respuesta es que sus hijos lo salvaron. La relación con sus hijos marcó la diferencia en relación a Senna y Amy. Maradona encontró contención, con sus dificultades, en su familia y en sus hijos. De hecho, creo que no casualmente el momento bisagra de su vida es cuando en Nápoles niega al hijo que tuvo con Cristina Sinagra. En ese momento empieza a desparecer el brillo de sus ojos. Uno puede pensar que para cubrir esa mentira, esa negación, se recuesta con mayor profundidad en las drogas. El vínculo de Maradona con su familia, y con sus hijos, puede explicar mucho su vida.

-¿Qué pasa con la ética a la hora de realizar una "biopic"? ¿Qué está dispuesto a mostrar y qué no?

-Es muy fácil mostrar lo peor de las personas y hacerlas quedar mal, como si solo esa faceta las definiera. En todo caso, es más complejo hacer que una persona cruel y malvada quede bien a través de una biopic. Ambas cosas se pueden hacer. A mí me resulta siempre interesante darles una dimensión humana a las personalidades públicas complejas. Mi única ética es creer en lo que hago. Para los documentales, hablé con muchas personas allegadas a los protagonistas y, más allá de algunas críticas, a casi todos les pareció correcto el abordaje. Salvo a una: el padre de Amy. Pero todos los demás dijeron que la película era honesta.

-¿Muestra su trabajo a medida que lo va editando? ¿Por qué?

-Les voy mostrando las películas a las personas que participaron a medida que las voy haciendo. No mantengo la película escondida hasta el corte final. A los más cercanos a Diego se las fui mostrando, para ver qué recepción iba teniendo. Incluso, escucho los señalamientos que me pueden hacer. A muchos directores no les gusta eso, son muy celosos de sus obras. En mi caso, quiero hacerles sentir que hago una película con ellos, con mi mirada. Hay que plasmar una mirada propia. Hay que ser duro y honesto sin dejar de construir una empatía con las personas a retratar, incluso buscar comprender sus actos. Ese equilibro es el más complejo de lograr. Después, es el público el que decide si ese equilibrio se logra o no. Maradona no es una cosa u otra: es todo eso.