Las modificaciones a la ley de Basura Cero, aprobadas en 2018, permiten someter los residuos urbanos no reciclables a un tratamiento conocido como termovalorización, un proceso para quemar basura y recuperar la energía de la combustión. Las plantas de termovalorización aprovechan el calor de los residuos mediante una combustión controlada en un sistema cerrado en donde las emisiones se tratan químicamente. Las usinas incineradoras son caras, solo sirven para una parte de los residuos, y son contaminantes, sostienen sus críticos.

El proceso utiliza residuos para exponerlos a una combustión superior a los 850 grados que puede quemar más de 30 toneladas de basura en una hora. Con la energía de la combustión se calienta agua para obtener vapor que, primero, pasa por una turbina asociada a un alternador y genera energía eléctrica, y luego alimenta el sistema de calefacción urbana, hasta volver a la planta para repetir el ciclo, abastecido con la energía eléctrica propia. Mediante una condensación por aire, el vapor es enfriado, lo que permite reciclar el agua. En tanto, las cenizas y la escoria son dispuestas en rellenos sanitarios.

El procedimiento libera una cantidad de sustancias tales como dioxinas, furanos, metales pesados, compuestos orgánicos volátiles, hidrocarburos aromáticos policíclicos, partículas finas y ultrafinas, etcétera. De acuerdo a los promotores de las bondades del sistema, las sustancias tóxicas generadas son monitoreadas de forma constante, bajo normas internacionales. Y señalan que las plantas equipadas con la última tecnología, con sensores para controlar la calidad de lo que se libera a la atmósfera, a diferencia de las viejas incineradoras, expulsan como desecho un leve vapor que no contamina.

Sin embargo, quienes critican la quema de basura remarcan que entre las sustancias liberadas, lo que más preocupa es la liberación de dioxinas, que son químicos potencialmente cancerígenos y altamente contaminantes.  Por otra parte, señalan que la obtención de energía a través de la incineración es un método más caro comparado  con otras formas de generación convencionales y no convencionales.