Propuso una visión oblicua, otro modo de mirar sus obras. César Paternosto, nacido en La Plata en 1931 pintó sobre los laterales del bastidor dejando el frente del lienzo vacío: invitó al espectador a desplazarse para reconstruir una imagen total, propia, irrepetible: un camino personal. Con ese gesto pictórico (formal) y poético, sus obras se lanzan contra la tradición del arte occidental; subvierten la disposición jerárquica de los elementos pictóricos. Con sus composiciones centrífugas, Paternosto buscó establecer una ruptura con el arte del pasado, confrontar con los poderes dominantes. Al conversar con él, uno intuye que esa mirada lateral que adoptó en el arte es también una forma posible de abordaje en la vida, en la praxis cotidiana.

César Paternosto: la mirada excéntrica, en el Museo Nacional de Bellas Artes, con curaduría de Andrés Duprat, director del museo, reúne 38 obras realizadas desde 1960 hasta hoy, varias de ellas nunca antes exhibidas. Hay pinturas –no se restauraron y es posible ver la pincelada, el color de época, incluso huellas del paso del tiempo: se agradece–, dibujos y un site specific, Deconstrucción pictórica, donde desplegó una de sus pinturas en el espacio. Recorrer este site specific es como sumergirse en una de sus pinturas: es posible espiar el mundo Paternosto a gran escala con composiciones listas para capturar. Además se exhibe Continuidad tectónica, una obra que es una síntesis de escultura y pintura.

Integrante de la generación del Di Tella, Paternosto se radicó en Nueva York en 1967 y desde hace 15 años vive en Segovia. Decidió vivir en España movido por el amor, cuando conoció a su actual pareja, y, además, cuando su obra empezó a venderse en el mercado de arte español. Hoy trabaja con la galería Guillermo de Osma, en Madrid; Dan Galería, en San Pablo; Durban Segnini, en Miami, y Cecilia de Torres en Nueva York.

Paternosto realizó una intervención en el vestíbulo de llegada de la estación de Atocha en Madrid. Y su obra se encuentra en el MoMA, el Guggenheim y La Fundación Ford en Nueva York; el Museo de Bellas Artes de Boston; el Kunstmuseum Bern (Suiza); el Museo Nacional de Arte Reina Sofía y el Thyssen de Madrid; la Co­lección Patricia Phelps Cisneros y Ella Fontanals-Cisneros en Venezuela, el MNBA, el MALBA y el MAMBA, entre muchos otros museos y colecciones.

En el Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella, Samuel Paz, el sub-director, fue su “tutor artístico”. “Samuel era el ojo y el cerebro del Di Tella, una persona muy ecuménica: veía los trabajos de Alejandro Puente y los míos con mucha comprensión”, cuenta Paternosto en diálogo con Radar, en la sala de su muestra, justo antes de la inauguración. Luego, el artista viajó Nueva York, con unos meses de diferencia con Puente. Tenía 35 años y antes de llegar a destino, el MoMA ya había comprado una obra suya para su colección.


Una epifanía americana

En 1977, hizo un viaje por el norte de la Argentina, Bolivia y Perú, donde visitó Tiahuanaco, Cuzco, Ollantaytambo y Machu Picchu, sitios emblemáticos de la cultura precolombina. “La experiencia fue como una epifanía. En el medio de los Andes, encontré rocas talladas en forma cúbica, geométrica, que habían pasado desapercibidas para los estudiosos. En Nueva York empecé a investigar y no encontré nada sobre esas rocas, apenas unas pocas referencias”, cuenta el artista. Mientras que para los arqueólogos eran simples piedras, Paternosto vio en ellas esculturas abstractas constructivistas (ya que estaban hechas con piedras engarzadas sin argamasa, el mismo método con el que construían sus palacios). “El arqueólogo –dice– si no ve una forma reconocible, zoomórfica, antropomórfica o vegetal, no ve arte”. Incluso fue más atrás para salir del centro y halló en el Neolítico las primeras representaciones abstractas en las urdimbres de los textiles (con geometría pura o formas de la naturaleza geometrizadas).

Tras su viaje, en el que documentó fotográficamente y estudió los sitios arqueológicos de Perú, Bolivia y México, investigó la mitología andina y planteó una hipótesis acerca de ese descubrimiento que lo golpeó. “Los mitos decían que los primeros hombres habían sido creados en piedra o que las piedras se transformaban en guerreros que ayudaban a defender una ciudadela: llegué a la conclusión de que con esas piedras talladas exaltaban la calidad simbólica del material. Es como si la piedra se representara a sí misma”, señala Paternosto. Esta conclusión figura en su libro Piedra abstracta-La escultura inca: una visión contemporánea (publicado en español en 1989 por el Fondo de Cultura Económica y luego, en 1996, traducido al inglés por la editorial de la Universidad de Texas), donde compiló su investigación sobre el arte simbólico y abstracto de las civilizacionea americanas. 

Para Mondrian, si bien el cubismo era racional, nunca logró llevar esa racionalidad hasta las últimas consecuencias. En un artículo publicado en 1925, escribió: “Durante mucho tiempo me afané por descubrir aquellas peculiaridades de forma y de color natural que provocan estados de ánimo subjetivos y enturbian la pura realidad. Detrás de las formas naturales cambiantes se encuentra la pura e invariable realidad. Hay que reducir, entonces, las formas naturales a relaciones puras e invariables”. Y se lanzó a plasmar en sus pinturas lo invariable (espiritual) que, según su criterio, se expresaba mediante la oposición absoluta: horizontales y verticales que se cortan en ángulos rectos, y también se expresa por oposición entre color y no color.

El próximo año, Paternosto publicará con una editorial española un libro que ya terminó y que se titula La irrupción del otro. “Aquí abordo el tema de la espiritualidad en el arte–señala–. El otro son todas las teorías extrañas a Occidente (como el movimiento teosófico) que generan el arte abstracto. Incluso los textiles precolombinos tienen influencias extrañas a la tradición occidental. Por eso lo llamo la irrupción del otro, que comienza con el cubismo, que se nutre de la cultura tribal africana”.

César Paternosto: la mirada excéntrica se puede visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Del Libertador 1473, de martes a jueves de 11 a 20; viernes 11 a 22, sábado y domingo de 10 a 20.