En los golpes de Estado militares de antes, los cadáveres eran públicos. El 10 de junio de 1955, veíamos pasar los aviones que exterminaban a cualquiera que estuviera en las cercanías de Plaza de Mayo y no había misterio alguno, ni se llamaba magnicidio, porque no eran figuras importantes, apenas gente común, con nombres desconocidos. En aquella época se hacían los golpes de Estado, en forma directa y simple, no había que hacer pericias ni investigaciones criminales. Con los tiempos las cosas han cambiado. Vuelve a renacer Allan Poe y el misterio del cuarto amarillo, como en el caso Nisman. Cuanto menos se sepa de un hecho luctuoso más se permite correr la imaginación. Es un gran baile de máscaras donde todos cambian de roles: algunos políticos parecen representar otros países, cualquier oscuro fiscal de turno se transforma en fiscal de la República, los jueces son sheriffs justicieros, los periodistas simples escribas de un faraón ajeno. Todos queriendo bailar el vals de la democracia con la música de un organillo de paso.

En estas conspiraciones se aúnan medios sin escrúpulos y un eterno carrusel de políticos que van de un lado a otro, no tienen ninguna ideología que los marque, ninguna idea propia, cuyos rostros parecen los de niños que disfrutan montados en caballitos de madera esperando sacar la sortija de un premio grande, algún nombramiento importante, algún auto con chofer, algún dinerillo que les permita disfrutar sus años de gloria y su vejez, pero el único presente y futuro que les interesa es el del cuidado de sus propias figuras, como en el retrato de Dorian Gray. Por eso ese eterno carrusel de políticos que cambian. Muchos de ellos se fueron por una puerta, y con la ayuda de los medios, se metieron por otra. Nuestro Congreso pareció hasta aquí el Coliseo Romano, por cuyos mil agujeros, en vez de gladiadores y leones salieron y volvieron a ingresar los que alguna vez echamos. En una verdadera calesita saltarían de uno a otro caballito cualquiera fuera el color que tuvieran. Veremos ahora si las elecciones próximas permitirán que queden los mejores.

Planes de desarrollo

En lo económico, los puntos esenciales deben girar en torno a propuestas de desarrollo, fundamentadas y de largo plazo, que respondan a intereses nacionales y puedan resultar beneficiosas para la mayoría de la población y no para el interés de pequeñas minorías. La experiencia de la última década antes del macrismo no fue la de pretender cambiar la sociedad de cuajo, sino la de repartir mejor el excedente económico de la nación, por primera vez después de la dictadura militar y el retorno a la democracia. Por otra parte, se jugó a contramano de lo que el mundo capitalista exigía y no nos fue mal, en vez de endeudarnos nuevamente nos desendeudamos, en vez de políticas de austeridad se prefirió estimular el consumo y la actividad económica. En vez de aceptar sumisamente la gigantesca estafa de los fondos buitre y una juridicidad importada e injustificada, se la rechazó. Se mejoraron los índices de producción y empleo y se bajaron los de la pobreza e indigencia. Por último, se rescató del desastre anterior en que nos dejó la crisis del 2001, y nos va a dejar la actual, por lo que hay que retomar el camino con un voluntad abierta y férrea, sin dejar filtrar en él a las ideas ni a los topos antinacionales que nos hicieron tanto daño. Protegiendo lo nuestro en un mundo abierto y peligroso, tratando de crear nuevas tecnologías competitivas, con aciertos y errores, pero con el predominio la buena voluntad y tolerando las críticas.

Se nacionalizaron bienes que siempre debieron pertenecer al Estado, como YPF, Aerolíneas y trenes. Con todo esto, la economía volvió a crecer nuevamente, aunque sin tapar todos los agujeros por los que se escapan nuestras riquezas. Hizo falta un nuevo régimen tributario, una nueva ley de entidades financieras y una política cambiaria más eficaz, entre otras cosas, pero hubo también formidables trabas.

El pretexto que utilizaban generalmente los gobiernos en el pasado, era el de tener primero una economía más sólida siguiendo el criterio ético de Pareto de que es en vano querer comparar los individuos entre ellos y ayudar a los más necesitados. Lo que sólo vale es una reforma que mejore la situación si algunos ganan sin que nadie pierda. Esta idea ha dado lugar a la teoría del derrame, que nunca se cumplió en ningún lado. El capitalismo genera crecientes desigualdades, no tiende a igualar a los individuos: esto constituye su propia esencia. También es falso de que siguiendo ese camino a través del financiamiento externo se produce una acumulación virtuosa y una economía sólida. El endeudamiento es una forma más rápida de hacer ganancias espurias, y la fuga de capitales consiguiente origina una acumulación extrovertida que va a parar a los centros del capitalismo mundial y a los paraísos fiscales, su razón ser. Los planes de austeridad, por otra parte, enflaquecen la economía de la mayoría de la población, mientras engrosan a una ínfima porción de ella.

Un nuevo rol del Estado

La aparición de países emergentes como China y otros, ha ayudado a crear un mundo diferente y mostrado que el crecimiento impulsado por el Estado es absolutamente necesario, pero siempre en el marco de gobiernos democráticos. Sólo así puede desplazarse la apropiación de las riquezas por parte de un mercado invisible y poderoso manejado por las multinacionales. Aunque los intereses que defienden el tipo de desarrollo desigual que ha sufrido el mundo en los últimos años y mucho antes todavía persistan. Lo vemos no sólo en las naciones subsumidas del otrora Tercer Mundo sino en Europa, donde causan la ruina de muchos países, aunque no la de los bancos y de las grandes empresas, sino la de sus pueblos.

Hay que evitar volver a políticas del pasado que nos llevaron a la crisis de 2001 y a la actual. Estos años que hemos vivimos nos han mostrado que es posible y necesario salir de la trampa de liquidez a las que nos condujo la política neoliberal, esbozando un camino productivo distinto. Con un Estado despojado de intereses espurios, al servicio del pueblo, con planes de largo plazo, de desarrollo y equidad. La verdadera democracia no es sólo política, sino también social y económica, brindando oportunidades a todos por igual, y borrando las desigualdades y la pobreza.

Así vamos a construir otro país, y conseguir otros políticos, otra juventud que nos permitirá conseguir un futuro mejor, y volver a pensar en nosotros mismos como totalidad, es decir primero en nuestra nación, luego en aquellas naciones hermanas de nuestra vecindad que deben acompañar nuestro rumbo y finalmente en nuestra ubicación en el mundo. No vamos a salir de donde estamos, si no seguimos esa secuencia: lo nacional, lo regional, lo mundial, conectando sus partes entre si para resolver el conjunto de problemas que tenemos. No queremos cualquier tipo de socios, sino aquellos que partan de experiencias e ideas comunes a las nuestras en lo económico, lo social y lo cultural y no pretendan sujetarnos a un carro globalizador como el que proponen las grandes potencias siguiendo sus propios proteccionismos e intereses.

Por supuesto, la Argentina no puede ser un país puramente agropecuario, limitado a la cuarta parte de sus habitantes, aunque sirva para alimentar a algunos cientos de millones de ciudadanos del mundo. El empleo y la mejora en las condiciones de vida de la gran mayoría de la población vendrán de la industrialización y de una diferente estructura del agro, que no sólo debería satisfacer nuestro mercado interno sino también ayudarnos a competir mejor en el exterior, para lo cual es necesaria la participación del Estado y el liderazgo de empresas nacionales.

En primer lugar, potenciar el nivel de la ciencia y de la tecnología, comenzando con el Ministerio de Ciencia y Técnica y los centros especializados, las universidades y el conjunto de la enseñanza desde el nivel primario. Su mejora fue una de las mayores virtudes del gobierno anterior, mientras que otros gobiernos como el actual han querido destruir el sistema científico y tecnológico, empezando a producir, como después de “Noche de los bastones largos” durante la dictadura de Onganía, un éxodo de científicos y de personal y universitarios calificados. Lo mismo ocurre en el ámbito de la universidad y de la enseñanza en sus distintos niveles y en el de la cultura. Quizás sea para algunos una forma de decir que exportamos (de manera forzada), productos de alto valor agregado, no sólo soja, productos extractivos y nos parecemos en eso a los más desarrollados, pero ellos no exportan sus cerebros, importan gratuitamente los nuestros.

En verdad, con la fuga de capitales y la fuga de cerebros estamos contribuyendo al crecimiento del PIB mundial pero no al nuestro, mientras importamos capitales especulativos para los que se ganan la vida en la ruleta financiera y vacían el país de sus riquezas, esa es en el fondo nuestra restricción externa y pronto nos encontraremos como el rey desnudo del cuento. Teniendo por único horizonte la pobreza y el desempleo, salvo para unos pocos privilegiados. Debemos dirigir nuestro propio destino absorbiendo y rescatando los avances del mundo. Con mayores márgenes de autonomía en el escenario internacional, asociándonos con quienes nos convienen no con quienes nos imponen. Para ello necesitamos otros políticos e intelectuales, que no se vendan a intereses externos. La corrupción no es sólo un problema monetario sino también de las ideas.

Tampoco deben resolverse exclusivamente, como ocurre con la deuda externa, los problemas de la coyuntura sin ver la perspectiva del largo plazo que interesa al futuro de hijos y nietos. Como Keynes cuando en plena crisis del treinta escribió un artículo para los nietos que nunca tuvo, pero en quienes siempre pensaba. El futuro debe ser planeado desde nuestro presente.

Debemos eliminar de una vez por todas las manadas de individuos quemados por el sol de la mentira y del odio. La historia tiene muchas explicaciones y facetas y es necesario respetarlas si responden a verdades documentadas y vividas. No existe una única verdad, pero no debemos dejar engañarnos por una multiplicidad de mentiras o tergiversaciones que favorecen a intereses espurios.

Estamos en un mundo que quiere saltar del borde del abismo hacia otro pedazo de tierra más habitable, pero muchos procuran impedirlo. Comparemos las distintas regiones, con crisis que no tienen visos de solucionarse pronto. Estados Unidos a pesar de haber mejorado algo devaluando su divisa universal y manipulando en su favor sus tasas de interés continúa con fuertes sismos, tiene una enorme deuda externa que disimula su tenencia de la moneda internacional, varios estados quebrados y una desigualdad de los ingresos similar a la que provocó la crisis de los años 30.

En Europa se sigue advirtiendo el terremoto de la caída del Muro de Berlín con fallas tectónicas que comenzaron en la ex Yugoeslavia y llegan hoy a los casos de Ucrania, España, Francia, el Brexit o la falencia del Euro. No existe una verdadera moneda internacional como proponía Keynes. Ni China puede utilizar la suya como tal pese ser el principal exportador mundial, lo que constituye un embudo creado en Bretton Woods que traba el comercio entre los países. Y en la mayoría del mundo continúan reinando la pobreza, la injusticia y la dependencia económica y política del gran capital y los poderes dominantes. No obstante, lo esencial es que en cada uno de ellos y en grandes regiones como en América Latina surgen movimientos populares que descreen de la falsa democracia y sus políticos intercambiables. 

La Argentina puede ser un ejemplo de la unión de esas fuerzas y de la reivindicación de la política sobre la base del abandono de falsos sectarismos, que ahora pertenecen, sobre todo, a las extremas derechas, con políticas neoliberales o neofascistas y el retorno al peligro de nuevas guerras mundiales frías o calientes.

* Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del ISEN (Instituto del Servicio Exterior de la Nación.