Aprovechándome de Perón, voy a hablar de mí. Y es que hoy -17 de octubre- tal vez por primera vez, me estoy dando cuenta de que yo nací con Perón en 1945. Yo, por “culpa” de mis padres, nací el 31 de marzo. ÉL (así con mayúsculas), por “culpa” de los “negros”, nació el 17 de octubre.

Si no todas las personas, muchos queremos y necesitamos, como el oxígeno, ser valorados y reconocidos por lo que pensamos, por lo que testimoniamos, por lo que hacemos. De esta necesidad, de probable narcisismo extremo, puede que provenga esta irrespetuosa y grandilocuente intención de “asociarme” con Perón.

A pesar de ello, me resisto a definirme como peronista, como me acicatean e instan varios amigos para que exprese mi adhesión y pertenencia explícita. Esta resistencia tal vez provenga de mis jóvenes orígenes no peronistas, más bien casi antiperonista o un tanto “gorila”. O de mi trayectoria en la izquierda nacional, que siempre valoró y defendió al peronismo, pero desde “afuera”. Ni siquiera me decido o asumo en ser “un peronista de la izquierda nacional”. Pero bueno, todos estamos llenos de contradicciones y debilidades.

Pero también me reivindico como poseedor de una cuota de respeto, al no querer aparentar y sacar “chapa”, por mero oportunismo político, como perteneciente a un movimiento popular virtuoso, pretendiendo aprovecharme de la justa valoración histórica del peronismo.

Silenciosamente, sin darme bien cuenta, cuando empecé a estudiar trabajo social, allá por los 60 del siglo pasado, me fui acercando a las ideas socialistas, contenidas en buena parte, en el caso de Argentina, en el peronismo.

Mi confusa, pero real, sensibilidad por los “problemas” de la gente; mi aspiración de la existencia de una sociedad más justa; mi predisposición a ubicarme en defensa de los “más débiles”; mi indignación por las injusticias; mis deseos de poder ayudar en algo; me fueron guiando y “construyendo” como trabajador social y más tarde como político.

¡Y claro, con esas características y esos sentimientos tenía que terminar, algún día, en la izquierda (nacional) y/o en el peronismo!

Por supuesto, no desconozco ni me olvido de variadas defecciones y traiciones del propio peronismo. ¿Qué movimiento no las tiene? Pero esas tres fantásticas banderas -de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social- que enarboló y cristalizó en gran medida el peronismo, no pueden menos que generar adhesión en quienes mantengan la capacidad de indignación y de rebeldía ante el sufrimiento que padecen los sectores populares.

En definitiva, sin falsa modestia, ¿qué importancia tengo yo, excepto para mí mismo? ¿Pero Perón? Perón, que nació conmigo en 1945, sí tuvo y tiene una gran importancia. Y el próximo 27 de octubre, los peronistas y los que (¿aún ?) no nos proclamamos como peronistas tendremos que dar (y daremos) “un grito de corazón”, para contribuir a recuperar la patria mancillada por la barbarie conservadora del macrismo y sus aliados.

* Trabajador social; profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).