Que el cierre de campaña de la fórmula Fernández-Fernández se haya iniciado con un video amasado en un hermoso anacronismo, como la irrupción en el centro de Buenos Aires de las multitudes obreras que fraguaron el 17 de octubre de 1945 y,  sobreimpresas, las imágenes de las actuales marchas de los pañuelos verdes- todo esto  utilizando el lenguaje inclusivo- configura una declaración de principios que se agradece, tras la primera reacción de sorpresa. Quien esto escribe supone que en el correr de las teclas me acompaña buena parte de los colectivos lgtbi. Me hace feliz ser parte del No Todo, porque de una vez por todas, dentro de los rituales peronistas en contacto con las masas en una provincia, sale herido el totalitarismo heterosexista.

Los dinosaurios, algunos de los cuales ocupan parte del altar mayor, han debido tragarse el sapo; tal vez por eso cuando el gobernador Verna insta a “tragarse sapos, muchachos, porque el problema son los que no comen”, hable también de cuestiones como estas. En esos segundos luminosos, y frente a ellos, se desplegaron banderas que en privado y en público los vienen horrorizando: la apuesta discursiva a favor de la legalización del aborto a través de los pañuelos verdes, contra el besuqueo presidencial a un pañuelo celeste (de repente se cae el velo del liberalismo para mostrar su rostro real, el de conservadores amantes de la anarquía de mercado). La incorporación del lenguaje rupturista bajo el cual subyacen los tesoros inclusivos de la identidad de género, habrá sido otro golpe para quienes trajinan la misa del domingo. Mientras tanto Macri, de tanto dejarse tironear por la derecha religiosa, terminará como Tupac Amarú, descuartizado, porque ni esa repentina conversión chupacirios resulta ya creíble para quienes optarán, si están preñados de ortodoxias, por los extremos del candidato Gómez Centurión.

¿Qué se puede esperar de semejante incursión semiológica, que parece querer disputarle a la izquierda espacios que ella ha convertido en activos irrenunciables? Cristina, encarnando la crítica al machismo presidencial y su referencia a la mujer que hace estallar la tarjeta de crédito del marido–“después de Evita, ningún machirulo puede con las mujeres peronistas”- traza una cartografía en la que los puntos capitales no pueden ser extraños al movimiento de mujeres y trans, no puede ya dejar de batirse contra el Todo binarista. Ver entre las primeras filas a especímenes imposibilitados de festejar esa bitácora política a favor de más y mejores derechos, resumida en el video que abrió el acto de fin de campaña, inquietará al ala conservadora. Perturba, claro, pero a la vez es la señal de quien ha ganado, por ahora, la batalla cultural en el interior partidario. Ojalá acepten con valentía los sapos que la fórmula presidencial, una vez en el gobierno, espero que estén dispuestos a hacerles tragar.