River tiene una enorme ventaja y prácticamente se aseguró el pase a la final con el 2-0 en el partido de ida. Antes de ese enfrentamiento, el entrenador de Boca, Gustavo Alfaro, había concientizado a sus dirigidos de que la clave del sueño de la clasificación pasaba por convertir al menos un gol en el Monumental; ganar 1-0, empatar 1-1 o, en el peor de los casos, perder 2-1. No lo logró; River se quedó con el arco invicto y la mandó dos veces a guardar. Entonces Alfaro tuvo que cambiar el discurso, llamar a la épica boquense, recurrir a la historia que habla de grandes hazañas, y apelar a lo emocional con eso de que este que se jugará es el partido más importante de sus vidas. Un mensaje que difiere del anterior y con pocas chances de llegar a fondo.

River toma nota de todo. En la última escala de la Superliga antes de la semifinal de la Copa Libertadores, Boca se enfrentó a Racing con un equipo alternativo que mostró todos los síntomas de la impotencia. Y cuando el entrenador mandó a la cancha a algunos de los futbolistas que serán titulares no se modificó nada, y se hizo más evidente la sequía goleadora. Mientras tanto, el equipo de Gallardo, también con suplentes mixturados con posibles titulares empató con Arsenal 3-3.

Vale decir que en ese ensayo previo, con todo el público alentando, en la cancha propia, Boca no hizo goles mientras que River le metió tres a Arsenal, aunque no le sirviera para ganar. Los de Alfaro muestran a cada paso su aguda anemia ofensiva, y a los de Gallardo se les siguen abriendo todas las puertas del gol en los últimos tiempos.

Si River convierte en el arranque del partido, este Boca que no sabe como llegar al área rival, se verá obligado a marcar cuatro tantos para pasar. Sería milagroso.

¿Esto puede hacer suponer que River va a lanzarse con todo a buscar ese gol lapidario?No necesariamente. Lo más probable es que Gallardo les diga a sus dirigidos que lo mejor que pueden hacer es ir a jugar el partido tranquilos, sabiendo que la obligación está del otro lado, y con la paciencia necesaria para esperar el momento propicio en el que se deba aplicar el tiro de gracia.

En los últimos días la prensa de la televisión (la que más repercusión tiene) ha hecho miles de especulaciones sobre Boca. Si debe presentar una línea de tres o de cuatro, si debe cambiar o no golpe por golpe, si tiene que jugar o no Tevez, si tiene que poner toda las fichas de entrada o reservar algunas. Todo el tiempo se habla de los boquenses, y se invita a formular declaraciones a los confundidos jugadores que intentan demostrar casi sin convicción que no todo está perdido.

Si se hiciera un traslado a la política nacional está parado en el lugar del gobierno y su rival en el del Frente de Todos. Mientras Boca trata de convencerse de que si se puede (y ya se sabe que es casi imposible que pueda), River hace la plancha, se recuesta sobre lo ya conseguido y espera sin hacer demasiado ruido el momento del mazazo.

En definitiva, River no está obligado a cambiar nada de su esencia para ir a jugar a la Bombonera. Va a cuidarse en los minutos iniciales, cuando los locales presionados por la gente, salgan a llevárselo por delante. Seguramente no va a armar una línea de cinco, ni va a meter más volantes de contención. En todo caso, en el inicio del duelo podría limitar las subidas de Casco por un lado y Montiel por el otro. Se verá, tal vez, a un equipo menos ofensivo que de costumbre, consciente de que el cero a cero podría ser un negocio redondo. El dato de la diferencia de gol es muy significativo para tranquilizar a los de la banda. Pueden recibir un gol, dos y hasta tres, y aún asi mantener las chances de clasificación porque solo necesitarán meterla una vez para pasar. En ese sentido su tranquilidad es inversamente proporcional a la desesperación del rival. Y ya se sabe que las cuestiones psicológicas influyen notablemente sobre las físicas y las futbolísticas.

A los detalles que intranquilizan a Boca (la lesión de Abila, la suspensión de Capaldo, el poco fútbol de Salvio, las dudas en la alineación del equipo) River le contrapone la serenidad de saber que tiene todos los soldaditos alineados. Que están todos los titulares; que ya recuperó a Scocco, autor de dos goles ante Arsenal, y es una carta para jugar en algún momento del partido; que Quintero volvió con su pegada intacta; que Ponzio tambén está en lista de espera.

Tanta es la tranquilidad que afronta River en esta semifinal que una eventual derrota podrá doler un ratito, y nada más. Nada cambiará en el cariño y el reconocimiento de los hinchas y sus jugadores.

Si se toma en cuenta la suma de detalles apuntados, River tiene no menos de un 80 por ciento de posibilidades de llegar a la final. Boca lo sabe, lo padece y no le queda otra que aferrarse al 20 por ciento restante.