Cuando era niña me decían bruja. Porque mi cabello era frondoso y libre, y mi madre intentando no lastimarme no me lo peinaba mucho. También porque recién divorciada y sola conmigo no tenía mucho dinero y mi sweater estaba viejo y con algún agujero. Me decían bruja porque creían que no era bonita desde la mirada de un varón. Un día me convertí en cisne, de golpe era demasiado hermosa y entonces había que poseerme. Porque la mujer existía para ser perseguida -como las brujas- o para ser poseídas y tener dueño. Hoy soy quien construye la magia de otros mundos en un escenario y soy quien escribe esta historia. Y hoy, más bruja que nunca, construyo una hoguera en la que deposito todo lo que hace sentir a una mujer pequeña, más pequeña que un ser humano del género masculino, más pequeña que un ser humano del género femenino, más pequeña que un perro, que una rata, que una hormiga. Deposito en la hoguera todas las agresiones, desacreditaciones y maltrato surgido del recelo patriarcal ante una mujer grande, inteligente, calificada, autosuficiente, fuerte y feliz.
A la hoguera la miserabilidad, el egoísmo y la cobardía ligadas al deseo de poder y el miedo a los seres demasiado grandes o demasiado pequeños. 

* Dramaturga y directora de Grande y pequeña, Teatro Anfitrion. Estreno lunes 21, a las 21 hs.