Esta película dirigida por Jorge Croce es la más incisiva y provocativa que se haya visto en mucho tiempo. En ella, un grupo de humoristas provenientes de barrios desfavorecidos reivindican su derecho a llamar a las cosas que los involucran por el nombre que ellos eligen darle. Negro al morocho, cabeza al villero, chorro al que roba. Al mismo tiempo, Stand Up villero documenta el fenómeno del título, generado a partir del surgimiento de estos y otros cómicos, que como es característico en el género hacen monólogos autorreferentes.

Al aludir insistentemente a la cotidianidad en el barrio, estos comedians funcionan como cronistas de la vida villera. Algo que lisa y llanamente no tiene correlato en la actualidad, en ninguna forma artística. En otras palabras, estos trovadores prosaicos dan a conocer, por vía de un humor crudo y corrosivo, cómo es la cotidianidad en el conurbano profundo y cómo la vive el que vive allí, donde no llega la mirada del pequeño burgués mejor intencionado y más distante.

Stand Up villero repasa el trayecto de sus protagonistas y muestra su vida actual, tanto con micrófono como sin él. En verdad sólo uno de los tres (Germán Matías) vive o vivía con su familia en una típica villa miseria, con sus pasillos apretados y sus casas con paredes sin revocar, en el barrio El Tropezón de San Martín. Los otros dos (Sebastián Ruiz y Damián Quilicci) viven en casas modestas; el primero en Lomas del Mirador, el segundo en el barrio Las Tunas, de Tigre. Una toma desde posición elevada hace una suerte de relevamiento económico del Tigre, con placas que detallan el valor de la propiedad en la zona de clase media, en Nordelta y en Las Tunas. En esta última, por el m2 de terreno puede pagarse, según la placa, una suma ínfima. O su equivalente en gallinas.

Los tres son, como es obvio, gente de trabajo. “Pero de confianza”, como decía un aviso de los 70. O no tanto: Matías confiesa que una vez fue a parar a “la tumba” por un intento de robo. En 2011 se produjo el salto, cuando se contactaron con una humorista llamada Nancy Gay, que da clases de stand up. Al año siguiente ya estaban en condiciones de largarse por su cuenta, y en la actualidad son tan buenos en lo que hacen que dos de ellos (la película no lo dice, es anterior a ello) viven de eso, sin necesidad de “trabajar”. “¡Te tendí una trampa, estos son mis amigos y te vamos re a afanar!”, avisa desde el escenario Sebastián, el más joven de los tres, al director de la película. “Llegó Mi villero favorito”, anuncia el propio Sebastián en un puestito de venta de DVDs. En un bar, Quilicci hace unos chistes bastante pesados sobre promiscuidad familiar y deliberada falta de precaución sexual. “La verdad, no sé si volvería”, dice una chica después de un show de Matías.

El humor de los tres no es amable, cuidadoso o consensual. Todo lo contrario. Y ése es el eje de Stand Up villero. El eje en sentido literal, incluso, a través de un sketch en el que el actor Héctor Díaz encarna al Fiscal de Corrección Política, quien cita en su oficina a Sebastián, para llamarle la atención porque parece que dijo demasiadas veces en sus shows las palabras “negro” y “conchuda”, entre otras. Ruiz se defiende alegando que si él es negro le puede decir “negro” a quien quiera, porque está haciendo autohumor y no está discriminando a nadie. Pero no dice nada sobre “conchuda”, que no se trata evidentemente del mismo caso.

En otro show presenta al director de la película como “el típico intelectual de anteojitos”, y hace una imitación rápida y estereotípica de lo que se supone es un intelectual de anteojitos. Tal vez la respuesta esté en otro par de cosas que Sebastián le dice al Fiscal: “reírse con respeto es una contradicción” y “para que haya humor tiene que haber una víctima”. Tal vez no haya humor que no le tome el pelo a alguien, sea a sí mismo o a los demás. En cualquier caso, Stand Up villero plantea, en tiempos de represión bien pensante del lenguaje, problemas sobre no suele hablarse. Pone incómodo, deja pensando. Y hace reír, claro.


STAND UP VILLERO 7 PUNTOS

Argentina, 2018

Dirección y guion: Jorge Croce

Duración: 85 minutos

Intérpretes: Sebastián Ruiz, Germán Matías y Damián Quilicci

Estreno en el cine Gaumont.