Corrientes y Dorrego. No se puede seguir avanzando en medio de la marea de compañeros. Sonrisas y alegría en lugar de vallas amarillas. Música nacional y cantos populares en vez de globos y tecno de discoteca. Estamos justo frente a la pantalla, en el centro de la cruz que muestran los drones, pero en esos millares que caben en la esquina no hay un alma que tenga señal… A las 20,30, a las 21, nadie sabe nada… 
La pregunta va de boca en boca: ¿alguien consiguió bajar datos? De pronto, se abren las ventanas de una primera planta, y dos hombres sacan unos cartoncitos pintados con marcador. Uno dice 47%. El otro, 40%. La gente empieza a saltar… ¿Pero de dónde son los datos? ¿Nación o Ciudad? Al rato circula la voz: ganó Larreta en primera vuelta. 
Y pensamos cómo cuesta esta ciudad, cómo cuesta, pero también pensamos que ya quebramos el tercio inferior, y ahora es cuestión de seguir empujando hasta dar vuelta el codo y entrar en la recta… Pero entonces el 47% es nacional... ¿Se sabe cuántos votos van escrutados? A las 22, sale al balcón una familia sobre la avenida Corrientes con una gran pizarra: “Macri reconoció la derrota”. 
Como no podía ser de otra manera, las familias asomadas al balcón (vaya imagen) son el centro de cómputos que no falla cuando las megaempresas de celulares te dejan sin señal, y recién entonces largamos el resuello y nos abrazamos con lágrimas de euforia y de alivio. “Ya ganamos”… “Es que con estos tipos nunca se sabe. Son capaces de cualquier cosa”, me dice una chica al lado… 
Chacarita, la comarca de los muertos, ayer fue la capital de los vivos y despiertos. “Que hoy nadie duerma”, dijo Alberto, y hasta Perón, Evita y Néstor sobrevolaron la avenida revoleando los trapos. 
Los ojos fascinados de los chiquitos viendo el júbilo de los grandes, los ojos anegados en lágrimas de las abuelas y de las madres, los ojos apasionados de los estudiantes, la mirada esperanzada de los laburantes… La calle es un tapiz de banderas y una paleta colorida de cabezas, y eso también es un mensaje: los rubios peronistas, los morochos del tablón, rastafaris y rapados, les pibes con el pelo zarpado, los de gorrito, y la nueva moda de las canas al aire. Somos las cabezas diversas, unidas y en marcha que supimos hacer un Frente de Todos. 
Chacarita de pronto es el nuevo corazón batiente de esta urbe contradictoria, que se resiste a poner al pueblo en el gobierno, pero se deja tomar por asalto cuando el proyecto triunfa y el pueblo movilizado sale a la calle. 
Cuando suben al escenario los referentes, la garganta se despeña de gritos emocionados. Escuchamos a Axel y siento “Mañana voy a estar afónica. Pero llevo cuatro años esperando festejar estas cosas. Y qué me importa”. Una mujer adelante le dice a otra: “Ahí está nuestro próximo presidente”. Un muchacho, Brahma en mano, dice: “Miren el pollo que nos deja Cristina”. Sí, señor. Axel tiene ese carisma que marca la delgada línea entre un blooper para la burla y el “bonaerensas” para la antología.
La escuchamos de nuevo a ella y se nos hace un nudo en la garganta. Es que Cristina dice dos frases y es un discurso “de cadena”. La gran piba argentina, la hermana del pueblo, la superlíder que se lleva puesta a cualquier red social con solo decir ironizar tres palabras. La yegua que hizo ganar la trifecta. 
Todos sentimos con un solo corazón: “Cristina, gracias por haberlo hecho posible, gracias por ver que era Alberto, gracias por habernos alentado hasta acá sin morder ningún anzuelo. El lado A es Alberto-Cristina, pero el lado B es Cristina-Alberto, y a este disco fabuloso, que estuvimos pidiendo cuatro años, hay que disfrutarlo de los dos lados. 
Se despertó el león dormido y, con solo escuchar un rugido, las demás bestias saben que deben guardar distancia. Pero al lado del león hay una leona, y lo bueno es que, cuando ella ruge, todos los cachorros se levantan. 
Ya volviendo, en la comisaría de Villa Crespo hay un cordón de policías del lado de adentro de la cadena naranja. Con boinas y uniforme negro, de brazos bien cruzados sobre el pecho, miran con caras torvas y recias a la multitud que pasa. Todos pensamos lo mismo: son los huérfanos de Pato, adoradores del palito. Pero nadie dice nada, porque hoy la fiesta y la victoria eclipsan el espíritu de revancha. 
Cuando termine la fiesta, vendrá la hora de trabajar, ponderar los tiempos que hemos vivido y pensar de qué manera corregir tantos y tan graves desvíos, y cómo desagraviar, con las herramientas de la ley, la verdad y la justicia, el daño terminal que se le ha hecho al pueblo. Lo bueno es que los argentinos ya hemos pasado por todo esto y sabemos cómo hacerlo. Pero eso será mañana. 
Hoy, como en la ópera de Puccini, el Presidente Electo dijo “Nessun Dorma”, y ahí estuvimos: victoria mata almohada.

Paula_T