Casa 5 de la manzana 126, villa 3. Allí se encuentra el Centro de Formación y Capacitación Trans Villero y Latinoamericano, punto de encuentro para la primera marcha del orgullo LGBTTIQ+ trans villera y plurinacional. Un día antes de la Marcha del Orgullo del sábado, la tierra villera se mezcló con glitter y ensayó su primer vuelo, aleteando a lo largo de 20 cuadras. La marcha cruzó la autopista que divide los dos barrios, volvió al playón, pasó por la feria, una vueltita por la calle de la gendarmería hasta las dársenas de los micros escolares donde estaba montado el escenario que amplificó varios números artísticos y voces de referentes. ¿Cuál es la importancia de cruzar orgullo y territorio? ¿Qué emerge de esta marcha que no está en lo que sucede en el centro de la ciudad?

“Fue la primera marcha del orgullo de mis hijas y además por las calles del barrio donde crecen. Es hermoso” dice Nilsa con la voz entrecortada, ella es del Movimiento Popular La Dignidad y también forma parte de la Asamblea Feminista de la villa 31 y 31 bis que surgió el año pasado muy cerca en el tiempo de la sentencia que dejó libres a los femicidas de Lucia Pérez. La idea de la marcha surgió entre las paredes del Centro de Formación y fue acompañada por una gran cantidad de organizaciones (CCC, La Cueva, Movimiento Evita, FOL – Mujeres Luchadoras, Nueva Mayoría, MP La Dignidad, La Poderosa, El Hormiguero, CTA Autónoma Capital, entre otras) que vieron la necesidad vital de marchar por el orgullo trans villero y plurinacional por las calles del barrio. Como dice Nilsa “esta marcha nos hace creer que nuestros hijxs están siendo un poco mas libres cada día”.

Cuenta Andrea Solis, piscóloga y militante feminista, que el primer encuentro para la conformación de la Asamblea Feminista fue mucho mas grande de lo que esperaban y allí se dieron cuenta de que muchas de las que estaban militando feminismo popular y villero en el barrio lo estaban haciendo un poco en soledad. Los engranajes se fueron aceitando, acompañaron el caso de Liliana González, una mujer pobre, migrante y villera que fue asesinada en Marzo de este año, el acusado del femicidio es Waldo Servian Riquelme. El viernes, en medio de la marcha ella y sus compañeras se enteraron de que había sido extraditado para enfrentar el juicio en nuestro país.

Esa tierra donde la marcha brilló es la misma asechada por los procesos de urbanización y relocalización en cajas de zapatos hechas de chapa y durlock, es la que se desborda de violencia, es la tierra en donde no es noticia cuando matan a una una trava, a un puto o a una torta en una esquina. Los femicidios villeros son invisibles. Las amenazas del gobierno de la ciudad para que las jefas de familia renuncien a las viviendas que vienen construyendo hace años en comunidad son cotidianas, la exigencia para que firmen y por supuesto se endeuden, es sistemática. ¿Como el orgullo que es una expresión de resistencia hacia las violencias perpetuadas a los sectores marginales y disidentes no va a estar presente en la villa? La respuesta se bosquejó en esta marcha, la primera en el barrio, quizás los cantos no sean los mismos que en la otra, la que tiene los flashes y los colores mas saturados, la que se sintoniza mas rápido. Esta, la del orgullo villero y plurinacional se vislumbró mas percudida, dicen cortito y al pie que hay que pelear por el cupo laboral trans pero antes queda pendiente que lxs pibxs puedan estudiar. Quieren luchar por el acceso a las hormonas pero también pelean por el acceso a la salud básica. Se quieren sin deudas pero se organizan para el plato de comida todos los días y para combatir la desnutrición, todos espacios en donde el estado esta ausente.

La marcha tuvo cantos con un ritmo pausado y con silencios entre letra y letra: “No seas paki, vení y proba, esta cajeta es piquetera y popular” versaba una mientras que otra de por ahí agitaba: “que lo vengan a ver, que lo vengan a ver el orgullo villero marcha en el barrio y tiene poder”, una letra que invita a mojar este territorio orillero y expandir el orgullo con transpiración migrante, fluido torta y saliva de puto.

Al escenario subieron varias referentes, entre las que estuvo Zoe Lopez García, del Hotel Gondolín, una pensión en el barrio de Almagro recuperada por travestis y trans, que es administrada autogestivamente desde hace mas de 15 años: "Si hay algo que me llevo de la marcha es ver a Martina Pelinco, mujer trans y referente de la casa Trans que junto a la comunidad LGTBIQ del barrio pudieron organizar esta movida y romper con el estigma social permitiendo otra visión del barrio". El recuerdo que atesora Zoe es el de muchxs que vivenciaron un día histórico para la 31 y la 31 bis.

Entre paso y paso de esta huella, les niñes encontraron un platillo volador con extraterrestres hechos de cartón, estos personajes de otro planeta sacaban carteles por la ventana que decían frases como “Desviadxs de la normalidad” , “mas lesbianas, menos policía” y “nuestras colas gritan justicia social”. Sin dudarlo les niñes se subieron a la nave, pidieron fotos como piden las otras locas en los camiones del sábado. Asomaron sus caritas por las ventanas, ahí justo al lado de los extraterrestres pero pisando la tierra de todos los días. Había quienes le decían nave espacial o platillo volador, la puesta fue una iniciativa de Serigrafistas Queer en donde se ensayó conectar lo que por momentos pareciera ostentar lejanía, de la villa 31 y 31 bis al Chile en resistencia que duele porque, entre miles de actos de crueldad, Cecilia Morel, la primera dama de un país en llamas, dice que las protestas y el levantamiento son “una invasión extranjera y alienigena". No se trata de existencias de otro planeta, se trata de las que desean vivir con dignidad en este. La nave o platillo sobrevoló la marcha hasta llegar al escenario en donde entre humo rojo se mezclaban dos canciones: “No hay nada mas difícil que vivir sin ti” y la oriunda del orgullo “me solté el cabello”.

El precedente quedó en el barrio, desde las ventanas se vieron los tacones, desde los pasillos se escucharon los cantos, en las calles principales entre comillas las columnas estaban apretadas, no hubo espacio vacío, hubo expansión del centro a la periferia para seguir elucubrando formas de armar y desarmar este orgullo que ahora también es villero.