Una bolsa de plástico. Un destornillador. Una bufanda. Un parlante. Un almohadón. Un martillo. Una plancha. Un bate de béisbol… Objetos comunes y corrientes que pueden encontrarse en prácticamente cualquier hogar; y que -sobre un fondo grisáceo, aséptico, sin subrayados- la fotógrafa y arquitecta gala Camille Gharbi captura para su serie Preuves d'amour . Un título sardónico, a todas las luces, que busca señalar “cómo la sociedad patriarcal sigue alimentando el mito del crimen pasional, cuando -de más está decirlo- ni los celos ni la violencia son pruebas de amor”, en palabras de la muchacha, que no por azar se ha decantado por fotografiar las mentadas piezas. Sucede que precisamente estos elementos ordinarios devinieron armas homicidas entre 2016 y 2017, en femicidios perpetrados por varones contra sus parejas o exparejas en Francia. De allí que cada imagen de utensilios presuntamente inocuos, efectivamente letales, vaya acompañada por su contundente epígrafe: el nombre y la edad de la víctima, cuándo y dónde le fue arrebatada la vida por su esposo, novio, ex. Con una bolsa de plástico. Un destornillador. Una bufanda. Un parlante. Un almohadón. Un martillo. Una plancha. Un bate de béisbol…

 

Cuenta Camille que el detonante de su serie fue la noticia del femicidio de Noémie Feuilloy: “La mención del arma homicida, una trincheta, me tocó especialmente, porque es algo que he maniobrado en innumerables oportunidades como arquitecta. Entonces empecé a leer artículos y artículos, acopiando la máxima cantidad de información sobre las víctimas. Al final, estaba cabreadísima”. Y es que, conforme advierte la chica con residencia en París, “los femicidios suceden con tanta frecuencia que mucha gente acaba por banalizarlos”. “Sin embargo, a veces, ciertos detalles especialmente terribles logran que la gente tome verdadera conciencia de lo horrífico de estos asesinatos”, apunta la joven artista, nacida en 1984, que espera que el contraste entre los objetos familiares y la violencia extrema para la que fueron utilizados sacuda la indiferencia, invite a la reflexión. Por caso, “la historia de Marcelle, jubilada que murió el 2 de marzo de 2017, a los 90 años, asesinada por su esposo con una sartén. O el de Thalie, gestora, fallecida el 19 de agosto del mismo año a los 36, golpeada hasta la muerte por su marido con un grifo de baño”.