Desde Barcelona

UNO La cuestión era si votar a primera o a última hora. A esta altura, la única elección que tenía verdadero y palpable sentido para Rodríguez. Porque de un breve tiempo a esta cercana parte, demasiados domingos ya han dejado de ser el día del Señor para convertirse en la jornada de los señores: de todos esos candidatos que vuelven a empezar a no terminar de ponerse de acuerdo para que por fin, por favor, haya un jefe de gobierno en firme y por un rato largo en este reino donde reina el desconcierto. Rodríguez suele ir temprano; pero, para variar, decide que irá al caer la noche. Más tiempo no para pensar en qué votará sino a quién votará. Porque lo único que desea es ya no que gane el mejor sino que gane alguien. Y así tener cuatro años de domingos como los de antes. Esos en los que apenas se elegían cosas tan trascendentes cómo qué película ir a ver al cine.

Ahora, indeciso, Rodríguez elige no una sino dos.

DOS son las películas que Rodríguez elige para este domingo: Terminator: Dark Fate y Doctor Sleep. Y le parece que van bien con el clima imperante. Ambas tratan sobre ser elegido y elegir. Sobre ser escogido sin haberse candidateado. Sobre la compleja situación de saberse señalado por una Historia que no garantiza un final feliz después de un durante tan duro. La primera es una suerte de remake mex-empoderada de las dos primeras de la franchise. La segunda es la secuela de The Shining dirigida por Stanley Kubrick y detestada por Stephen King. Rodríguez no esperaba demasiado de ambas, pero se le hacen mucho mejores de lo que pensaba. En una, Arnold casi actúa. Y la otra tiene un más que interesante giro argumental respecto a la novela --King es productor ejecutivo del film-- cambiándole el final para, en su sitio, insertarle aquella mucho mejor conclusión que no filmó Kubrick para su muy libre adaptación y así reconciliar a ambos bandos y, señores, esto se llama hacer política. En la de los robots asesinos, Skynet ha sido suplantada por otra entidad cibernética todopoderosa llamada Legión. En la de la niña con poderes paranormales los malos son una especie de psico-vampírica Manson Family autodenominada el True Knot y que anda dando vueltas por ahí chupándole el vapor a pequeños resplandecientes. Pero, más allá de todo lo anterior, Terminator: Dark Fate y Doctor Sleep cumplieron, para Rodríguez, con su cometido: distraer, olvidar, pensar en otras cosas, tenerle miedo a cosas que dan miedo y no, apenas, dan pereza.

TRES Esa pereza como la que siente Rodríguez saliendo ya casi de noche de la luminosa sala de cine para entrar en la penumbrosa realidad europea donde los sólidos fantasmas y desinteligencias artificiales que alzaron al Muro de Berlín siguen dando vueltas por ahí. Y, sí, Rodríguez hizo los deberes y ya se sabe de memoria (aunque soñando con una amnesia imposible) lo de todos tipos desfalleciendo por que los elijan como protagonistas no de la película sino de una serie de tv de cuatro temporadas con posibilidades de alargue. Pero una serie de amor, de amor incondicional, de amor ciego.

Rodríguez estudió a fondo las encuestas que presagiaban apocalipsis para la antaño regeneración y neo-génesis de Ciudadanos y Unidas Podemos. Y ascensos para la derecha diestra del Partido Popular y para la derecha siniestra de Vox, ahora tercera fuerza política española. Y más o menos (más menos) lo mismo para el PSOE, que de lo único que puede enorgullecerse en los últimos tiempos es de haber sacado volando y en volandas a la momia de Franco del Valle de los Caídos: logro simbólico en tiempos donde lo que cotiza es lo pragmático. Y Rodríguez también vio ambos debates. El primero y en el que --mientras todos los demás le preguntaban de todo para que él no respondiese nada-- lo único que hacía Pedro Sánchez era escribir sin mirar a nadie. Y qué escribiría Sánchez, se preguntó Rodríguez: ¿All work and no play makes Jack a dull boy?, como el escritor bloqueado (y, sí, bloqueo es la palabra clave) Jack Torrance en el Overlook Hotel. El segundo debate y "de chicas" fue como esas versiones de Ghostbusters y Ocean's Eleven. Y nada nuevo allí porque eran los/las de siempre. Rostros y voces que para Rodríguez son como los de esos familiares que uno se ve obligado a ver durante las fiestas, con el agravante de que aquí, políticamente, todo el año es Navidad y no hay nada que festejar. Así, las elecciones de la marmota. Votaron menos que en la de abril pero más que en la que vendrá. Y los radicales no cumplieron su promesa de dificultar la jornada y está bien que así sea: porque si miente el poder establecido es coherente que también mientan los anarquistas. Otra vez: adiós a la mayoría absoluta y a los pactos simples. Ahora, la danza de los números ha dejado de ser un ordenado minué para descarrilar en desenfrenado pogo con escupidas en todas direcciones. Pero a ver qué pasa más allá de lo que no sigue pasando. ¿Habrá coalición PSOE-PP para volver a repartirse el pastel à deux? ¿Más consultas con el Rey nunca "preparado" para una situación así? ¿O que las mosqueteriles tres derechas sumen más? Y entonces mano dura para el Apreteu Cataluña. Y Tonto y Retonto tan felices de haber recuperado al tótem de un malo malísimo y a seguir diseñando eso planes alucinados como la auto-toma con rehén voluntario del Parlament y a continuar con las hogueras votivas pero no votadas.

Y, se sabía, ganó Pedro Sánchez.

Fue el elegido pero --se teme Rodríguez y unos cuantos millones de españoles más-- no parece que vaya a poder hacer aquello para lo que se lo eligió. De nuevo. Sánchez se cae y se levanta, como uno de esos juguetes supuestamente irrompibles hasta que... Todo un caso de estudio para las inexactas ciencias políticas y alquímicas. Un tipo resiliente (palabra de moda) según desde dónde se lo mira: de frente y muy seguro de sí mismo o con un perfil demasiado soberbio (ahí está esa imperdonable metida de pata "por cansancio" con la de la Fiscalía ya casi al borde de las urnas). Y Rodríguez lo vio y lo escuchó disculparse y pensó: "Si tú te sientes cansando de esto, imagínate cómo nos sentimos nosotros".

Y como estaban y como siguen estando las cosas, lo cierto es que --piensa Rodríguez-- ni Legión ni el True Knot se preocuparía demasiado por neutralizar desde el futuro o vampirizar desde el pasado a Pedro Sánchez. Porque Sánchez --"Ahora sí" fue su slogan de campaña; "Ahora ni" es el de la mañana siguiente-- es un elegido que no tiene elección. Alguien que ya sabe demasiado bien que no es lo mismo apenas ganar que salir ganando del todo.

Mientras tanto --a esta hora de la noche, donde todo sigue siendo ingobernable, igual de mal pero peor si cabe, y hasta la próxima-- Rodríguez opta por elecciones más sencillas: ¿descongelar carne o pollo? Y experimenta el horror vacui y envasado al vacío de comprobar que ya no sabe qué elegir.

Antes de eso, ya va, ya fue, ya votó, ya más que elegir se inclinó sin tener del todo claro si él es un autómata o un muerto vivo.

Y a la salida del centro electoral todo estaba más oscuro que en el cuarto oscuro.

 

Así están --así no están-- las cosas.