Hace poco menos de un año, Vox era considerado un grupo de bichos raros extremistas. Pero a partir del último domingo electoral los españoles se dieron cuenta de que con 52 diputados Vox es la tercera fuerza más grande en el Congreso de los Diputados. Un creciente nacionalismo español, inspirado en la reacción contra los esfuerzos de los separatistas catalanes de independizarse, impulsó el avance de Vox como ninguna otra cosa. 

El encarcelamiento de nueve líderes separatistas catalanes por hasta 13 años el mes pasado por sus roles en un cuestionado referéndum provocó semanas de disturbios en Barcelona y más allá. Desde su inicio, Vox mantuvo una línea dura contra el separatismo catalán, incluso montando su propio enjuiciamiento privado contra los nueve políticos que finalmente fueron encarcelados. Vox aboga por la ilegalización de los partidos secesionistas. Santiago Abascal, el líder de Vox, dijo al diario The Independent en una entrevista el año pasado: "Después de tomar una posición sobre Cataluña, comenzamos a crecer". En retrospectiva, este comentario parece profético. 

Abascal fue el único político que condenó la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco, diciendo que España debería mirar al futuro, no al pasado. En ese sentido, Emilia Landaluce, autora de No somos fascistas --un libro sobre la derecha española--, dijo que los votantes "tradicionales" se sintieron decepcionados por el silencio general sobre la exhumación de Franco. “Los votantes de los partidos tradicionales como el Partido Popular y Ciudadanos se sintieron traicionados porque sus líderes no habían dicho nada".