El Tetazo que conoció todo el país comenzó en Necochea, cuando dos lesbianas reclamaron su derecho a ser visibles como tales y a permanecer con el torso al aire en la playa, con la misma “naturalidad” que los varones. Sabemos que la “naturalidad” es un constructo social y que los varones tienen ese derecho por ser un colectivo social formado por cuerpos que sexualizan a otros a su servicio y no al revés. Las tetas de las mujeres no pueden ocupar el espacio público porque son para goce privado de los varones o para dar alimento a sus hijos. Un llamado al 911 desató la razzia contra las lesbianas en tetas y, como contrapartida, se levantó la tapa de una olla a presión. Siglos de mordaza a los cuerpos de las mujeres de estas tierras se desprendieron de una sola vez. Y una vanguardia no iluminada pero sí voluntariosa de cuerpos de mujeres, lesbianas, travestis, trans, se desprendió de un conjunto de manos y brazos que tiraban de esos cuerpos e imploraban “vuelvan atrás, esto es demasiado para nosotras”. Pero ya no hay atrás. La voluntad empuja hacia adelante y las tetas ya no quieren esconderse como los tobillos de sus tatarabuelas y las rodillas de sus madres. (A este cuerpo lesbiano le pasaron marcha militar y revista en la Escuela Normal hasta comienzos de los 80, asegurando que el largo de la pollera le cubriera la rodilla). 

Luego del procedimiento policial en Necochea, Marina, una de las lesbianas a punto de ir presas por tomar sol con el torso descubierto, expuso su punto de vista en diversos espacios. Médica en un Centro de Salud de la villa 1-11-14, no dejó la menor rendija abierta para que le apliquen la condena de “superficial”. Hasta Víctor Hugo Morales estuvo de acuerdo con la posición expresada por Marina, en el noticiero de la tarde de C5N. La represión desató el repudio de las feministas, que respondieron con Tetazos que se extendieron por muchas ciudades del país.