Dictaduras, genocidas, torturas, la lucha, los desaparecidos, así, en medio de ese terror vivó Latinoamérica hasta que (por fin) luego de aquella oleada democrática iniciada en los años ochenta, la libertad llegó para cerrar una etapa que todos decidimos Nunca Más permitiríamos que regrese.

El golpe de estado sucedido en Bolivia y el derrocamiento del presidente Evo Morales impidiendo que termine el mandato que impone la Constitución del Estado Plurinacional no se limita solo a los hermanos bolivianos, lo sucedido allí afecta a la democracia de toda la región.

Hoy el pueblo sudamericano ha retrocedido a lo peor de la historia y quienes analicen estos hechos a partir de los típicos manuales cometen un grave error, pues como profesor de derecho constitucional desde hace casi veinte años, debo decir que no hay categorías académicas ni teorías jurídicas desde las cuales explicar la violencia contra el Estado de Derecho y la democracia constitucional, sin correr el riesgo de ser reduccionistas o terminar relativizando un hecho terrible.

Otro dato que surge a la sombra de estas circunstancias es que el poder político en América Latina -aun hoy- sigue muy vinculado a las fuerzas armadas.

El año pasado, durante la campaña electoral que en 2018 consagró en Brasil al ex capitán Jair Bolsonaro como presidente, cierto sector de sus fuerzas armadas sostuvo públicamente la posibilidad de una intervención militar de ser necesaria. Y una vez asumido, el nuevo mandatario conformó gran parte de su gabinete por militares.

El asunto es que ese protagonismo militar en Brasil no es una excepción ni una particularidad de aquel país; hoy en Uruguay el general Manini Rios tiene un rol protagónico en la segunda vuelta presidencial entre Martinez y Lacalle Pou; a su vez, debemos observar lo sucedido recientemente en Ecuador y en Chile, donde la intervención de sus fuerzas armadas y de seguridad respectivamente también han tenido un rol decisivo frente a las protestas sociales, motivando incluso serias denuncia de organismos internacionales por violación a los derechos humanos en el marco de la represión desplegada contra los manifestantes; y debemos señalar el rol, también protagónico, que las fuerzas armadas tienen actualmente en Venezuela.

Es decir, no se trata de una cuestión ideológica, es un error analizarlo en esos términos, se trata de defender de forma incondicional a nuestras democracias constitucionales, pues más allá de ideologías, los latinoamericanos debemos ser claros al momento de defender con todas las letras la plena vigencia de los derechos, las libertades y las garantías que no llegaron por arte de magia ni por un evento de la naturaleza; conquistamos entre todos.

Abogado UBA y Doctor en Ciencias Jurídicas, Profesor ordinario de derecho constitucional, Universidad de Buenos Aires.