Tenía 7 años cuando  un cura parroquial le ordenó que dejara de usar pulseras y puperas. Le dijo que estaba haciendo cosas de nenas, que debía empezar a jugar al fútbol o montar caballos. Tiziano Cruz nació en San Francisco, espejo de las yungas, en el departamento de Valle Grande, provincia de Jujuy. Es artista visual, director y performer. A los 13 años se mudó a Libertador General San Martín, la ciudad jujeña donde terminó la secundaria. Años después, instalado en Tucumán, completó sus estudios en Arte Visuales, Escénicas y Gestión Cultural. Hace tres años que vive en Buenos Aires y desde entonces no ha regresado a su ciudad natal.

Este año, ganó premio en la Bienal de Arte Joven con esta obra: “Adiós Πατέρας (un ensayo sobre el recuerdo o la despedida)” que problematiza cuál es el rol de lxs artistas contemporáneos ante los acontecimientos de la vida real. Tiziano es el creador y el intérprete, pone su cuerpo a disposición del texto que está vivo, y que arde, aunque su fuente primaria haya sido una muerte. Hace 4 años su única hermana murió por negligencia médica, en Jujuy. Desde entonces su padre albañil inició su resistencia, su otra lucha, y se dispuso a sostenerla hasta las últimas consecuencias. Tiziano, a su vez, tiene miedo de despertar y no recordarla. De eso trata la obra.  Al primer manifiesto lo escribió el mismo día en que enterraron a su hermana. Tiziano describe la peregrinación, la ritualidad del desarraigo, la travesía de la noche, los miedos profundos. “A mí lo que más me enorgullece es poder haber llegado a Buenos Aires, estar dentro de la Bienal Arte Joven. Y llegar a contar mi historia. Eso es lo maravilloso, lo que me enorgullece de haber hecho ese tránsito para llegar y decir: soy de Jujuy y me pasa esto.”

La obra se dispara a partir de una pregunta que hacés en nombre de tu padre y tu hermana muerta.

Esta obra se pregunta, tiene como hipótesis el preguntarse cuántas realidades puede soportar una obra. Y si efectivamente una obra puede soportar una realidad desde el ámbito biográfico. Cuánto tiempo esa obra puede permanecer en el mercado del arte con todas sus tensiones. Y también cómo tracciona; y qué interpela, o no interpela; si funciona, o no funciona.

Narrar la vida, interpretarla, pone en evidencia esas tensiones. ¿Tiene que ver quizás con la exposición?

Claro, para mí es un posicionamiento político. No hago texto de autor, no puedo hablar de otra persona que no sea de mí. Porque soy lo que más conozco y quizás no me conozco del todo, pero no puedo hablar de otra persona porque no la conozco y no voy a saber qué estaba pensando cuando escribió esas cosas. Pensar esto, y tener este posicionamiento me lleva a exponerme. Y es difícil. Por ejemplo, cuando yo estaba en el proceso de esta obra me sentía mal de usar ese acontecimiento de mi hermana para producir obra. ¿Cómo se va a leer? ¿Qué van a pensar de mí? Se me generaban esas tensiones. Como también esos conflictos en relación a por qué uso mi vida, por qué me expongo así. Y todo el tiempo me pregunto eso ¿es necesario? Y sí, es necesario. Esto soy yo, esto es lo que pienso. Esto es lo que hecho con mi vida: una obra.

Y como intérprete seguro es un desafío.

Lo es. Yo decía: no sé hasta cuándo voy a poder hacer esta obra por cuestiones físicas y emocionales. Inclusive me digo que no sé hasta cuándo voy a aguantar. Porque salgo de la función y estoy devastado, me quedo llorando un montón de rato. Por todas estas cuestiones que me planteo, me juzgo, y además por todo lo que me mueve hacer esa obra. Creo que el mayor desafío es cómo un cuerpo puede sostener toda esa obra. Todo lo que se construyó conceptualmente, cómo alguien puede soportarlo y hacer ese tránsito. Y pararse a llevar y mostrar la obra.

¿Esa construcción conceptual tiene que ver con la propuesta estética también?

Más allá de la anécdota que sería la muerte de mi hermana hay un posicionamiento político en relación a cuestiones estéticas. Me interesaba correrme de determinados cánones de producción: si es teatro tiene que ser de tal manera y no de otra; si es teatro tiene que usar esto, y no lo otro. Yo desde el principio quería salirme de ahí, con el riesgo de quedar excluido más de lo que estaba.

¿Estabas excluido?

Yo empecé a producir solo, empiezo a hacer solo mi camino porque a mí nadie me llamaba. Lo que pasa en Tucumán, que es donde me formé, es que se busca una persona X para tal rol, como muy publicitario. Y yo no encajaba en ninguna de las propuestas que se venían haciendo, por eso nadie me llamaba para actuar. También tenía que ver con mis rasgos, la forma en que hablo, un montón de cosas que no eran lo que se estaba consumiendo en ese momento. Y a raíz de eso empiezo a hacer mis propias cosas, y a experimentar. Y así me fui haciendo más solitario, que no quiere decir que no haya trabajado con otras personas, sino más bien lo que hice fue producir mis propios materiales, generar mis propias producciones, buscar mis propios presupuestos, buscar que alguien me sponsoree. Como que hice un camino más solitario.

Bueno en la obra misma se puede ver eso...

Más allá de que laburo con un equipo es como un tránsito más sólo. Que también tiene que ver con los procesos de desarraigo que tenemos todo el tiempo tanto de la sexualidad, lo geográfico, lo filial. Todo el tiempo nos vamos yendo de lugares y eso genera una angustia. Por lo menos eso me genera a mí.

Y haberte ido de Jujuy fue exiliarte de la heterosexualidad obligatoria también.

Ocurre que la lógica del pueblo es terminar la escuela secundaria, entrar a trabajar a la municipalidad, juntarte con alguna chica del lugar, tener hijos. Y ellos harán el mismo recorrido. Te podría decir que en San Francisco no hay alguien que se manifieste visiblemente homosexual. Porque eso “está mal”. Las particularidades que tienen los pueblos, al menos en Jujuy, es la religión. Marca un rumbo tajante en lo que son los modos de convivencia y de relación. Entonces, no podes ni nombrar a la homosexualidad. Y si surge, es para la burla. Mucho peor. A mí me ha costado un montón. Por suerte yo siempre tuve el apoyo de mi papá. Desde mi familia siempre he tenido el apoyo. Y después, en mi secundario, hice un tránsito más en soledad. Lo cursé en pleno 2000, era otro contexto. Si caminabas de una manera; te decían puto. Uno todavía no sentía esa cosa de empoderarse y enfrentar la secuencia. Más bien uno decía: si está mal, y ya. Creo que por lo menos en el interior, que es lo que más conozco, es un poco más lento que en las ciudades. En la ciudad te encontrás con pares que van a salir a luchar, a revelarse en colectivo. Me parece que en los pueblos la lucha es como más individual. Cuesta encontrarse con alguien que esté como en la misma y armar algo.

¿Sucedió de encontrarte con otras maricas allá en Jujuy por aquellas épocas?

No, sabés que no.

“Adiós Πατέρας (un ensayo sobre el recuerdo o la despedida)” se presenta los viernes de noviembre en el Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378