Que el escenario esté partido en dos significa de algún modo que la familia está quebrada, dividida, que cada uno de los seres que la integra está fuera de ella. Tal vez esa familia sea un espacio vacío que se cuenta entre las cajas apiladas y un desorden que anticipa el abandono en la escenografía diseñada por Corina Corvalán.

La madre es el único personaje que quiere quedarse. Su soledad está envuelta en un pequeño delirio, en un discurso que va de la comedia a cierto dolor arraigado del que se vale Aldana Illán para desplegar una forma que se narra desde una tristeza algo mágica, donde resuena la mujer que fue y donde el presente se convierte para ella en algo inaprensible, en un tiempo al que se acerca con un lenguaje que carga una leve inocencia, con la necesidad de volver a ser feliz.

Pero en Pequeña pieza de juguetería la verdadera historia la protagonizan lxs hermanxs púberes, suerte de pareja romántica condenada al desván, a ese lugar precario donde Fer no puede parar de pintar, como el adolescente de Teorema de Pier Paolo Pasolini porque el amor hacia Carito un poco lo enloquece. Su bella hermana, interpretada por Valentina Gutiérrez, tiene un conocimiento sobre la sexualidad que se expande como sus ganas de irse. Ella se parece bastante a su padre, el machito infiel que los lastima a todxs sin mucha culpa. Si bien Carito lo enfrenta también se identifica con él, o al menos encuentra en el comportamiento de su padre las herramientas que le permiten huir del drama familiar.

En el texto de Paola Traczuk la familia es una ráfaga de desencuentros. La imposibilidad afectiva también se expresa en el amor extremo entre hermanos. Esa atracción es una manera sensual e incestuosa de atacar a la familia, de fulminarla, de volverla imposible y, de algún modo, explica el comportamiento desfasado de esos padres que no quieren ver lo que ocurre entre Carito y Fer, aunque algo presienten.

La casa es el lugar del que hay que partir, que ya no se puede habitar y en esa línea Fer y la madre parecen realizar una fuga interna, mientras que Carito y el padre juegan sus decisiones en el terreno de la vida. La autora ubica a Fer y su madre en una sensibilidad que se expresa en la misma vocación por las artes plásticas, aquí la identificación asfixia bastante a Fer, a cargo de Joaquín Tomassi. El chico funciona como la única contención afectiva de la madre. Si Carito encuentra en el odio al padre una liberación, la empatía de Fer por su madre se acerca de la condena.

Pequeña pieza de juguetería no deja de ser una comedia de criaturas desgarradas porque esa familia no puede transitar el dolor sin volverse un poco ridícula. Para dejarse, sus integrantes recurren a actitudes un tanto descabelladas como una manera de salvarse.

Desatendidxs ya de la idea de normalidad, echadxs para siempre del mundo de lxs que se imaginan felices, no queda otra que romper esa unión, que demostrar que allí nada funciona pero hacerlo podrá implicar una tragedia

Desde las tonalidades de la actuación, Traczuk encuentra un modo de contar. Matías Carpio comprende a ese padre machote y egoísta al que intenta darle cierta seducción altanera para desandar también sus modos de herir, de humillar a su esposa y a sus hijxs como si toda esa crueldad implicara para él una jerarquía, una autoridad que no cumple pero que irradia en lxs demás un malestar sobre el que es imposible actuar. Tanto Carpio como Illán realizan un trabajo más histriónico y mandado mientras que lxs hijxs parecen estar en un registro más realista, como si quisieran apartarse de la imagen que su madre y su padre les trasmiten y aceptar lo que son desde una posición que ya no seguirá ninguna norma

Pequeña pieza de juguetería se presenta los sábados a las 21 en el Centro Cultural Recoleta. Junín 1930. CABA.