“Hagamos espacio para esta generación de artistas mujeres que son temerarias, que están allá afuera, que quieren ser libres. Solo así cambiaremos la narrativa del mañana. Dejemos de hablar del tema y hagamos más y más lugar”, dispensó Lizzo tiempito atrás, y al parecer los popes de la industria han tenido que hacerse eco, incapaces de tapar el sol con sus manos old-school. Así lo demuestra la flamante lista de ternados al Grammy, uno de los más prestigiosos laureles de la música, que ha sorprendido gratamente. Y es que, como advierte el New York Times, “durante mucho tiempo estos premios han sido criticados por recompensar a estrellas con larga trayectoria, dinosaurios del rock, a expensas de talentos más jóvenes del pop. Ya no más: la última cosecha es fresca, diversa y a la vanguardia”. Para su edición número 62, a celebrarse el 26 de enero en Los Ángeles, alto en el cénit ese prodigio de 17 añitos llamado Billie Eilish, rompedora hasta en su forma de vestir, y el rapero-country Lil Nas X, de 19, abiertamente gay, ambos con 6 nominaciones. Más alta aún, empero, la curvilínea rapera afro, la susodicha Lizzo, la persona más nominada de la jornada, presente en 8 categorías, tan resonantes como Mejor artista nuevo, Mejor canción, Grabación del año, Álbum del año…

Tan popular la muchacha que nomás pestañear ya es noticia viral. Lo fue, de hecho, por el nanobolso de Valentino que sirvió de minúsculo accesorio para el vibrante vestido naranja de ídem firma que vistió recientísimamente en la gala de los American Music Awards. “Cargo con todo aquí: mis tampones, una petaca de tequila, condones”, bromeó la artista mientras sostenía la microscópica carterita blanca con dos deditos archilookeados (manicura fantasía, como no podía ser de otro modo). Cuando va a un programa de tevé como el Today Show, la gente se agolpa en las puertas del canal superando récords de convocatoria. Cuando sube un clip haciendo twerking ligera de pilchas y con total desprejuicio, el clip raudamente es sensación. Su fandom es tan ecléctico como ilustre, e incluye a Rihanna, Janelle Monáe, Sam Smith, Shania Twain, Solange Knowles, Frank Ocean, Cardi B… Qué va, hasta su flauta traversa -que hace delirar al público en shows que francamente son un fuego- tiene cuenta de Instagram con cientos de miles de seguidores: la bautizó Sasha Flute, guiño al aguerrido alter ego de Beyoncé.

Missy Elliot -leyenda R&B que tuvo anhelado retorno este 2019 con Iconology tras extenso hiato- no solo la ungió con su varita real: participó en su track Tempo, oda a las thick girls en clave urbana, con reminiscencias 90s. Apenas la punta de ese iceberg llamado Cuz I Love You (2019), tercer álbum de Lizzo, que reúne funk-rock, góspel, soul, trap, pop… Además de letras edificantes que, lejos de caer en solemne altilocuencia, predican con desbordante algarabía las mercedes de quererse a una misma. Su mensaje alcanza como una bala: amá a tu cuerpo, tené confianza en tus habilidades, no dejes que nadie te menosprecie. Es directo, lo tiene todo: feminismo, libertad sexual, orgullo negro y LGBTQ+ (“No me gusta encasillarme ¡Por algo los colores de la comunidad son un arcoíris! La sexualidad es un espectro; no es blanco o negro”, destaca cuando tiene oportunidad).

Para pruebas, la canción Soulmate: “Yeah, I’m my own soulmate. No, I’m never lonely. I know I’m a queen, but I don't need no crown. Look up in the mirror like: Damn, she’s the one”. “I was born like this, don't even gotta try. I'm like chardonnay, get better over time”, arremete en Juice. Y en Like a Girl, entona Lizzo: “Woke up feelin’ like I just might run for president. Even if there ain't no precedent, switchin' up the messaging. I'm about to add a little estrogen”. “Mis canciones suenan alegres, pero nacen de la frustración”, se sincera la muchacha de ascenso meteórico, que solo este año debutó en Coachella, tuvo un rol menor en el film Hustlers, fue rostro de una reputada firma cosmética -Urban Decay, subsidiaria de L’Oreal- y de Absolut Juice, nueva línea frutal de Absolut Vodka que lanzó un cóctel con su nombre. Aquello sin mencionar cómo sus hits se instalan, inamovibles, en los charts principales… Y que tiene la agenda tomada hasta el 2021.

Ojo, el estallido tiene sólidas raíces, no sucedió de la noche a la mañana. En su haber, dos LPs anteriores: Lizzobangers (2013) y Big Grrrl Small World (2015), que editó en forma independiente previo a ser fichada por Atlantic Records, y que ya la habían posicionado como una letrista explosiva. Antes aún, como Melissa Jefferson (tal es su nombre de natalicio), había formado su primera banda pop en Detroit, en tercer grado, con amigas. En quinto, se mudó a Houston y comenzó a estudiar flauta traversa, participando de la banda escolar. Ahondó sus estudios clásicos en la University of Houston, y ya luego se mudó a Minneapolis, donde empezó a cosechar una saludable famita en la escena indie con sus grupos de rap y R&B, The Chalice y GRRRL PRTY. Fue entonces cuando recibió el llamado de Prince para colaborar en la canción Boy Trouble de su disco Plectrumelectrum (2014). Por aquellos días, reconoce, presa de inseguridades, “aún me sentía inadecuada, creía que no era suficiente, que a nadie le interesaba lo que tenía para decir”. Agua bajo el puente, de más está decir.

“Siempre me he parado con los menos representados, ¿cómo no voy a hacerlo? Al fin y al cabo, no puedo despertarme un día y no ser negra. No puedo despertarme un día y no ser mujer. No puedo despertarme un día y no estar gorda. Porque lucho por mí misma, tengo que luchar por los demás”, arremete esta mujer de 31, referente del movimiento body-positive. Y cuenta que, cuando tenía 21 años, vivió un año en su coche mientras trataba de abrirse camino en la escena: “Hacía dieta y ejercicio compulsivamente, tratando de ser una persona que no soy. Pero no podés ignorarte a vos misma, tenés que aceptarte tal cual sos”.