Leonor, la abuela de la actriz Margarita Molfino, escribió un diario íntimo durante su juventud en la década del ’30. Falleció en 2011. A la hora de vaciar su casa, la nieta encontró el texto y se lo apropió. Fue más allá: se comunicó con sus amigas Romina Paula y Agustina Muñoz y les sugirió escribir y dirigir una obra juntas a partir de él. El diario de Leonor -que vivía en el campo- les sirvió de “inspiración y guía” para construir Reinos, un material que se apoya fuertemente en la tríada mujeres-naturaleza-escritura. “Vivimos en una ciudad en el siglo XXI pero somos herederas de los textos que tantas mujeres escribieron mientras los hombres salían a estudiar y gobernar”, plantean las directoras del espectáculo, que se puede ver de jueves a domingos a las 20.30 en el Teatro Sarmiento (Sarmiento 2715).

Con actuaciones de Molfino, Rosario Bléfari, Mariana Chaud, Susana Pampín, Camilo Polotto y Mariano Saborido, Reinos pone en escena a una familia que vive y trabaja en el campo y que, como Leonor, dedica su tiempo al pensamiento y la imaginación. “Son personas que construyen pensamiento juntas. Es coral; no hay una voz líder. Hay una apuesta a lo común. La obra tiene la estructura de la conversación, desordenada, rizomática”, define Molfino. Muñoz sugiere que es una suerte de “oda” a la charla. Pasa por temas cruciales como el trabajo, el sexo, la vida y la muerte, la paternidad y la maternidad, los orígenes y límites del lenguaje. La construcción del “pensamiento comunitario”, la traducción del mundo interior para entregarlo en palabras a otro, el entusiasmo ante el encuentro de una nueva perspectiva son algunas de las posibilidades que se despliegan en este campo imaginario.

“Mi mamá encontró el diario de mi abuela en el placard junto al vestido de novia, cosa que es bastante simbólica. Agarramos el diario, el vestido lo dejamos. El objeto es increíble, hermoso; un manojo de hojas A4, cuadriculadas, escritas a tinta. Hice algunas artimañas en la familia para quedármelo yo. Empecé a leerlo con los años. Después invité a las chicas a leerlo juntas, sin ningún tipo de intención. Sabía que tenía entre manos algo interesante, que hablaba de muchas cosas más allá de mi abuela. Que traía un legado que la trascendía”, expresa Molfino. Hay momentos de Reinos en los que las palabras de Leonor -o “Perlita”- se pronuncian textualmente. Para Romina Paula, el gran tema de la obra son “los ritos”. “Y el teatro es el ritual por excelencia”, concluye.

-¿Que les parecía interesante de partir del diario de Leonor para construir una ficción?

Agustina Muñoz: -Me acuerdo de una vez que fuimos a una lectura a una galería. Margui eligió un pedacito del diario. Eramos todas mujeres, las de la lectura y las que escuchaban. Me di cuenta de que pasaba algo con esa escritura. Era convocante escuchar a una mujer de esa época, que tenía la particularidad de trabajar en el campo y escribir, reflexionar sobre eso y su vida interior. No era esperable que lo hiciera, por ser mujer, la única de la familia que no iba a estudiar. Los hermanos iban a la universidad y ella por ser mujer se quedaba ahí. Vi que trascendía la escritura emocional de un pariente o lo anecdótico para de repente ser una voz. Es una crónica con pensamientos incluso feministas antes de poder llamarlos así. Un registro de un momento del campo y de una manera de trabajarlo. 

Margarita Molfino: -Esa vida tan simple abre una potencia enorme. Reconocés a una artista, una escritora, una pensadora que reflexiona sobre la gente, lo que le pasa, su alrededor, la ciudad, el campo, los animales. La que aparece en el diario es una abuela que no conozco. Yo conocí a una abocada a las tareas cotidianas, sus hijos, su marido. No conocía ese potencial de pensamiento. Estamos, un poco, violando su intimidad (risas). 

-¿Cómo fue el pasaje de este imaginario al teatro?

A. M.: -Nos juntábamos a leer el diario y empezaron a aparecer otros libros, de Sara Gallardo, las hermanas Brontë; se iban sumando escritoras en la naturaleza, escritores que no viven en la ciudad, que escriben en la intimidad y que por alguna razón no fueron publicados hasta después de muertos. A partir de ahí fuimos escribiendo, dándonos cuenta de que había algo de nuestras vidas que se unía con ese diario. 

M. M: -Fue un proceso bastante desordenado, no sabíamos bien qué íbamos a hacer, pero cuando los materiales que cada una escribía se fueron encontrando había mucho en común. Es que habían transcurrido muchos encuentros en los que habíamos leído juntas, conversado, cocinado; un montón de horas de disfrute. 

Romina Paula: -No sabíamos qué materialidad o injerencia iba a tener el diario en la obra. Escribimos como si la consigna fuera “el diario de la abuela”, irradiando desde ahí nuestras interpretaciones de lo que fuimos leyendo y conversando. Marga tenía muchas lecturas de teoría queer y feminismo, también aportó eso. Seguimos la línea del híbrido, del rizoma. Escribimos cada una en su casa, en un Drive donde todas podíamos leer. Teníamos mucho monólogo, varias escenas, textos que ni siquiera eran teatrales. En un momento empezamos a leer todo lo que teníamos y armamos otro Drive que se llamó “Maraña de reinos” que era todo. Lo organizamos por temas.

M. M.: -Y lo que quedó son personas que construyen pensamiento juntas. Se desdobla de lo que fue nuestro proceso creativo. 

-¿Qué aspectos tuvieron en cuenta a la hora de traer la naturaleza a la ciudad?

R. P.: -La obra sería lo contrario a un biodrama: es acercarse con todas las licencias del mundo a la vida de alguien. A partir de ahí hablamos del campo imaginado. Fundamos un lugar que no se tiene que parecer al campo. No queríamos que la naturaleza estuviera presente tratando de copiarla, sino que fuera un lugar medio distópico, fuera de espacio y tiempo. Hay materiales que vienen de la naturaleza, como la madera, pero después es todo puro artificio. No podríamos mostrar el campo. Ninguna de nosotras vivió ahí. Es un vínculo retórico, poético. El campo está representado por otro artificio, que es la pintura, en una capa más de distanciamiento.