Parece un hombre enamorado. A días de jurar como jefe de Gabinete de la presidencia de Alberto Fernández, Santiago Cafiero piensa mucho en Josefina, su compañera desde los 22 años, con quien tuvo tres hijos varones. La define como su “todo” en la vida, la admira y dice que es la que más lo contiene en esta etapa. El año es intenso: primero fue el fragor de ser la mano derecha de Fernández en la campaña presidencial, y ahora que la fórmula del Frente de Todos ganó, el desafío-premio de ocupar el mismo lugar que tuvo su jefe político en el gabinete durante la presidencia de Néstor Kirchner. Es Josefina la que lo ayuda a que las implicancias del poder no lo hagan "perder el foco”, que para Cafiero es mejorar la vida de los argentinos que la están pasando mal. 

Ahora que le está por cambiar tanto la vida, Cafiero también tiene muy presente a un militante peronista riojano de La Cava al que conoció bien. Un hombre que vivió “lleno de carencias” y murió hace unos años sin haber tenido la oportunidad de mejorar. Cafiero estuvo en su entierro y su imagen se le aparece cuando piensa en base a qué premisas va a coordinar a los ministros elegidos por Alberto Fernández para gobernar la Argentina: les va a pedir que trabajen mucho y que entiendan que todas las carteras deben tener una “mirada social”. El hombre que a poco tiempo de conocer a Fernández logró ganarse su confianza cree que uno de los problemas centrales de la Argentina es que “el cuerpo social está deprimido”. Situación que le preocupa porque, a diferencia de la bronca, la angustia es una emoción individual que aísla.

Quién es Santiago Cafiero

Santiago Cafiero tiene 40 años. Los que lo conocen de antes de que tuviera un lugar central en el armado del presidente electo lo definen como una buena persona, inteligente y honesta. Los que empezaron a tratarlo en la etapa “albertista” de su carrera destacan su discreción y su buen trato.

De formación católica, empezó a militar a los 15 años de la mano de los curas villeros de San Isidro, municipio en el aún vive. Hijo del ex embajador en el Vaticano Juan Pablo Cafiero y nieto del mítico ex gobernador bonaerense Antonio Cafiero, a los 13 años, Santiago --hincha de River-- terminó de sellar su identidad peronista.  Por consejo de su papá le fue a pedir ayuda a su abuelo para hacer un trabajo de historia que le habían pedido en el colegio. Con “Tony”, como le dice, pasaron horas hablando sobre el 17 de octubre. Le contó anécdotas que le parecieron fascinantes y le regaló el libro de Fermín Chávez sobre esa gesta. Aún lo conserva. Tercera generación de peronistas, el fruto no cayó lejos del árbol: Santiago es politólogo egresado de la UBA y cursó una maestría en Políticas Públicas en la Universidad Torcuato Di Tella. Trabajó en un estudio jurídico y en un banco, pero de a poco fue ocupando cargos públicos y cuando Daniel Scioli se convirtió en gobernador de la provincia de Buenos Aires él lo acompañó, entre otros cargos, como director de Industria, viceministro de Desarrollo Social y subsecretario de Modernización. Cuando en 2015, Scioli perdió la elección, Cafiero no dejó de militar, pero cambió de rubro para sobrevivir y aprovechó para ganarse la vida una pasión que comparte de su madre: la literatura. Abrió una librería en San Isidro que atendía él mismo y que tuvo que cerrar cuando los vientos cambiaron y se terminó convirtiendo en líder del Grupo Callao, en mano derecha de Alberto Fernández y  en jefe de Gabinete del presidente electo. Todo en tiempo récord.

La mano derecha

Cafiero logró el respeto y la confianza del presidente electo en muy poco tiempo. Se conocieron en una reunión posterior a la derrota en las elecciones legislativas de 2017, cuando Fernández fue de jefe de campaña de Florencio Randazzo. El vínculo, desde entonces, no paró de crecer. Cafiero también había apoyado esa candidatura y en una de las reuniones en las que intentaban comprender la derrota, dijo que Cristina Fernández de Kirchner había sacado muchos más votos que ellos y que además de pedirle una autocrítica a ella, había que empezar por hacer la propia. La historia posterior es muy conocida: Cristina Fernández de Kirchner llamó por teléfono a Fernández, se reconciliaron y empezaron a trabajar por la unidad del peronismo. Cafiero y Fernández viajaron juntos por todo el país tratando de conseguirla. Cuando la vicepresidenta electa le ofreció al hoy presidente electo la candidatura, Cafiero fue de las primeras personas en enterarse. La fórmula Fernández-Fernández  ganó la elección y el reconocimiento de Fernández a Cafiero fue elegirlo para ocupar el mismo cargo que Fernández ocupó durante el gobierno de Néstor Kirchner. Nada menos.

El presidente electo conoce bien los vericuetos del cargo que va a ocupar Cafiero. Por eso se mete en todo. Una de las cosas que más le repite a su mano derecha cuando hablan de la función que le asignó es: “yo sé lo que te digo”. Cafiero, que admira mucho a Fernández, sabe que es cierto. Y está convencido de que no lo eligió para el puesto sólo por sus conocimientos técnicos de lo público, sino por “lo vincular”. Fernández elogia su buen manejo de las relaciones humanas, atributo clave para el puesto más allá de las obligaciones que señala la Constitución Nacional: manejar el presupuesto, tratar con los ministros y oficiar de enlace entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. 

La jefatura de Gabinete

“El cuerpo social de la Argentina está deprimido”. “Mi gente del conurbano está mal”, “Hay cuarenta por ciento de pobreza y uno de cada dos chicos son pobres”. “Macri erró su análisis de la historia argentina porque sólo contabilizó las caídas del país y nos las veces que nos levantamos”. Todas esas definiciones de Cafiero van a orientar su tarea como jefe de Gabinete. Comparte con Fernández el concepto de que un presupuesto “equilibrado” puede ser una obsesión, pero no un objetivo. Y afirma que el destino del dinero tendrá una fuerte inclinación a lo social. Les va a pedir a todos los ministros lo mismo: que tengan una mirada social de su cartera y que nunca pierdan de vista que tienen una responsabilidad específica y otra general, que es el bien común; que si tienen un problema se lo planteen a tiempo y que trabajen mucho. Se siente un par: dice que va a aprender de muchos de ellos. Y que va a ejercer su función con autoridad y no con autoritarismo. Cafiero es de las personas que creen en la necesidad de escuchar todos porque en el discurso del otro siempre puede haber una partícula de verdad, más allá de que lo que diga contradiga el propio sistema de creencias.

El desafío es grande, pero siente que se preparó toda la vida para afrontarlo. Cuando la cosa se ponga difícil, ahí va a estar Josefina. Para ayudarlo a no perder el foco. Y para "deconstruirlo", otra de sus tareas frecuentes. Si le dice "mi mujer", enseguida se corrige y la llama "mi compañera".