En alguno de los tantos libros que uno tiene sobre la vida y obra de Carlos Gardel, me sorprendió una carta que le envió desde New York a un amigo de Buenos Aires. Allí cuenta que terminaron de presentarse en el cine Metro de la calle Cerrito (hoy desaparecido), adonde asistieron poco más de 60 personas. Y fue esa una de las razones que lo decidieron a tomarse el barco para Estados Unidos junto a Alfredo Le Pera: concretamente, la falta de trabajo y aceptación por aquí, su propia tierra. 

En esos días que salíamos a almorzar con el irremplazable Enrique Cadícamo, me la pasaba preguntándole cosas sobre aquel tiempo, su relación con Juan Carlos Cobián y también con Don Carlos, quien le grabó más de veinte canciones. Cadícamo me contó que un día, paseando por Barcelona, parando en el legendario Hotel Oriente, recibió una carta de Guillermo Barbieri, uno de los guitarristas del Zorzal. Allí el músico le contaba que la estaban pasando mal en París, que no obtenían fácil repercusión. Le pidió entonces a Cadícamo que tratara de escribirle un nuevo tema, alguna canción con la que pudieran obtener resonancia. Literalmente, estaban varados en Paris. 

Así fue como Cadícamo escribió el legendario “Anclao en París” (1931), que inmediatamente grabó Gardel: quizá la primera canción que habla de un argentino exiliado por falta de trabajo en su país. Muchas veces me pongo a pensar en la cantidad de artistas argentinos que por falta de posibilidades en su desarrollo creativo, se marcharon y de alguna manera lograron tener trascendencia internacional, muy lejos de su tierra. Solo basta mencionar a Libertad Lamarque, Waldo De Los Ríos, Gato Barbieri, Lalo Schifrin o Astor Piazzolla. Todos ellos son reconocidos mundialmente hoy día. Pero hay otro dato que los relaciona, y es que lateralmente al éxito alcanzado, no han logrado que sus carreras estén reflejadas en nuestro país de manera cronológica. No se conocen gran parte de sus trabajos. No se consiguen sus discos. Es extraño, porque estamos hablando de un listado de artistas que han cosechado cada uno en su especialidad, gran éxito internacional.

El caso de Libertad Lamarque es bien extraño: tiene una discografía y una filmografía increíbles, pero hace décadas que no se publica en nuestro país alguno de sus registros. Como hallazgo se puede pescar de tanto en tanto alguna de sus viejas películas en el canal Volver. Y sin embargo, su recuerdo inalterable permanece por toda América hispanoparlante. Es cierto que su presencia es más sensible en lugares como México o Miami, sencillamente porque la última parte de su vida vivió y trabajó por allí. Inclusive hay en Estados Unidos una calle que lleva su nombre, y todos los años se la homenajea recordándola. Y aún así, en su Rosario natal no hay siquiera una placa que señale el lugar donde se crió.

Frágil memoria la nuestra.

Rescatar a Libertad

Libertad Lamarque nació en Rosario, Santa Fe, el 24 de noviembre de 1908. A través de su extensa carrera dejó docenas de discos y películas, e interpretaciones maravillosas que permanecen para la eternidad. Su única hija, Mirtha Deluca, esposa del prestigioso médico otorrino Dr. Rubén Deluca, tuvo seis hijos: Leonardo, Claudia, Alexandra, Fabiana, Hernán y Fernanda. Exceptuando a Leonardo (fallecido en un accidente), los cinco nietos decidieron rescatar parte de la olvidada discografía en nuestro país.

A través del tiempo compré aproximadamente más de veinte álbumes en CD de Libertad Lamarque. Son todas ediciones “piratas” publicadas por Europa o países de América Latina. Estas publicaciones nunca fueron protegidas, ni siquiera reclamadas por los sellos monopólicos que dicen ser los “propietarios”. Luego conseguí algunas ediciones también ”piratas” de Japón y Colombia. Lo increíble es que jamás encontré una publicación argentina. Al cabo, esto no es algo que me extrañe, ya que con una carrera extensa pero de menor longevidad y trascendencia internacional como la de Libertad, a mí me ha pasado lo mismo con los primeros discos de mi juventud.

Había que hacer un rescate. Abordé la producción de estos tres primeros álbumes pensando en que cada uno debía tener el equilibrio de parecer un nuevo disco. Contando con tanto material discográfico como supo hacer Lamarque, comencé a elegir canciones por simpatía de autores, ritmos, arreglos, y así llegué a conformar tres volúmenes que, de alguna manera, poseen una dinámica de repertorio y estilo. Eso espero al fin.

Así llegamos a un box set que incluye 3 CDs con más de 60 grabaciones. Al producir cada álbum busqué una selección de canciones que respondieran a una determinada temática. El primero, Música de películas, integra más de 20 registros de bellas canciones que han formado parte de la Banda Sonora Original de la extensa filmografía de Libertad. Escucharlo en una audición completa nos lleva a rememorar escenas, imágenes cinematográficas, ambientes de películas históricas que pareciera que nunca dejarán de proyectarse. Títulos como Besos Brujos, Madreselva o Ayúdame a vivir, y un rescate tan valioso como la canción que interpreta en Gran Casino, película que dirigió el gran Luis Buñuel en México.

El segundo volumen, Libertad Lamarque canta a Homero Manzi, ya es una gran promesa desde el título. No sabíamos plenamente de la amistad del poeta Homero Manzi con el músico y compositor Alfredo Malerba (destacado pianista, compositor y director de tango que fue esposo de Libertad durante mucho tiempo; relación que no fue solo musical, sino que además manejó la parte comercial). El trabajo rescata muchas canciones casi perdidas, extraviadas en el olvido, con las palabras de Homero. Y allí se incluyen algunas perlas, como la única canción que escribieron junto Andrés Chazarreta y Manzi, “Cañaveral”, aquí interpretada aquí por Mirtha Deluca.

 

Pero el archivo de Lamarque parece un arcón interminable. Otras músicas, otras voces, el tercer volumen de esta caja, agrupa verdaderas rarezas, bellas canciones de época: una gran variedad de registros, sin un orden estricto clasificatorio pero signadas por su gran valor artístico. Aparece otra de las canciones de la banda sonora de Gran Casino, y también algunos arreglos orquestales del original compositor Héctor “Chupita” Stamponi, como así también un tema cantado a dúo con su hija Mirtha, quien además escribió la canción. Los tres discos, en definitiva, no solo ayudan a la tarea de recuperar grabaciones en riesgo de perderse; son, también, un modo de saltar años de historia y reencontrarse con una artista única.