Todo volvió a la normalidad. El inglés Anthony Joshua restableció el orden perdido entre los pesados. Y le devolvió a su imagen el lustre que había perdido hace seis meses y seis días, cuando el estadounidense de origen mexicano Andy Ruiz lo derrotó por nocaut técnico en siete asaltos en el Madison de Nueva York, y lo dejó sin invicto y sin sus títulos de la Asociación, la Federación y la Organización. En Diriyah, una ciudad de ensueño situada a 20 kilómetros de Riad, la capital de Arabia Saudita, Joshua tomó revancha. Ganó por puntos en fallo unánime al cabo de 12 rounds anodinos. Recuperó la triple corona. Y le restableció el crédito a su carrera tras aquel batacazo que pareció retrasarla.

Ninguno hizo lo que había hecho en aquella noche trepidante. Y acaso por eso la pelea no tuvo el drama que supuestamente podía tener. Con 7,200 kilos más que aquella vez, Ruiz (128,600 kg) estuvo lento y atado. Sin la vivacidad con la que había sorprendido y derribado en cuatro ocasiones al hasta entonces campeón inglés. En cambio, con 4,500 kilos menos, Joshua (107,400) dominó estratégicamente la contienda a partir de sus piernas ágiles para salir hacia atrás y a los costados y, sobre todo, de una profunda izquierda en jab y directo, que no le dio margen a Ruiz para conducir las acciones de la media distancia hacia adentro.

Tres ventajas tuvo Joshua. Y supo aprovecharlas. Su mayor alcance, su superior estatura y un ring enorme, de seis metros de lado, que amplió todo lo posible con su circulación. En cambio, la lentitud de las piernas y los brazos de Ruiz y la escasa flexibilidad de su cintura para quitarse de encima el repiqueteo de la izquierda del ahora campeón y contratacarlo, dejaron en evidencia que poco más tenía además de su coraje. Sólo en los rounds 3º, 8º y 9º Ruiz pudo conectar un par de manos y desalinear a Joshua. Antes y después, el gordito panzón de las carnes blandas estuvo vacío. Duró muy poco como tricampeón de todos los pesos. El tiempo justo que le demandó a Joshua corregir errores, y reponer las cosas en su sitio en el mundo de los más grandotes.