Con la mano derecha sobre el volante y la izquierda haciendo la V de la victoria, el presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández, viajó desde su casa hasta el Congreso de la Nación para jurar como jefe de Estado. "Corran las vallas que Macri ya se fue", reclamaban algunos simpatizantes albertistas al personal de la organización. Apenas unos minutos después, comenzaron a cantar la marcha peronista, y al momento del estribillo, algún piadoso empezó a tirar agua para arriba. Los presentes aprovecharon para refrescarse. A su vez, ya cerca del mediodía, otros elegían pasar el calor con la cerveza "más fría que el corazón de Macri", como la ofrecía su vendedor.

Pero no sólo el calor se sentía en la calle. La esperanza también. "No puedo creer la gente que piensa que está bien que se haya quedado sin laburo, es increíble", comentaba un hombre mientras buscaba algo de sombra en la Avenida Rivadavia y se acomodaba para escuchar a Fernández. "Ahora vamos a estar mejor, no tengas dudas de eso", le contestaba una señora. Cada vez más cerca del mediodía la sombra se reducía y el calor aumentaba: 35 grados marcaban los termómetros a las 11.30 de la mañana. Pero las ganas de escuchar al nuevo presidente, eran aún mayores.

Los vendedores se la rebuscaron durante toda la jornada para vender lo más posible y contener al público que cada vez estaba más incómodo con el calor. "Esta es el agua que toma Alberto", decían algunos, mientras que otros, vendían a 100 pesos "el piluso de Cristina", que era el típico gorro de pescador que decía "CFK 2019. Volvimos". Algunos andaban con máscaras de cartón, con la cara del flamante presidente argentino. El rubro gastronómico no se quedó atrás. Los clásicos choris estaban a cien pesos. "Vamos que son los choris de la vuelta, los primeros con Alberto presidente", gritaba un hombre a media mañana con una parrilla llena de carne. Una vez terminado el discurso de Fernández, a las 15.30 ,no daba abasto para satisfacer toda la demanda que tenía.

La música fue otro de los colores que pintó las calles en esta histórica jornada democrática. En el recorrido entre la Plaza de Mayo y el Congreso, un poco más de 15 cuadras, este cronista pudo reconocer al menos tres géneros de la marcha peronista: la versión clásica de Hugo del Carril --que sonaba con mayor frecuencia--, una en modo cumbia, que despertaba mayores seguidores de la juventud, y una interpretada por un hombre de unos 35 años, con bigotes, patillas y lentes negros de sol, con un bandonéon, que por momentos parecía un tango clásico y terminaba en una reversión más movida.

Además, algunos balcones que daban a la Avenida de Mayo ponían clásicos de cumbia como la "La pollera amarilla", de Gladys La Bomba Tucumana, Fuiste, el hitazo de Gilda, y Te Vas de Américo.  Otros de los que le pusieron música a esta fiesta fueron los parrilleros: desde temprano pusieron rock en sus parlantes para esta jornada histórica. Algunas canciones de Los Redondos o de La Renga servían para aumentar la arenga de los manifestantes que cada vez llegaban con más ganas de marchar.

Informe: Antonio Riccobene