Desde Londres

El Reino Unido celebra mañana la elección más importante en décadas. En juego está el Brexit rápido y posiblemente catastrófico que promete Boris Johnson o el menos traumático del laborista Jeremy Corbyn, que incluye un nuevo referendo y la posibilidad de permanecer en la Unión Europea (UE).

En juego también el futuro político de ambos y de las tendencias que encarnan: el perpetuo giro a la derecha de los conservadores desde el referendo pro-Brexit y el proyecto más a la izquierda del laborismo en toda su historia. Más a mediano plazo esta elección puede ser clave para la integridad del Reino, para su supervivencia como unión de tres naciones (Inglaterra, Escocia y Gales) y una provincia (Irlanda del Norte).

Las encuestas nacionales le dan una clara ventaja a Boris Johnson (unos 12 puntos). Si el cómputo final refleja estos sondeos, Johnson obtendría una mayoría absoluta y el parlamento podría ratificar su acuerdo de separación de la UE: el Reino Unido dejaría de pertenecer al bloque europeo el 31 de enero.

Si una vez más las encuestas la pifian y Boris Johnson solo queda con una primera minoría o si Corbyn da un batacazo que no predice nadie, el laborismo podría formar un gobierno de coalición o lograr un acuerdo alternativo con los principales partidos de oposición para renegociar con la UE un nuevo acuerdo y luego someterlo a un referendo que incluiría dos opciones, un Brexit "a la Corbyn" (bien distinto del de Johnson) o permanecer en la UE como si nada hubiera pasado.

En caso de una clara victoria de Johnson, los días del líder laborista estarían contados: el cambio de guardia se produciría en semanas, a más tardar en marzo. El primer ministro concretaría su principal promesa de campaña (“get Brexit done”) pero, contrario a lo que dijo en campaña, no se librará del “tema europeo”. El acuerdo que consiguió Johnson en octubre con la UE solo establece los términos de la salida del Reino Unido del bloque: no estipula qué tipo de relación tendrán una vez completado el proceso. En campaña Boris Johnson aseguró que antes que finalice el proceso de transición en diciembre del año próximo habrá negociado un tratado de libre comercio con la UE. Sería un caso único: la negociación de este tipo de tratados con la UE tiene una duración promedio de siete años.

En caso de derrota, el futuro de Johnson estará en la cuerda floja. No será primer ministro, pero quizás intente mantenerse como líder conservador: todo dependerá de la magnitud de la debacle. No deja de ser una paradoja que por más de una razón el Reino estará más Unido con un Johnson derrotado que con uno vencedor.

Escocia votó mayoritariamente a favor de permanecer en la UE en el referendo de 2016: salir del bloque europeo por una decisión predominantemente inglesa atizará la demanda de un nuevo referendo sobre su independencia. En Irlanda del Norte los unionistas pro-británicos, conservadores de toda la vida, rechazan el acuerdo al que llegó Johnson con la UE porque significa en los hechos una frontera aduanera entre la provincia y el resto del Reino Unido. En términos comerciales, Irlanda del Norte estará más unida a la República de Irlanda que a Inglaterra, Escocia y Gales. Según los unionistas, el comienzo del fin del Reino Unido.

El sistema electoral británico y la posibilidad de voto táctico vuelven imprevisible el resultado final. En el Reino Unido se votan los diputados que representarán en el parlamento a cada una de las 650 zonas electorales en que se divide el Reino. Cada zona es una batalla que se define por el sistema “first past the post”: el que gana la zona, se lleva el escaño. El que pierde, aunque sea por un voto, se queda sin nada.

Con este sistema, el voto táctico puede inclinar la balanza en unos 50 escaños. El mismo Boris Johnson corre peligro en su escaño de Uxbridge y South Ruslip, oeste de Londres. Un grupo local liberal-demócrata está haciendo campaña para favorecer al candidato laborista, Ali Milani, un joven de 27 años que, a diferencia de Johnson, nació y creció en la localidad. Johnson tiene una mayoría de cinco mil votos, exigua para las pasiones en juego. Si pierde su escaño no podrá ser primer ministro por más que los conservadores obtengan una mayoría parlamentaria, escenario político que jamás ha sucedido en el Reino Unido. 

La elección dependerá del peso que tengan en cada zona los temas locales y los grandes debates nacionales, encabezados por el Brexit y el NHS (Servicio Nacional de Salud). El voto joven será también clave. Más de dos millones de menores de 35 años hicieron el trámite del registro en el consejo electoral, indicación clara, pero no definitiva, que están dispuestos a desafiar el duro invierno británico para llegar a los centros de votación. En las elecciones de 2017, el 66 por ciento de los votantes de 18 y 19 años y el 55 por ciento de los treintañeros se inclinaron por el laborismo. Una repetición de estos porcentajes, podría cerrarle la puerta de 10 Downing Street a Boris Johnson y abrírsela, contra viento y marea, a Jeremy Corbyn.