La historia de Azul de Prusia empezó a escribirse entre los bancos de madera de la Escuela Técnica número 12, ubicada sobre la cuadra probablemente menos glamorosa de avenida del Libertador, en el barrio de Retiro, a principios de la década del ’80. Tiempos de dictadura militar, en los que la juventud podía valer como pecado, y pintar una bandera, como algo más. “En vez de poner consignas políticas, pintábamos el nombre de Azul de Prusia allá donde íbamos. Cuando se convocó a Plaza de Mayo contra el gobierno de Galtieri, por ejemplo, llevamos una bandera que decía ‘Azul de Prusia’. Era la inconciencia de tener 16 años”, retoma Gustavo Cotta, baterista y miembro fundador junto a su hermano guitarrista, Ricardo.

La agitación del grafiti surtió un efecto contagio entre sus compañeros de escuela técnica, que apoyaron la formación de la banda y los ayudaron a comprar los primeros instrumentos. Los ensayos en el barrio de Boedo habían coincidido con la preguerra, y cuando el conflicto se desató, aparecieron las primeras oportunidades para presentarse en directo. Esencialmente en festivales, con un porcentaje de producción propia, más una carga de versiones que hacían pie en Spinetta, Pappo y Seru Giran, a caballo del hito histórico del “rock nacional” como consecuencia de la prohibición de la música en inglés. “El panorama musical era lo más interesante, también empezamos a escuchar otras bandas como The Who, Led Zeppelin o los primeros Van Halen”, dice Cotta, más conocido por su trabajo como director televisivo. “Nuestra música era muy primaria, como rock de garage: guitarra, bajo, batería, cantante, tres tonos y meta rocanrol; las letras tenían el carácter contestatario e ingenuo propio de chicos de 16 años”.

Al terminar la etapa del secundario, Azul de Prusia cayó en estado de coma por más de tres décadas, hasta que los hermanos resolvieron despertarlo. Ahora sumaron en primera guitarra a Santiago, el hijo de 19 años de Ricardo, el único entre sus excompañeros de colegio que escucha rock, del clásico, y del restaurado en los 2000 por grupos como The Strokes y Arctic Monkeys. “Ahora, para hablar de Azul de Prusia, hablamos de rock familiar. Hace año y medio rearmamos la banda para tocar físicamente en lugares, de forma analógica, con instrumentos de madera, sumando el vuelo creativo de un chico de 19 años”, explican.

El reencuentro decantó en una fecha especial para despedir el año, este sábado 14 a las 21 en Caras y Caretas (Venezuela 330), que van a compartir con Smolo, otro compañero del ENET que empuña guitarra y armónica para versionar a León Gieco, junto a la violinista Marta Roca. Durante el año, tocaron una vez al mes en una cervecería de Devoto, algo que se hizo costumbre como consecuencia de la zozobra económica. “Algo de la esencia del rock: palo y a la bolsa. A la gente no le alcanza para salir un día y al otro ir al teatro. En la cervecería encontramos una manera de pasar una hora y media muy buena, levantar los ánimos y generar un consumo económico. El rock nuclea a todas las fuerzas políticas y sociales, y nuestro aporte es tocar en un lugar donde no se cobra entrada”, redobla el baterista.