Todas las miradas volverán a recaer sobre él. Pero como en aquellas tardes y noches gloriosas, ya no lleva el número 10 en la espalda. Todo lo que haga o deshaga a partir de ahora tendrá directa incidencia en el campo de juego. Pero ya no estará allí dentro para tomar decisiones. Lo verá todo desde el palco oficial de la Bombonera e influirá en el antes y el después de cada partido, y no durante. Sabrá que es lo que hay que hacer, pero no podrá hacerlo. Otros lo harán por él.

Desde este lunes, y en paralelo con la asunción de Jorge Amor Ameal y Mario Pergolini como presidente y vice, Juan Román Riquelme se hará cargo de llevar adelante el fútbol de Boca. Que es como decir que tendrá en sus manos la misma razón de ser de la institución. Si Boca, a lo largo de su historia, siempre ha sido fútbol puro, mucho más lo fue en los últimos 24 años. Desde que, en 1995, Mauricio Macri llegó a la presidencia del club, la vida política, económica, social e institucional xeneize quedó subordinada a los éxitos futbolísticos y mucho más a la conquista de la Copa Libertadores de América, una obsesión mayúscula que Boca lleva 12 largos años sin poder conseguir.

En su condición de ídolo, para muchos el más grande de todos los tiempos boquenses, de aquí en más sobre la espalda enorme de Riquelme reposarán los éxitos y los fracasos futbolísticos del futuro de Boca. El presidente Ameal delegará en él las definiciones centrales sobre la designación del nuevo cuerpo técnico y el armado del plantel. El vice Pergolini, por su parte, se meterá poco en el tema: su misión será replantear toda la política de comunicación, marketing y negocios de Boca y supervisar el proyecto de ampliación de la Bombonera, con la idea de derribar los palcos que Macri construyó en 1996, levantar la cuarta tribuna y llevar la capacidad a 78.000 espectadores.

Cultor del silencio, las medias palabras y los metamensajes, Riquelme entonces tendrá las manos libres para decidir a su antojo. Desde la elección de la semana pasada, se calló la boca y filtró información de a cuentagotas. Miguel Angel Russo parece ser su elegido para asumir la dirección técnica en reemplazo de Gustavo Alfaro. Más que su presente, lo respalda haber sido el último técnico campeón de América con Boca en 2007. Pero en el quincho de Don Torcuato, el sitio donde se habrán de tomar las grandes resoluciones del ciclo, también se lanzaron otros dos nombres sobre la mesa: los de José Pekerman y Sergio Batista. Con los tres, Riquelme fue campeón y quizás por eso, tengan prioridad en su mirada.

Sebastián Battaglia (y tal vez Hugo Ibarra) formarían parte del cuerpo técnico del plantel profesional, sea quien fuere el nuevo entrenador. Y es muy posible que Carlos Navarro Montoya reemplace a Rolando Schiavi al frente de la reserva. En el nuevo esquema, Jorge Bermúdez sería el nexo entre el entrenador y los dirigentes (o sea Riquelme) y Marcelo Delgado y Raúl Cascini formarían algo así como un consejo asesor en el que obviamente será Román quien tenga la última y definitiva palabra. Nicolás Burdisso, luego de informar sus gestiones para reforzar el plantel, presentará la renuncia como manager pese a tener un año más de contrato.

Algunos demasiado ansiosos que circulan por el llamado “Mundo Boca” suponen que  Riquelme oficializará a Russo este lunes como nuevo entrenador. Y que hasta podría llegar a saberse el nombre de las primeras incorporaciones. Es posible pero no tan probable que suceda todo esto. Con Russo hubo contactos la semana pasada, y el entrenador de 63 años de edad y una dilatada campaña como técnico en el país y en el exterior, que supera los 1000 partidos dirigidos, si bien se mostró predispuesto a aceptar, puso algunos reparos a la incorporación de Battaglia como ayudante de campo, cargo para el que ya tiene a Leandro Somoza, el ex jugador de Vélez y Boca.

Además, Riquelme y Ameal quieren tener bien en claro los números reales de la economía boquense antes de firmarle el contrato a Russo. Les hace ruido que, habiéndose vendido jugadores por más de 80 millones de dólares en el último año, la gestión de Daniel Angelici solo haya dejado poco menos de 5.400.000 dólares en caja. De ser así, quedaría bastante acotada la posibilidad de traer refuerzos de alta gama y habría que manejarse con más austeridad que lo previsto.

En este contexto, se justificaría renegociar a la baja el nuevo acuerdo con Carlos Tevez. El jugador hizo saber su predisposición a continuar en el club y Riquelme se comprometió a reunirse con él no bien asuma su cargo. La idea sería renovarle, pero a un costo bastante por debajo del último contrato que le firmó Daniel Angelici.

Pero cualquier definición dependerá del nombre del nuevo entrenador. Russo ya sabe lo que es Boca. Comandó la última gran etapa a nivel internacional, pero nunca terminó de entrarle a los hinchas y Pedro Pompilio, el presidente de aquel entonces, lo despidió sin miramientos tras un flojo segundo semestre de 2007 en el que, sin Riquelme en el plantel, perdió un superclásico ante River (2-0 en el Monumental) y la final de la Copa Intercontinental por 4-2 ante Milán.

En los últimos 10 años, Russo sólo logró un ascenso a primera con Rosario Central en el Nacional B de 2012/2013 y ganó dos títulos en 2017 con Millonarios en Colombia. En 2019, dirigió dos equipos en la Copa Libertadores: con Alianza Lima no pudo pasar la fase de grupos y con Cerro Porteño, fue eliminado por River en los cuartos de final. Ahora está a punto de volver a Boca. Lo avala sólo la idolatría imbatible de Riquelme. El único que al final, ganará o perderá la apuesta.