Romina Mendoza tiene 25 años, estaba embarazada, fue internada en el Hospital Materno Infantil el martes 29 de octubre y su hijo nació muerto. El lunes 30 de diciembre volvió al Hospital porque tenía 39 de fiebre y sangraba, después de hacerla esperar 3 horas le practicaron un legrado, le habían dejado restos de la placenta.

La mujer denunció al Materno Infantil el pasado 6 de diciembre por homicidio culposo y mala praxis. Asocia la muerte del hijo al exceso de la espera que le impusieron los profesionales que la asistieron negándole en un primer momento la cesárea. La joven contó incluso que ya había ido al Hospital antes con 40 semanas de gestación, “cuando termina el embarazo”, y que la hicieron volver cuando tenía 41.

Mendoza dijo que ella no podía tener parto normal y que necesitaba una cesárea, que a los 18 años, cuando le extirparon un ovario a causa de un teratoma de 5 kilos, ya le habían advertido eso. También le habían dicho que sería difícil para ella quedar embarazada.

La joven explicó que tiene con precisión los horarios y la sucesión de los hechos porque todo el tiempo estuvo comunicándose con su pareja por whatsapp. La única médica de la que sabe el nombre es Daniela Guerra, aseguró que ella la operó en la cesárea.

La mujer ya hizo la denuncia en la justicia penal y dijo que aún debe ampliarla. Además, contó lo vivido en el Hospital en facebook. A raíz de su publicación recibió muchos comentarios: "hay chicas que contaron que hubo otras que murieron, que a una le quebraron el bebé, que otro quedó paralítico", relató.

La respuesta del área de comunicación institucional del Materno Infantil a Salta/12 fue que "el caso está judicializado" y "el Hospital puso todo a disposición de la Justicia para que puedan determinar" lo que pasó y si hubo un accionar irregular. 

Mendoza quedó embarazada a los 25 años, se hacía los controles en el Centro de Salud 1 de Villa Primavera en la ciudad de Salta. También se hacía algunos estudios de forma particular. Sostuvo que transitaba un embarazo sin complicaciones, aseguró que ella y su bebé estaban bien de salud. Pero indicó que a las 39 semanas le "llamaba la atención" que "no tenía contracción, ni dolor”.

“Fui a la guardia (del Hospital Materno Infantil) como dos o tres veces y me dijeron que todavía nada. El viernes 25 de octubre fui para que me revisen". Dijo que le hicieron un monitoreo en una sala “me dieron un papel, me dijeron que me tenía que internar el martes 29 de octubre", relató.

"El 29 me interné a las 18, entré a la sala 4 donde me vio una doctora, me recibió todos los papeles, le presenté un papel del teratoma que me había sacado antes y me dijo que podía tener parto normal y no me podían hacer cesárea”, añadió. 

La mujer dijo que le informaron que le iban a inducir el parto con 4 pastillas. "Me dijeron que no me podía mover y que me iban a controlar en dos horas. A las 19.30 me pusieron la primera pastilla y me controlaron a las 22.50, estaba con contracciones y 1 de dilatación. A las 23 sentí un desprendimiento muy fuerte, grité a la enfermera pidiendo ayuda. La otra pastilla me correspondía a las 2. No le permitían el ingreso a mi pareja. Gritaba para que me atendieran".

"A las 1 y 20 me vienen a controlar, diciéndome que estaba con 4 de dilatación, que estaba todo bien. Yo gritaba, estaba desesperada, lloraba de dolor", recordó. Contó que la hicieron que se bañe dos veces. "A las 2.30 me dicen que me vuelva a bañar, salgo a las 4, no tuve ni noción de la hora y nadie me fue a controlar. Cuando salí, la enfermera estaba durmiendo".

Romina dijo que tres tocoginecólogas fueron a verla y cada una le practicó tacto. Recordó que la primera no sabía cuánto de dilatación tenía. “Hasta vomité en ese transcurso y me agarró diarrea, una me tocó y dijo ‘no sé, hacelo vos’", siguió la segunda y la tercera recién le avisó que tenía "4 o 5 de dilatación" y que pasaría a sala de parto.

Cesárea de urgencia 

A las 5 de la madrugada hicieron subir a su pareja y la cambiaron a otra habitación. "Me retorcía de dolor, el control me tocaba a las 6", insistió la joven. Una enfermera que pasaba la vio en ese estado y "volvió con un aparato para escuchar los latidos del bebé. Después se fue y volvió con mujeres de verde (que serían tocoginecólogas), me ponen otro aparato. (Luego) me pusieron como 4 aparatos. En un momento eran como 20 ahí, todas afligidas pero no me decían nada. La ginecóloga, entró a verme con una maderita, la puso en la panza, me golpeó y me dijo 'lo escucho', corramos, cesárea de urgencia”.

"Me sacaron la bata, me llevaron corriendo al quirófano, no dejaron entrar a mi pareja. Yo tengo pánico a las agujas pero presté mi cuerpo para que me hagan lo que corresponde. Gritaban ‘rápido’, yo decía 'despacio' porque me dolía mucho. Mientras uno me inyectaba la anestesia en el brazo, otro lo hacía en la espalda, me tiraron rápido a la camilla y me cortaron sin que me haga efecto la anestesia. Me habían atado las manos, todo eso. Cuando me cortaron grité, sentí un dolor que no se lo deseo a nadie", recordó la mujer. 

"Después me agarraron de la panza y lo empujaron al bebé, me taparon con mantas en la cara, yo temblaba. Todo era silencio, terminan. Se acerca la ginecóloga, me dice ‘lo siento mucho hicimos lo que pudimos’, mi bebé ya estaba muerto. Entonces grité, les dije que era su culpa porque me dejaron hasta el último momento”. Después la joven fue trasladada a otra sala "donde estaba solita", hasta que pasara el efecto de la anestesia. Pasados los 30 o 40 minutos la llevaron a otra habitación donde la esperaba su pareja. El reencuentro fue en medio de llanto. "Nadie se acercó a explicarnos nada", lamentó Mendoza. 

"Cuando estaba internada no me sentía bien, no mejoraba. Tenía la aguja de la vía torcida, la medicación no pasaba bien. Me cambiaron la vía recién el jueves 31 de octubre y me empezó a hacer efecto la medicación", detalló.

"Me dieron el alta el sábado a la mañana, porque enterraba a mi hijo", continuó. En esos días fue asistida por una psicóloga. Mendoza graficó que le dejaron cicatrices de una cesárea grande, "de 20 centímetros".

Dos meses después

El lunes 30 de diciembre, Mendoza despertó con 39 grados de fiebre y luego tuvo pérdidas de sangre oscura. Su pareja estaba trabajando. "Le dije que lo esperaba para que me lleve al Materno. A las 15 en el Hospital, me vio una médica al momento, después no me vio nadie por tres horas, me hicieron esperar en una silla".

A las 18 "la doctora ya se iba, me preguntó '¿ya te atendieron chinita?', le dije que no. Ella se volvió a hablar con administración. Vino un profesional y recién me vio. La fiebre era más fuerte. estaba con una campera polar, me iba a hacer tacto pero después dijo que no, me hizo la ecografía".

Le informaron entonces que debía firmar papeles para autorizar una cirugía porque tenía restos de placenta.

"Me durmieron entera porque me agarró un ataque de pánico. Recordé todo lo que me había pasado, me desesperé, lloré, me tiraba de los pelos. Me ataron los dos brazos. Me subieron las dos piernas, me las ataron y me durmieron entera. Yo tenía los ojos cerrados para no ver a nadie. Cuando me desperté ya estaba en otra sala. Después tenía que cumplir 48 horas, me ponían medicación por la infección que me provocaron. Me hicieron pasar Año Nuevo adentro". 

La Ley 26.485, de Protección Integral Contra la Violencia a las Mujeres define a la violencia obstétrica como "aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929 (de Parto Humanizado)".