Mariela Gouiric se acomoda en el living-comedor de su departamento en Caballito, a mas de 600 kilómetros de Bahía Blanca en donde nació y vivió hasta los 25 años. Ahora tiene 34 y es autora de De donde viene la costumbre, editada por Random House, novela en donde -juguetando con un sentido del humor innato- dice haber habitado la mentira con libertad y alegría.Gouiric es lesbiana y feminista, y asegura que las transformaciones que deseamos tienen una base fundamental en la escritura. Apoya los dos antebrazos sobre la mesa y ceba mate mientras su perra Preta deambula. Dice orgullosa que con la poesía empezó a andar el camino de la literatura sin rueditas: publicó Tramontina (vox, 2012), Botafogo (Eloisa Cartonera, 2014) y Un método del mundo (Blatt&Ríos, 2016). Cada tanto revolotea por la cocina pero su voz se escucha a lo largo y a lo ancho de los tres ambientes. Cuenta que su primera palabra escrita fue “abuela”, y un rato después confiesa que es un relato inventado porque con el tiempo hizo cálculos y a los cinco años no conocía esa cantidad de letras. Una fantasía que se forma de extrañar a su abuela que vivía en Buenos Aires. Para ella de eso se tratan los relatos, pequeños recovecos inventados que describen mundos en donde la experimentación y el desfasaje de la lengua son cruciales. 

Gabriela Cabezón Cámara describe su voz como una de las mas potentes de su generación. Una rama que se corta y evita el suicidio de una niña. Ese es el comienzo, a lo largo de toda la novela la palabra “suicidio” no aparece, en lugar de eso la familia evangélica que protagoniza esta historia dice “lo de la rama”. En la casa y en las calles del pueblo circula la violencia pero también la amorocidad, el deseo y el cuidado. Gouiric despliega el diseño de un escenario pueblerino que le sirve para describir meticulosamente lo que en esta familia no es mandato sino costumbre. 

--De donde viene la costumbre nos traslada al hueso de la vida pueblerina: ¿Investigaste o ya lo tenías aprendido? --

Es algo que yo conozco muy bien. Yo viví en ese paisaje. La casa de la novela es la casa de mi infancia y la fábrica es la que estaba a la vuelta. Sé del olor, que pasa cuando cambia el viento, cómo suena el techo, en un punto es muy placentero poder volver y reescribirlo. El habla no es exactamente como se habla ahí, es un habla mas extraña. Mas que hacer una copia del habla, tuve la intención de generar un habla posible para dar cuenta de que hay algo que se muestra mejor si está dicho de esa manera. 

 --¿Cómo sería eso? --

Por ejemplo, en un momento el padre pregunta: “¿Usted la va a ayudarnos?”. Yo sé que ahí claramente estoy cometiendo un error gramatical, para mí ese error lo que viene a traer es una verdad, como cuando el lenguaje se equivoca a favor de mostrar todavía mas la realidad de lo que podría ser si está bien pronunciado o está bien dicho. 

 --Como un fallido... --

Claro. Lo mal dicho, lo que viene a hacer es a develar algo que de otra manera estaría mas oculto. El padre pide ayuda para la hija pero está pidiendo ayuda para la familia. Eso lo confunde en el habla. Para mí hay que trabajar con el error, la mejor poesía es la que está mal escrita y es difícil porque la idea de “escribir bien” está muy inculcada. 

 --¿Qué de tu cotidianidad con la poesía aparece en el proceso de escritura de la novela?--

La poesía es una zona en la que yo me sentía muy cómoda. Encontré una voz propia y siempre me sentí muy libre, entendí que ahí había un lugar en el que yo podía gobernar. Al menos por un rato yo era dueña de hacer y deshacer, y de decir lo que yo quisiera. Y tenía la certeza de que eso iba a ser escuchado, lo cual me abrió un lugar en el mundo. 

--¿Cuando sucedió eso por primera vez? --

Cuando le escribí un poema a mi maestra y fue celebrado. 

--¿Y con la narrativa te pasó lo mismo? --

Pienso de la narrativa lo mismo que pienso de la poesía. Lo que una hace es habitar la lengua y la lengua se construye a medida que vas escribiendo. No es algo dado. Cuando hablás es algo dado, pero al momento de escribir sos vos quien construye la lengua. Por otro lado el habla tiene momentos en el que la lengua se desfasa y eso es maravilloso. Ahí yo saco un cuaderno y anoto. 

--¿Qué anotás?--

En la novela en un momento unos chicos se burlan de unas niñas y le dicen “son unas despacias”. Eso yo lo escuché, es como un pequeño corrimiento de la lengua, yo creo que ahí habita la poesía y la narrativa, a fin de cuentas la escritura. 

 --Fuiste muy meticulosa a la hora de armar los paisajes de la novela y colocar a esta familia evangélica en un escenario que oscila entre lo arcaico y lo actual. --

Eso es porque es algo que yo conozco y a lo que le tengo mucho afecto. Me permitió poder circular por esos paisajes con libertad para poder dar cuenta de los mandatos sociales sobre la familia que mas que mandatos en esta familia de la novela son costumbres que parecen de otro tiempo pero que son de ahora.

--¿Por qué elegiste la familia como tema? --

Porque la familia es un peligro. Es como una bomba, tenés que ver qué cable cortar, una de las maneras que hay para desarmarla es contándola. Y revisar los relatos es una forma de contarla. Por eso pensé en costumbre y de ahí el titulo. No es mandato, es costumbre porque ya ni hay necesidad de mandar porque todo funciona. Mal pero funciona. Para mí era indispensable contar cómo en la familia circula la violencia y no se cristaliza... Yo creo que un error de la época es pensar que la violencia está situada y cristalizada en un solo sujeto. 

--Pero en esta familia no solo circula la violencia... 

No, claro. También circulan otras cosas. La novela cuenta de la amorosidad, las frustraciones, el deseo y los cuidados adentro de la familia. Quien hoy castiga mañana es el que cuida, y quien te cuidaba te deja de cuidar y te empieza a castigar. 

 --¿Te vino bien el feminismo para hablar sobre la familia? --

Me vino bárbaro el feminismo porque una puede volver sobre muchas sutilezas. En la novela hay una escena en donde el padre obliga a uno de los hijos a saltar del árbol mientras que la hija le dice “yo quiero saltar” y él casi le mete un sopapo delante de toda la gente. Yo viví esas escenas: “¿como lo obligas a él que está llorando y yo que quiero soltar no puedo?”. Cuando esos hermanos crecen se vuelven portadores de esa violencia que en ese momento recibían. 

--¿Qué hay de tu construcción como feminista dentro de la novela? --

No poder acceder a tirarme del árbol 

--¿Y qué más? --

Yo tenía un conjunto de piezas escritas, una de ellas es del 2014, y en ese año yo no me reconocía feminista. Pero cuando le puse el acelerador a la escritura hice cálculos y me di cuenta de que todo coincidía con que yo era mujer dentro de mi familia. Había una idea muy sincera desde mi, detectar por ejemplo que mis hermanos habían sido muy agresivos conmigo cuando fisicamente se empezó a notar que yo era una mujer y ellos eran varones. 

--La novela comienza con una rama que se rompe y que evita el suicidio de una nena. De ahí en adelante todo pareciera tener la fragilidad de estar sostenido por una rama a punto de romperse. ¿La familia tradicional que es la familia de la novela está colgada de una rama a punto de romperse? --

Pienso que sí pero a veces dudo. Hay un montón de cosas que se están desarmando. Hoy en la escuela en donde yo trabajo había un cartel que decía “El amor no tiene género”, eso en la familia de la novela es impensado, pienso que hay cosas que ponen en fragilidad la estructura dura de la familia. 

--Por otro lado la familia de la novela es una familia que se evangeliza y la avanzada de los fanatismos religiosos muestra que eso no está colgando de una rama a punto de romperse si no que muy por el contrario esta cada vez mas enraizado. --

Eso no esta frágil. Las asociación entre los movimientos evangélicos y los partidos tienen su primer ladrillo en estas familias. Yo quería escribir sobre eso. 

--Es necesario bajar linea sobre eso y pareciera que te gusta... ¿Es así? --

Me gusta bajar línea, pero hablando en serio, había algo que yo quería mostrar en relación a ese tema. La Argentina está construida en base a esas familias, donde hay carencias de políticas de estado sobre la violencia. El contexto de la novela es un contexto neoliberal, entonces hay carencias económicas que dentro de los hogares se transforman en violencia. Y ahí aparece la iglesia. Yo la última vez que fui a una iglesia evangélica tenía 20 años, fui para irme pero la primera vez había sido a los 7. Y si te ponés a pensar soy como un milagro. Vengo de esa familia tradicional en donde no tiene voz alguien como yo. La voz la tienen los varones heterosexuales porque los putos tampoco la tienen. Y después la tienen las mujeres que encarnan el rol de mujer y eso yo no lo logré nunca. 

--¿Crees que la literatura es capaz de instalar nuevas ideas en la sociedad? --

Creo eso. Los cambios sociales se hacen con bases en donde la poesía, la novela, las ficciones tienen un rol fundamental. Las Malas de Camila Sosa Villada, es una novela que genera una base para que haya modificaciones, para que haya movimientos, lo que no quiere decir que todas las escritoras trabajen con ese objetivo 

--¿Vos sí? --

A mí eso me conmueve. Escribir algo que traiga un poco de alivio, que reescriba un mundo y que lo nombre. 

 --¿Qué le pedís a la escritura? --

Que no me deje sola.