“¿Qué más da?”, fue la recurrente muletilla del deslenguado Ricky Gervais, misántropo hasta la médula, convocado por quinta vez para oficiar de host en la última entrega de los Golden Globes. Un fichaje que -se sabía- traería cola, en tanto acostumbra el corrosivo brit dispensar bromas negrísimas sobre cuanto tópico espinoso esté al alcance. Copa en mano, lanzó cachetadas a diestra y siniestra durante la 77° edición de los dorados premios, refiriéndose a la predilección de Leonardo Di Caprio por modelos muy, muy jóvenes; criticando la doble moral de artistas que “instan a salvar el planeta pero acuden en sus limusinas a comer platos veganos”. También bromeó sobre el suicidio del magnate pedófilo Jeffrey Epstein (“Lo siento, sé que era amigo de muchos de ustedes”). Y dijo que había sido “un gran año para las producciones sobre pederastas” por Leaving Neverland… y Los dos Papas. “Algunos de los mejores directores y productores del mundo en la sala, y todos le tienen terror a Ronan Farrow”, lanzó en referencia al hijo de Mia y Woody Allen, periodista que destapó los abusos de Harvey Weinsten. Y al invitar a Sandra Bullock al escenario horas más tarde, retomó el hilo: “Nuestra próxima presentadora protagonizó Bird Box, un film sobre personas que sobreviven actuando como si no vieran nada. Algo así como trabajar para HW”.

También propuso resolver el problema de que no haya directoras nominadas… prohibiendo a las mujeres hacer películas de estudio. Chiste tonto y sexista, sí, pero que al menos abordó tangencialmente un tópico que ya había sido denunciado previamente por activistas feministas: la escandalosa ausencia de mujeres en el rubro Mejor Dirección pese a la calidad sobresaliente de algunas realizaciones 2019. El “olvido” más flagrante de la reciente cosecha: la adaptación de Mujercitas capitaneada por Greta Gerwig, mundialmente aplaudida. Ergo: Barbra Streisand continúa siendo la única mujer en haber ganado el mentado premio por Yentl, en 1984, en una categoría que solo ha tenido otras cuatro nominadas: Jane Campion, Sofia Coppola, Kathryn Bigelow y Ava DuVernay.

Afortunadamente, allí estaban Michelle Williams y Patricia Arquette, que sí se involucraron al referirse a temas peliagudos en sus discursos de agradecimiento. Arquette, mejor actriz secundaria por la miniserie The Act, habló de un Estados Unidos al borde de la guerra, criticó a Trump por tuitear amenazas de bomba contra Irán, llamó a votar con inteligencia en las venideras elecciones. Con la elegancia que la caracteriza, la reina Williams -mejor actriz de miniserie por su interpretación en Fosse/Verdon como la bailarina Gwen Verdon, silent partner del mítico director y coreógrafo- dedicó sus minutos a una causa urgente, en peligro en algunos estados: los derechos reproductivos de las mujeres. “Cuando llegue el momento de votar, recuerdo a las mujeres de 18 a 118 que lo hagan pensando en su propios intereses. Es lo que los hombres llevan haciendo durante años”, cerró con firmeza.

Patricia Arquette, mejor actriz secundaria por The Act, habló de Estados Unidos al borde de la guerra.

Por lo demás, en materia fashionista y en vísperas del juicio al predador Weinstein (empezó este lunes y se le imputan cinco delitos sexuales), no hubo look uniformador como el negro que antaño propusiera el movimiento Time’s Up en solidaridad con las víctimas de abuso. Sí hubo mucha melenita por encima del hombro, mucho maquillaje al natural, mangas abullonadas, algunos tuxedos o elementos esmoquin en inspirados híbridos. El traje de la brit Phoebe-Waller Bridge -que se hizo de la estatuilla a Mejor Actriz de Tevé por la aclamada Fleabag- dio que hablar por verdes razones: anunció que subastaría el conjuntito de Ralph & Russo y donaría lo recaudado a la lucha contra los incendios que están devastando Australia.

El efecto Greta Thunberg, presente en la lustrosa velada: la conciencia medioambiental fue una de las constantes en varios discursos. Al menos, de la boca para afuera: ni indicios de marcas éticas o moda sostenible, aunque el premiado Joaquin Phoenix anunció que llevará el mismo traje a todas las entregas este año, y, citando preocupación por la crisis climática, la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood decidió servir un menú ciento por ciento vegano… gesto pour la galerie considerando que se decoró el salón del Hotel Beverly Hilton con flores que arribaron en avión desde Ecuador e Italia. Casi una ironía que, al recibir el premio a Mejor Actor Dramático, el citado Phoenix urgiera a “no tomar jets privados para ir de vacaciones a Palm Springs” (te está viendo el mundo, Joaco, ¿cuántos terrícolas tienen acceso a un jet privado?).

No sorprende pero sí decepciona que su ampuloso rol estelar en Joker -prueba de que persiste la moda de aprobar cancheramente la incorrección política aunque avance a golpes de efecto- se impusiera al finísimo trabajo de orfebrería de Antonio Banderas en Dolor y gloria, última obra maestra de Pedro Almodóvar. Cinta que, para más inri, perdió como Mejor Película de Habla No Inglesa contra la muy bendecida surcoreana Parasite, que dejó fuera de juego a otra notable candidata: Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma, sobre el romance clandestino entre dos mujeres en la Francia de fines del siglo XVIII, que pinta con extremas delicadeza y valentía la audacia de algunas mujeres que subvierten imposiciones y se unen en amor, en solidaridad. Al menos, lo mejor del thriller de Todd Phillips se llevó trofeo: la partitura de la cellista islandesa Hildur Guðnadóttir, primera mujer en obtener en solitario el premio a Mejor Soundtrack.

También, Awkwafina devino primera mujer de ascendencia asiática en ser reconocida como Mejor Actriz de Comedia o Musical por su estelar en The Farewell. Los mohínes de la revenant Renée Zellweger en Judy, biopic de la jamás retocada por la cirugía Garland, le valieron premio a Mejor Actriz Dramática. Y Laura Dern, enorme intérprete capaz de tocar muchas cuerdas en manos de un David Lynch, por ejemplo, fue galardonada como Mejor Actriz de Reparto por sobreactuar un personaje bosquejado con brocha gorda y ánimo misógino en Historia de un matrimonio. Es decir, la coqueta malvada que echa veneno en los oídos del personaje de Scarlett Johansson, cuya interpretación en este film supera en matices la de Dern.