El “Leonard Cohen de Catalunya”, de voz profunda como si las entrañas de la tierra hablaran en una lengua cálida, visita por primera vez Buenos Aires. El actor, dramaturgo, director y músico catalán Joel Minguet busca un cantar que vaya al alma del joven Federico García Lorca (1898-1936) en Lorca, un espectáculo que se estrena este viernes en el teatro Pan y Arte (Boedo 875) y que se podrá ver durante enero los viernes y sábados a las 21. Minguet deshoja poemas, cartas, anécdotas y monólogos para recrear un clima donde la guitarra respira y acompaña el deslumbramiento de Federico por el dolor antiguo de la poesía, en el momento en que deja su Granada natal en 1919 para instalarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció al pintor Salvador Dalí, de quien se enamoró.

“Lorca es inmenso y frente a esa inmensidad tenía que acotarlo”, dice Minguet a Página/12. Antes de estrenar el espectáculo, en abril de 2018, en el teatro Romea de Barcelona, al que considera “la casa de los actores”, se acercó a la obra del poeta andaluz y empezó a leer mucho en 2016. El deseo, que mueve al cuerpo a la acción, lo llevó no a la Granada natal del autor de Romancero gitano sino a Marsella. Se fue en moto, con una guitarra y libros, para desconectarse, luego de una seguidilla agotadora de proyectos en cine y teatro. “Leía e iba haciendo una play list de poemas, de fragmentos de obras de teatro, de las cosas que me iban resonando por ahí –recuerda el actor-. Después hice campamento en Cadaqués, un pueblito en la parte norte de Catalunya, donde dicen que sale el primer rayo de sol, la tierra de Salvador Dalí. Una amiga me preguntó: ¿Qué haces aquí? Estoy haciendo un trabajo sobre Lorca, le dije. Tú no sabes la huella que dejó Lorca en Cadaqués, hombre”. Esa amiga le recomendó un libro maravilloso Querido Salvador, querido Lorquito, el epistolario entre el pintor y el poeta. Ahí empezó a tirar del hilo y eligió concentrarse en la época de la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde coincidieron figuras cruciales de la cultura española del siglo XX como el cineasta Luis Buñuel, García Lorca y Dalí, entre otros.

Lorca es un espectáculo minimalista donde se enlazan doce poemas musicalizados con la guitarra –“Las seis cuerdas”, “Si mis manos pudieran deshojar”, “Tarde”, “Encrucijada”, “Chopo muerto”, “Hora de estrellas”, “Madrigal”, “Deseo” y “La aurora”, entre otros-, algunas cartas de Lorca a sus padres y a Dalí, cuatro anecdotarios y dos monólogos. “A Lorca no lo trato desde la erudición sino desde la barriga”, aclara el actor catalán y revela que el espectáculo, que cuenta con el asesoramiento artístico y la producción ejecutiva de Guillermo Ghio en Argentina, termina con un monólogo que narra el fusilamiento de Lorca, la madrugada del 18 de agosto de 1936. “Aunque parezca mentira, en 2020 aún no sabemos dónde están los restos de Lorca, a casi 84 años de su asesinato”, advierte Minguet.

--¿Por qué no interpretás ni la voz de Lorca, ni la de Dalí, sino que encarnás a un relator?

--Yo compuse las músicas de una forma muy natural y a partir de ahí me di cuenta de que no podía pretender ser la voz de Lorca, si no hay nadie que pueda decir cómo era la voz de Lorca. No hay registro sonoro. Se ha descripto mucho cómo era la voz de Lorca, esa voz profunda y a la vez aterciopelada, pero a nivel sonoro no hay nada; cosa que me parece mágica a la vez. En el disco que hemos hecho del espectáculo hay guiños más que a la voz de Lorca a Enrique Morente, que hizo un trabajo en el que me inspiro mucho, Omega, con Lagartija Nick; un disco que se ha convertido en un clásico, donde combina la música punki de Lagartija Nick, las guitarras punkis, con el flamenco y el jondo de Morente; en el disco aparecen el quejío y las guitarras.

--Tu padre fue representante de Paco Ibáñez y la crítica dijo que tu manera de tocar la guitarra en “Lorca” se parece a la de Ibáñez. ¿Qué otras influencias reconocés en el espectáculo?

--Este espectáculo respira algo de Paco Ibáñez, Leonard Cohen y Enrique Morente; esas fueron las tres patas. Mi figura no es la del cantautor sino la del hablautor; en vez de cantar, hablo. Y tiene algo de Cohen, con ese tono profundo, con ese claroscuro. La guitarra le da movimiento escénico al espectáculo; no es más que un abrazo a las palabras de Federico. Leonard Cohen contaba que él era un pésimo guitarrista; pero un día yendo a ver a su mamá a Montreal en una de cancha tenis vio a un grupo de jóvenes que estaban tocando. De repente se acercó y le dijo a uno de los chicos, que era español: “tú podrías darme clases”. El chico aceptó y al día siguiente se presentó en la casa de la mamá de Cohen y lo primero que hizo fue afinar la guitarra. El chico tocó el trémolo y Cohen aporreó un poco ese trémolo. Al día siguiente le dio una segunda clase y lo hizo un poco mejor y le enseñó una cadencia de seis acordes. Y al día siguiente lo hizo un poquito mejor. Al cuarto día, el chico no se presentó. Cohen llamó al lugar donde estaba hospedado el chico y desde el albergue le dijeron que el chico se había suicidado. Cohen confesó que la base de esos seis acordes con el trémolo, en la que se basa toda su carrera musical, viene de esas tres clases con ese chico español. Por otro lado, Cohen descubrió a Lorca con quince años en una tiendita de libros de segunda mano. Decía que con quien encontró su voz fue con Lorca y su influencia es tan bestia que su hija se llama Lorca Cohen. Por otra parte, el tono de Paco Ibáñez es lo que se mamaba en casa. Mi papá fue su representante y mi mamá le hacía de canguro (niñera) a la hija de Paco. Es un orgullo para mí que se diga que este espectáculo respira a Paco Ibáñez.

--¿Cómo te posicionás con respecto al independentismo catalán?

--Yo me presento como Joel Minguet, actor independentista que no va en contra de nadie. Este espectáculo no es casual que haya surgido en este momento. Mi sensación es que hoy es ayer: (Oriol) Junqueras, (Raül) Romeva y (Jordi) Turull están en la cárcel; son presos políticos. (Carles) Puigdemont está exiliado en Bruselas, (Toni) Comín también. Lo vivo con pena, no entendiendo cómo en 2020 no podemos autodefinirnos y tener la posibilidad de votar; no poder votar en un estado democrático es un insulto. Aunque el contexto no sea esperanzador, no pierdo la esperanza porque soy alguien positivo y optimista. Algún día podremos ser buenos vecinos.