Demasiada data entra en Sofía Viola a través de sus sentidos. Tal vez esta sea su mayor virtud: dejar la puerta abierta de par en par para que eso pase. Permitirlo todo así, y como viene. Paisajes, olores, culturas, comidas, tejidos, sonidos, escenarios… así enumera ella, por caso, el resultado de su último gran viaje por parte del globo. Anduvo por España, México, Estados Unidos, Canadá, Chile y Uruguay, desempolvando su ecléctico background traducido en tangos y milongas. Cumbias y vallenatos. Boleros y bluses. Cuecas chilenas y chacareras. Zambas y huaynos. “Estuve viajando como pajarita de aquí para allí, cantando en todas partes”, refrenda la cantautora que volcará parte de la experiencia los jueves 16 y 23 de enero en Café Vinilo (Gorriti 3780). “No soy de armar listas precisas. Sinceramente quiero sentirnos y darles todo lo que quieran que yo pueda darles”, promete.

--¿En qué pensás, ya… sin pensar?

--(risas) Bueno, en compartirles desde un lugar muy íntimo, que rían, que lloren, que bailen, que sea una ceremonia de reencuentro. Posiblemente hayan algunas sorpresas, no voy a develar todo el misterio en esta nota porque prefiero que vengan y sientan conmigo.

Una pista tal vez pueda arrebatarse de las experiencias que Viola atravesó en el largo viaje. Del cónclave que vivió con Ezequiel Borra en Tepoztlan, México, donde salieron nuevas canciones. De la enseñanza que le significó ver cómo los zapatistas sacaban del alcohol a campesinos y campesinas. De los locos toques en Mallorca, Menorca, Tenerife y Madrid. “Me encantó ir a Tenerife, donde participé de un hermoso mercado de distintas disciplinas de las artes del Atlántico Sur. Me sentí muy cerca de África y vi una cantidad de artistas que me deslumbraron con su cultura, sus colores y sus músicas”, señala la cantora y charanguista, cuyo periplo derivó luego en Canadá y Estados Unidos. Allí hizo dos giras con Dat García, otra de su calaña. “Nunca en la vida se me hubiese ocurrido ir a ese país, pero sucedió y aproveché para entender más este sistema que nos tiene hasta el cuello. Sentí que se idealiza demasiado a ese país que está lleno de carencias y problemas en la salud a causa de la mala alimentación y los malos hábitos. Así y todo pude cantar y expresarme teniendo una bonita recepción por parte del público”. Como un boomerang humano, Viola no voló hacia Buenos Aires, sino que volvió a España. A Santiago de Compostela, puntualmente. “Mágico y místico pueblo ese… lleno de una energía envolvente muy desconocida para mí. Soy ajena a ese tipo de fe, pero todo ese misterio va más allá de mi razonamiento”, admite.
--Después volviste a Chile, según marca el nutrido diario de viaje. ¿Te encontraste con las revueltas allí?

--No. Las primeras manifestaciones me agarraron estando en México. Me enteré de que la cosa estaba en llamas y mi corazón desesperaba por saber qué sucedía. No fueron días fáciles. Mucha angustia nos rondaba y pensábamos de qué manera podíamos colaborar con semejante revuelta social. Conté los días para regresar a Chile y, cuando lo hice, me encontré con un panorama alentador al ver una sociedad que vuelve a saludarse en la calle. También con las plazas llenas de actividades referidas a la nueva Constitución y replanteándose los privilegios. Bueno, todo… ollas populares, paredes dando aliento a la resistencia, los monumentos de los genocidas totalmente intervenidos, semáforos rotos y la gente más paciente que nunca. Creo que un nuevo código de convivencia se instaura en Chile a la orden del pueblo. En ese contexto nos estamos moviendo con mi compañera y maestra Camila Vaccaro, con quien compartimos el dúo "Las reales hijas de puta".

--Contundente nombre…

--Obvio. Salimos a las calles de Chile con capuchas de encaje que nos aplastan la nariz y nos cambian los rasgos. Esto es en respuesta a la ley anticapucha que aplica el gobierno de Piñera contra les manifestantes. También fuimos a cantar con el torso desnudo con una cruz en una teta y en la otra un ojo hecho de cinta aisladora, esto es en representación de los mutilados en las represiones. También salimos con la bandera mapuche, porque soy bisnieta de una mapuche que fue apostada en un juego y raptada por alguno que navegaba por allí.

El último disco que sacó Sofía fue La huella en el cemento. Dice que no está pensando en uno nuevo, sino en videos que irá subiendo a plataformas virtuales. Tiene material grabado en México junto a otros y otras de su palo (David Aguilar, Augusto Bracho, Flor Amargo y Loli Molina). Y en Chile, donde también anduvo en yunta con Tata Barahona, Juana Fe y La Plaza del Puma. “Tengo un excedente de canciones inéditas… rumbas, una balada, una infantil, y esta es la manera más linda de sacarlas a la luz… compartiendo con gente querida y talentosa”, señala la música, que también está trabajando una obra musical y teatral “muy desorbitante” en cocreación con Ana Montes.

--¿Qué lugar ocupa el tango en tu camaleónica vida musical?

--El tango llegó cuando tenía 9 años, cuando mi abuela nos puso a mi hermano y a mí un casete de Tita Merello. De ahí en más, mis ídolas latinas pasaron a segundo plano y yo solo quería ser arrabalera. Por esas suertes de la vida mi tío Omar (fundador del Parakultural) tenía la milonga, y desde muy pibita pude curtir el ambiente. Siempre fui medio abuela, así que me encantaba pasar mis noches mirando el mar de los abrazos perdiéndome entre el sueño y las orquestas, escuchando a Canaro, a Pugliese. Más de grande empecé a bailar un poquito y a sumergirme en el vino y la escritura, mis noches en el 160 viajando a La Catedral del Tango, de Escalada a Almagro y de Almagro a Escalada, me enturbié y tuve que salirme un poco de ahí porque es un ambiente fulero más allá de lo pintoresco.

--¿Y la canción española?
--Viene desde niña. Amo a Lola Flores y siempre escuchamos a Camarón en casa. Me encanta la música española y se me sale por los poros, no lo puedo evitar. Estoy muy atraída por ese país y sus poetas. Tengo un imán con la cultura Gypsy, amo la música del desierto, el Mediterráneo es un misterio, escucho esas músicas y me vuelvo loca. Soy muy nómada y me siento muy seducida por ellas.