Un hallazgo fortuito. Claro que recordaba aquella ocurrencia, una más de alguien que brillaba en ingenio e imaginación. Un amigo de siempre me envía un original mensaje que incluye un precioso dibujo de otro querido y común amigo. Ambos ya no están, y este hallazgo me parece una buena excusa para recordarlos con afecto y admiración.

Vayamos por partes: Roberto “Negro” Fontanarrosa fue el primer compañero que conocí en el Industrial Superior (hoy Politécnico) cuando ambos íbamos a rendir el examen de ingreso en ¡Diciembre de 1957! No todos entraban pero ambos aprobamos y nos tocó el mismo curso que afortunadamente compartimos durante tres años. A fines de 1960, terminando el tercer año, el joven ya destacado dibujante decidió liberarse de aquello que no era para él. Para nosotros, sus compañeros, fue un hueco imposible de cubrir: se alejaba el autor de dibujos, chistes, de los comentarios de la revista que comprábamos: “Hora Cero” con sus historietas y sus dibujantes -especialmente Hugo Pratt-, y las curiosas digresiones futboleras que normal pero no únicamente giraban alrededor de Central de ese entonces, el “Gitano” Juárez, Menotti… etc. Aquella amistad se mantuvo siempre y su merecido éxito lo disfruté como propio como así también la admiración por su negación a abandonar Rosario. Pero esa sería otra larga historia.

Durante la colimba, 1966 en Campo de Mayo, descubrí -no recuerdo en que publicación- ilustraciones -con un estilo que inmediatamente me encantó- de la autoría de un dibujante llamado Hermenegildo Sábat. Tiempo después me enteré que era uruguayo, que le gustaba mucho el jazz y que tocaba el clarinete. En algún encuentro con el Negro, ya lejos de la cotidianeidad de la escuela secundaria, le pregunté si lo conocía:
«Si, seguro, somos amigos. “Menchi” Sábat es un personaje, tremendo dibujante y gran tipo… toca el clarinete y le gusta el jazz como a vos. Cuando lo vea le voy a contar y si viene por acá te lo presento».

Aquella proposición demoró más de veinte años, pero finalmente nos conocimos, el Negro le había hablado muchas veces de mí y de las postergaciones. Rápidamente nos hicimos amigos con el admirado Menchi, compartimos discos, libros, infinidad de tertulias telefónicas y grandes momentos.

El Negro tuvo su primer auto, el famoso Citroën 3CV verde. Luego en la década del 80 compró un VW Gacel. Como mi trabajo de muchos años fue en una aseguradora, él me/nos confió esos contratos del automóvil. Mi trabajo estaba en otra sección y simplemente delegaba esos trámites en los que lo operaban con lo cual estaba al margen de la correspondencia con los asegurados. Un día recibo un sobre grande de papel manila que contenía el mentado dibujo en una fotocopia a la cual le había agregado el típico globito de las historietas con el “mensaje”, con iguales dosis de humor e ironía, el afrancesado Gazelle, todo con esa inconfundible caligrafía tantas veces vista en Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso y en sus chistes. Una vez pasado el efecto divertido saltaba esa notable caricatura que había hecho Sábat. Y el más grato reconocimiento era que el “dibujado”, gran admirador del dibujante utilizaba fotocopias de ese original -que vaya a saber dónde está hoy- para agregarle mensajes. Guardé ese documento, aún no nos habíamos encontrado con Menchi, pero tiempo después cuando se la mencioné me pidió una fotocopia ya que él tampoco tenía el original. Pero los años hacen que las reiteradas capas geológicas del desorden enreden mis papeles y no volví a ver ese documento.

Hace unos días recibo un mensaje de Alfredo Sábat, tremendo dibujante y digno sucesor del padre que desde el fallecimiento de Menchi está explorando y ordenando los muy probablemente miles de dibujos propios y ajenos, documentos, etc. Me envía un mensaje con la foto del dibujo: "No sé qué es... supongo que es algún mensaje que mandó a vos el Negro que incluía un dibujo de mi viejo. Esperaba que vos pudieras recordar algo"

Y vaya si lo recuerdo ¿no?

 

El Negro escribió en él mi CD “(fuera de) CATALOGO” publicado en el 2004 un hermoso texto para el librillo que aludía a nuestra temprana amistad. Menchi pintó una hermosa acuarela -guardo su original- que fue la tapa de ese disco. Entrañables regalos de entrañables amigos a quienes se los extraña mucho.