"No fue un acto de salvajismo", sostiene el investigador del Conicet Juan Branz , docente de la Universidad de La Plata y autor del libro Machos de verdad. Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina. En diálogo con este diario, el experto asegura que el ataque en patota que terminó con la muerte violenta de Fernando Báez Sosa debe leerse en contexto: lo que pasó en la madrugada del domingo, en el marco de "un modo de ser varón y de vincularse con otros varones" no fue disruptivo, sino, por el contrario, "totalmente legítimo".

-¿Cómo explicaría el origen del conflicto que da lugar a situaciones como lo sucedido en Villa Gesell?

-Tiene que ver con lógicas propias que articulan la masculinidad dominante, que se organiza en múltiples aristas –sexuales, físicas, sociales, de clase– para determinar un modo de ser varón y de vincularse con otros varones. Lo que pasó es totalmente legítimo. No lo digo en modo celebratorio, sino que los que mataron a ese pibe estaban haciendo lo que entienden que deben hacer. No fue, como se dice, un acto de salvajismo. Es un hecho que ocurre dentro de un sistema consciente y racional. Incluso premeditado, no la muerte pero sí el ataque, la pelea, demostrarle al otro quién es más fuerte, quién es más hombre.

-Pelear a trompadas, ¿tiene que ver con sostener la masculinidad?

-La violencia es la forma para constituirse como varón y reafirmar esa identidad. Es el canal, la manera de relacionarse entre sí. Se reafirma la masculinidad, la clase, la heterosexualidad. Y en el rugby además se afirma el prestigio. En tendencia, la mayor parte de los varones del rugby se concibe como un sujeto prestigioso, y las peleas, el sometimiento hacia un otro, son necesarias para certificar ese lugar de poder.

-¿No hay límite para ese poder?

-El sometimiento hacia otro puede llegar a acabar con el otro, eliminarlo directamente. En la exhibición del poder no hay descontrol sino un sistema que está operando, y una naturalización de la violencia. Para esto tiene que funcionar un triángulo de actores: perpetradores, perpetrados y testigos –como se puede ver en el video que circuló en redes sociales, donde nadie interviene para frenar el ataque-. Los tres actores están aprobando la violencia, construyendo la trama de la dominación. La masculinidad es ser visto pero también saber ver. En algún momento todos pasamos por alguno de estos lugares.

-¿El grupo modifica las formas de actuar en estos casos?

-Sí, los comportamientos tienen que ver con la aprobación como parte de un conjunto social. La violencia es cultural y contextual, y se potencia en el grupo. En mi trabajo de investigación, por mucho tiempo, conversé con jugadores de rugby por fuera del equipo y mostraban cierta dimensión sensible, incluso han llegado a llorar, algo que no se puede ni siquiera asomar en el contexto de grupo. La sensibilidad desaparece totalmente. Entonces la única forma de vincularse es a través de la violencia.

-¿Y esto sucede solo en el rugby?

-Hay algunas regularidades entre los acontecimientos de diferentes espacios habitados históricamente por varones, como el ámbito de las hinchadas de fútbol o el sindicalismo, que hablan de una generalidad en la estructuración del ser varón a través de una trama que incluye violencias físicas y simbólicas. Una caja de herramientas que se va llenando de elementos: estos muchachos solucionaron así el conflicto, escogiendo el ataque entre su repertorio de herramientas con las que se manejan cotidianamente.

-¿La noche y el alcohol tienen que ver con todo esto?

-El alcohol puede tener efectos desinhibidores, pero no es el origen del conflicto. Lo mismo con la noche, es un factor de contexto. No lo vinculo directamente porque sería como poner el foco de los problemas de los jóvenes y adolescentes en el consumo de drogas y el alcohol, cuando los problemas tienen su foco en una estructura más amplia que configura los entramados sociales.

-¿Se pueden prevenir estas situaciones?

Sí, al no ser situaciones aisladas, se pueden reconocer y modificar. Es fundamental la implementación seria y rigurosa de la educación sexual integral (ESI), y la capacitación de docentes en estas cuestiones, para construir otras formas de vínculos desde el ámbito de la educación. Y también trabajar los micro espacios, como los clubes deportivos, en esta clave. 

Informe: Lorena Bermejo.