Pensar identidades masculinas en sociedades contemporáneas es reflexionar sobre relaciones y administración de poder. "Machos de Verdad" es un libro que se desprende de una investigación académica de ocho años. El punto de partida es el rugby aunque el problema de la masculinidad dominante nos asfixia por todas partes. Las preguntas se enfocaron en comprender cómo es que se ordenan nuestros mundos (tan injustos, tan desiguales) en relación a cómo hemos crecido con la mochila del mandato que nos obliga a los varones a aprender y exhibir lenguajes y prácticas masculinas para garantizar vínculos o lugares.

Intentar explicar por qué asesinan a una mujer cada treinta horas es pensar cómo se estructura el machismo, cómo nos atraviesa y cuáles son las políticas públicas vinculadas a ese problema. El deporte es estrictamente masculino y masculinizante y se expresa con cierta idea de cofradía, de club de amigos. En ese club tenemos que conformar y certificar que somos “machos, pero de verdad”. Ese es el concepto: la certificación de ser macho. Es una prueba: se rinde, te aprueban, aprobás, nos aprobamos. Impugnamos todo lo que no responda a las lógicas de una masculinidad dominante: la exaltación y exhibición de todas nuestras potencias. Potente, de eso se trata.

El deporte ha sido fundamental, en Argentina, para establecer el sentido del ocio y el tiempo libre según la posición de clase vivida y experimentada por los colectivos dominantes, en relación a los dominados. El rugby es un disparador para visibilizar a los grupos que administran las diferencias socioeconómicas y culturales/simbólicas. Fue uno de los espacios donde se garantizaba esa cultura europea deseada por las bases de conformación de una nueva nación. Fue el área deportiva de distinguibilidad en La Plata, ciudad inventada bajo la mirada iluminista y racional del proyecto civilizador que perpetuaba el sistema moral que distingue a los “caballeros” y a los “honrados hombres”, cuyo prestigio social se confirma en la participación de un juego cargado de rudeza y agresión física. También es allí donde se reproduce el modelo masculino dominante por excelencia, según los criterios de clasificación de lo que, para el Estado, sería un verdadero hombre: templado, racional, culto, educado por un sistema de pautas dominantes y hegemónicas, vinculadas a la heteronormatividad y con la exaltación de la virilidad, dentro y fuera del campo del rugby. Pero, complementariamente, corajudo, audaz y valiente, con una hombría a sostener ante cualquier contingencia.

Salir de la lógica heteronormativa y pensar en otros tipos de masculinidades que tengan que ver más con la educación sentimental de los hombres y la dimensión afectiva de las prácticas es el desafío.

(*) Investigador CONICET/IDAES, Docente Universidad de La Plata (UNLP), ex futbolista profesional. Autor del libro “Machos de verdad. Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina”.