Un frasco con arena, un casete de Sergio Denis, un libro, una camiseta de Brasil, un poncho, un disco de vinilo, una estampita del gauchito gil. Esos son tan sólo algunos de los elementos que componen Black Box, la obra de teatro de la compañía P.L.U.T.O estrenada este sábado en el marco del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires).

Black Box nació del trabajo de un colectivo conformado por seis dramaturgos de seis países (Alemania, Argentina, Brasil, Francia, India y Uruguay). Coproducida por el FIBA, cuenta también con el apoyo del Instituto Francés de Argentina, Embajada de Francia y del Centro de Investigación Cinematográfica (CIC).

Se trata de una compañía de artistas fundada en el Lincoln Center Director’s Lab de Nueva York. Neel Chaudhuri, Bruno Guida, Anton Krause, Luciana Lagisquet, Shady Nafar y Celeste Veleda son los actores que representan en escena a todos los países. De ahí surge lo innovador de la propuesta: un proceso creativo basado en el diálogo entre culturas que utiliza subtítulos y texto proyectado como parte de su forma.

Tal como su nombre lo indica, Black Box alude a la caja negra de un avión. Un grupo de seis personas de distintos países se encuentran en un accidente, fruto del choque entre tiempo e identidad. Al igual que los investigadores de accidentes aéreos deben buscar a través de la caja para saber qué sucedió. Pero en este caso, las cajas se convierten en una investigación sobre el accidente de la vida de cada uno de ellos: una combinación de azar y acción deliberada. “Parte documental y parte fantasía, explora la idea de que la verdad no es un hecho estable, sino una ficción sostenida”, señalan los autores.

Contra toda pretensión de acción inmediata y de efectos impulsivos, Black box se permite inquietar a un espectador ansioso. Lo consigue a través de la incomodidad que le proporcionan los pronunciados silencios. Con una estética minimalista y un sistema de iluminación similar al de un aeropuerto, las luces delimitan lo que está en escena y lo que queda por fuera de ella. La premisa de la experimentación y las proyecciones de videos sobre cajas, predominan en una obra que se compone de registros históricos, recuerdos, memoria, sueños y especulaciones.

Los seis personajes de esta historia que tienen una vestimenta uniforme (¿en una realidad paralela o futurista?) forman parte de una caja y a su vez cada uno tiene su propia caja. Cajas con las que cargan todos y de las que no se sabe cuánta verdad y cuánta mentira hay en cada una de ellas. Como en un proceso de ensoñación, Black Box irrumpe en la escena local con una propuesta que escapa a lo común. Cuando nada y todo es cierto a la vez, surgen más dudas que certezas. Aunque por momentos la seguridad y la exactitud con la que se efectúa cada movimiento genere un ritmo monótono y lento, cada uno de ellos forma parte de un todo que se construye con el tiempo.

¿Quién decide qué es lo que vale la pena conservar? ¿Cómo se determina qué es lo valioso? ¿Y si esos archivos que forman parte de la vida se pudieran almacenar? ¿Cómo distinguir cuáles son verdad y cuáles son mentira? Una obra con más preguntas que respuestas, apunta a un público de mente abierta y concentración activa. Cada elemento es importante y cada parte es relevante si se trata de armar el engranaje de un rompecabezas sin la pieza clave.

Black Box puede verse este domingo a las 20 y el lunes a las 18 en El portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.