Nadie que ha estado al frente de un país como presidente aceptaría, a continuación, ser el presidente de una fundación de una Federación de Fútbol históricamente controvertida. No veo que Mauricio Macri se salga con la suya ni que se escape para adelante. Es, en toda la regla, una mamarrachada que definitivamente humilla y degrada la investidura presidencial que ocupó.

Este puesto retrata a Macri: dirigir un país no era más que un medio para ser el presidente de la FIFA y sus negocios. Espero que sus seguidores tomen nota de esta humillación a la Nación, propia de las películas malas que parodian a los países que consideran bananeros. El seguirá con sus negocios, pero se ha mostrado definitivamente como lo que es: insignificante y frívolo, hasta el final.